Capítulo 51: Una invitación inesperada de las hijas del Norte

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30 de Junio del 2000

Un estruendo resonó en el valle, los árboles se agitaron, no por lo que causó aquel estallido, sino por el suave viento que soplaba aquella mañana. Las altas tierras de escocia despertaban con un brillante amanecer, y el lago a sus pies reflejaba la hermosa luz del sol. Sus pasos eran suaves y calculados, pues había llegado sobre la ladera de la montaña, y con cada paso que daba, a pesar de andar sobre un camino de tierra ya transitada, la bajada hacia un nivel más estable seguía siendo un poco empinada.

Hermione alzó la vista, cubriéndose ligeramente el rostro cuando un rayo de sol le iluminó los brillantes ojos esmeraldas, y una sonrisa que no pudo evitar contener cuando observó el hermoso castillo de Hogwarts, alzarse sobre el risco que daba hacia el lago negro. Había escuchado de que había sido reconstruido, bloque por bloque, teja por teja, pero parecía tan hermoso como lo recordaba. La Gran Torre había perdido todo rastro de la batalla que alguna vez había asolado el castillo, la torre del reloj había recuperado su forma anterior, y aunque no podía verlo desde la posición en la que se encontraba, había escuchado que el puente de madera había sido arreglado por completo.

Era bueno regresar a casa para variar.

La bruja de cabello platinado bajó la ladera hasta llegar a la entrada del largo viaducto central que conectaba con el camino más largo para llegar a Hogsmeade y rodear el bosque prohibido, el mismo puente que hace más de dos años había cruzado, levantada por la magia de Voldemort que proclamaba su victoria. Mientras caminaba por el viaducto, el abrigo verde que alguna vez había pertenecido a su madre ondeaba suavemente por la brisa que soplaba en lo alto del puente, y su largo cabello platinado ondeaba como una capa con al viento. Sus botas de tacón negro resonaban sobre la piedra, caminando con elegancia mientras ajustaba sus guantes negros sin dedos, ahora a juego en ambos brazos, apretando las correas de cuero alrededor de sus antebrazos, antes de ajustar los botones de su blusa blanca, ocultando parte de su escote.

Sus pasos por fin la llevaron hasta el patio central, cruzando así la galería de piedra que habían atravesado durante la batalla para llegar a la cabaña de botes, a orillas del lago negro. Hermione aminoró el paso unos momentos, pues a pesar de que no quedaba ni rastros de los escombros, aún podía sentir el polvo manchando su tersa piel, su nariz aun era capaz de percibir el aroma del hollín y el humo del castillo que se quemaba a su alrededor, la sensación de estar empapada no solo de su sangre, sino de la de otros estudiantes que murieron en busca de defender este colegio le hizo erizar la piel.

Hasta que vio las gárgolas.

En la entrada, a los costados de la gran puerta de hierro y madera, se encontraban erigidas cuatro gárgolas, de las cuales colgaban braseros apagados, pero que, en la noche, iluminaban a la perfección los rostros de los cuatro animales representativos de Hogwarts: el León de Gryffindor, la Serpiente de Slytherin, el Águila de Ravenclaw y el Tejón de Hufflepuff. Y sobre los pináculos de las esquinas, alrededor de la galería que rodeaba el patio central, se alzaban pequeñas gárgolas del cerdo alado que era el símbolo de Hogwarts.

Ella estaba perfectamente segura de que esas gárgolas no existían cuando ella estudiaba. Una pequeña sonrisa surgió en su rostro, y en su mente surgió una idea tan maravillosa, tan mágica, que disipó los sombríos pensamientos que habían invadido su mente cuando puso un pie nuevamente en su amado colegio: Si el patio había sufrido cambios, tan sutiles pero que, conforme más iba posando la mirada, más notorios se estaban volviendo, ¿Cómo de cambiado estaría el colegio? ¿Qué tan maravilloso se vería ahora, después de que ella lo hubiera dejado? Y, sobre todo, la idea de que, remodelado el castillo, los malos recuerdos se irían como la inmundicia con el agua.

Hermione Grindelwald - Tears of Magic BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora