CAPÍTULO 110: Mi niña majestuosa

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—¿Mellizos? —cuestionó Jimmy para rectificar la información que le dio el médico.

—Sí, felicidades, son dos.

—¿Cómo es posible?, ¿acaso no era uno? —Salomé los miró patidifusa.

—El segundo estaba escondido —explicó el obstetra—. En la primera ecografía no se vio porque llevabas muy pocas semanas, es algo muy común.

—Y no será que...

Jimmy puso los ojos saltones, adivinando lo que su esposa estaba pensando.

—No creo, ¿o sí? —se miraron fijamente y abrieron levemente la boca al mismo tiempo.

El doctor los miraba con una sonrisa, al parecer, entendiendo la comunicación telepática que tenían.

—No se asusten, aunque sí se han presentado algunos casos, no es el de ustedes —respondió al cuestionamiento mental de ambos—. Los dos bebés tienen el mismo tiempo de gestación.

Cada quien le sonrió al otro y siguieron contemplando atentos las imágenes que proyectaba la pantalla.

Los corazones de ambos latieron frenéticos durante los cortos minutos que estuvieron observando a sus hijos.

Era el milagro más asombroso que podían experimentar y que jamás habían imaginado sentir. Se llenaron de mil emociones cada uno por su lado, pero en sus almas, que estaban conectadas, pudieron apreciar los sentimientos profundos del otro.

Salieron del hospital tomados de la mano, con una sonrisa tatuada en sus rostros, y decidieron ir a celebrar la noticia cenando en el restaurante más romántico de la ciudad.

Cada uno pidió lo que quería comer y Jimmy se sorprendió al ver que la mesa se llenó solo con el pedido de su esposa, ni siquiera los platos de él cabían, a pesar de que eran pequeños. Les ofrecieron trasladarlos a otra mesa más grande y aceptaron de inmediato, sin importarles que la gente los miraba extraño mientras se estaban cambiando de mesa, y dos meseros los seguían con las bandejas llenas de platos variados.

Jimmy disfrutaba su comida, viendo cómo Salomé tomaba un poco de cada plato con el tenedor, y gozaba con cada bocado que se llevaba a la boca. A veces también le daba a probar a él y no entendía cómo ella podía comer tanto; se estaba llenando muy rápido y no había acabado su plato por estar recibiendo lo que ella le ofrecía.

—Está delicioso —afirmó ella, luego de haber hecho un gesto de placer con los ojos y los labios.

—No tanto como tú, nena.

La vio sonreír,complacida con su alago, pero entonces, de repente el semblante de su rostro cambió drásticamente y se llevó la mano derecha a la boca.

—¿Estás bien? —le preguntó Jimmy, poniendo cara de pasmo en ese mismo instante.

—Llévame al baño Jim —le dijo ella sin quitarse la palma de la boca, y él se levantó rápidamente para ayudarla a levantarse.

—¿Qué sucede?, ¿te encuentras bien, amor? —Se apresuró a arrastrarla hacia los baños y cuando entraron juntos, un par de mujeres que iban saliendo los miraron de manera extraña.

Salomé se sostuvo del mesón y se miró al espejo, respirando profunda y pausadamente.

—¿Todo bien? Amor... ¿Qué te ocurre?

Ella puso las manos frente al sensor del lavamanos para recoger un poco de agua y llevársela a la cara.

—Estoy bien, solo me sentí un poco mareada, cariño, eso es todo.

—¿Pero ya te encuentras mejor?, ¿quieres que vayamos al hotel?

—Sí, vámonos, ya estoy un poco mejor.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora