CAPÍTULO 41: El beso del príncipe

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Las gemelas se quedaron mirándolo, ambas con un gesto burlesco; al parecer Saray ahora estaba de acuerdo con su hermana, porque las dos se habían sonreído con complicidad al notar la cara de pánico que él había puesto, y al ver que estaban esperando que él tomara acción, se fue acercando poco a poco al cucarrón salvaje, hasta que cayó en cuenta de lo que estaba haciendo:

—¡No voy a hacerlo!, ustedes están locas. —La sonrisa malévola desapareció del par de rostros idénticos y fue reemplazada por un par de miradas de extrema furia; sin embargo, optaron por contener sus impulsos y Saray intervino:

—Si no lo haces tú, entonces tendremos que traer a cualquier chico de afuera para que lo haga, seguro estará encantado y más al ver lo hermosa que es la princesa.

La mandíbula de Jimmy se apretó hasta crujir.

Era obvio que querían provocarlo, pero el solo hecho de imaginar volver a repetir esa escena, de ver a otro besando a la pulga rabiosa, lo hizo pensarlo dos veces y prefirió cumplir los caprichos de ese par de chifladas, porque seguramente, conociéndolas, serían capaces de cumplir lo dicho e ir a buscar a algún desconocido que despertara a la princesa del sueño.

«Están más locas que un par de cabras»

Hizo un mohín, para después poner los ojos en blanco y volver a acercarse a la bella durmiente, enfocándose únicamente en sus labios color rosa, que, fácilmente, podría devorar en ese preciso momento; sin embargo, no iba a hacer algo así delante de ellas, así que simplemente fue acercando su rostro al de ella, y cuando su boca tan solo rozó los labios femeninos, los ojos de Salomé se abrieron como platos, obligándolo a dar un respingo por el susto de muerte que se llevó, al estar tan cerca de ese par de agujeros negros que amenazaron con absorberlo completo.

Se alejó lo suficiente dándole la espalda, y cuando estuvo cerca de la puerta, se giró solo para verla sentada, rascándose la cabeza, confundida, mientras las gemelas tomaban sus manos y le preguntaban si estaba bien, sin perder la oportunidad de lanzarle pequeñas miradas burlonas a él por haber estado a punto de seguirles el juego estúpido que se habían inventado; sin embargo, el orgullo de haberlo conseguido tan fácilmente lo hizo sonreír, porque lo cierto era que había sentido el pequeño roce de esos labios y presintió que en realidad sí podía considerarse un príncipe azul...

❤ღ❤

Lo primero que vio Salomé al abrir los ojos, fue el par de iris color caramelo que adoraba, y que eran completamente incomparables con otro par de ojos del mismo color, para ella.

Lo cierto era que conocía tan bien ese par de ojos hermosos, que supo en milésimas de segundo de quien se trataba, y al verlo, su corazón se desbocó, casi llevándola a un segundo desmayo por la emoción.

No sabía qué hacía él tan cerca, pero no le importaba sino el hecho de que él estuviera ahí, aunque se hubiera alejado en cuanto sus ojos se abrieron, dándole la espalda, e ignorándola como antes.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó dirigiéndose al par de hermanas, sin imaginar el plan que ellas habían llevado a cabo para burlarse de Jimmy y hacer que se acercara a ella.

—Te desmayaste en la montaña rusa y tuvimos que traerte a la enfermería —le explicó Saray—. Casi nos morimos del susto.

—Si salo, ni siquiera la montaña rusa nos dio tanto miedo como tu maldito desmayo —comentó Sayda con tono de regaño.

—¿Qué carajos dicen? ¡Me encantó esa adrenalina! —exclamó sonriendo con entusiasmo, como si nada hubiera pasado.

—Sí, claro, te gustó tanto que terminó dándote un patatús —objetó Saray.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora