CAPÍTULO 21: Vente conmigo

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Toda la semana Salomé trató de pasar el mayor tiempo posible en la empresa para no encontrarse con Jimmy.

Salía de la casa a las seis de la mañana y regresaba alrededor de las nueve de la noche; desayunaba, almorzaba y cenaba afuera con tal de no topárselo ni siquiera en el comedor. Aunque extrañaba las comidas que preparaba Anita y ella se ofrecía a empacarle los desayunos, no se atrevía siquiera a pasar por la cocina.

Todos los días salía de su cuarto directo a la puerta principal y en la noche hacía lo mismo, percatándose primero de que la pequeña poni no estuviera en el parqueadero; aunque cuando la veía allí, antes de entrar, observaba la ventana desde afuera para comprobar que la luz de su cuarto estuviera encendida; eso querría decir que él se encontraba adentro, por lo que podía aprovechar para entrar a la casa y correr a su cuarto.

Era como si no vivieran juntos porque no se veían ni siquiera una vez al día, pero Jimmy tampoco se esforzaba por encontrarse con ella y de alguna manera eso le molestaba, porque hacía que sus días fueran más estresantes y aburridos al no tener a ese pimpollo burlándose de ella todo el tiempo.

Estaba a punto de abandonar el juego que ella misma había creado y volver a la normalidad para poder verlo, aunque fuera por unos minutos al día. Así no se dirigieran la palabra y sus miradas estuvieran llenas de rencor, ansiaba ver ese par de ojos que la hipnotizaban y no la dejaban dormir en las noches...

Era viernes, el último día de trabajo, y salió de la casa como todos los días a las seis de la mañana. Caminó tranquila hasta el parqueadero, pero en cuanto llegó a su auto y estaba a punto de abrir la puerta del conductor, el ruido estrepitoso de una bocina ajena la hizo dar un respingo.

Un grito agudo se escapó de su garganta y su corazón latió frenéticamente, en cuanto miró hacia la pequeña poni que se encontraba al lado de su auto y lo vio...

—Lo siento —le dijo él mirándola a la cara con una expresión de culpabilidad.

Al parecer esta vez si se había tratado de un accidente, nada intencional.

—¿Podrías tener más cuidado?, casi me matas del susto. —Se puso la mano en el pecho mientras respondía devolviéndole la mirada.

La luz que entraba por las pequeñas ventanillas del parqueadero era tenue y por esta razón no se sentía tan apenada mirándolo en la oscuridad y; sin embargo, su corazón no dejaba de latir rápido después del sobresalto.

Sabía la razón... No se trataba ni siquiera del pequeño infarto que había acabado de sufrir, ese miedo ya se había disipado casi por completo; sin embargo, ahora estaba ahí frente a Jimmy, quien la miraba desde el puesto de conductor de su pequeña poni a través de la ventana abierta del auto.

—Disculpa, no he dormido bien estos días y todavía estoy un poco cansado —confesó mirándola desde abajo y ella notó inmediatamente el decaimiento en su mirada.

Era evidente que sus ojos caramelo estaban apagados, y a pesar de la oscuridad, podía notar que se veían un poco rojos y no tenían ese mismo brillo que ella antes ya había conocido y se le había grabado en la memoria.

—¿Y así piensas conducir?, ¿estás loco?, creo que el psiquiátrico vecino tendrá un nuevo paciente de género masculino. —Lo vio sonreír mostrando sus dientes blancos y perfectos, junto con el par de hoyuelos que se formaban a ambos lados de sus mejillas—. ¿También sabes sonreír así?, vaya, vaya...

—¿Te sientes sola en el psiquiátrico y ahora quieres que te haga compañía? —cuestionó al mismo tiempo que abría la puerta del auto y se bajaba de allí, haciendo que los latidos de su corazón se volvieran todavía más frenéticos.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora