CAPÍTULO 82: El castigo

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Enmudeció, se puso rojo como un tomate y el corazón inició una maratón, mientras los ojos de Salomé lo absorbían y sentía como iba cayendo poco a poco en ese par de agujeros negros, que luego de atraparlo, no lo soltarían jamás...

—Yo... —Sus cuerdas vocales solo emitieron el sonido de una monosílaba, alargando el final.

—Tú... —elevó una ceja sin dejar de mirarlo—. ¿Quieres acabar con mi paciencia?

—Lo olvidé —reaccionó exhalando un suspiro—. Simplemente, lo olvidé, ¿acaso no puedo tener amnesia?

—No puedes, si se trata de algo como eso, Jimmy —afirmó con la misma fiereza en su voz, que poseía cuando le había hablado a Brenda, pero sus ojos delataban que los sentimientos hacia él, eran benévolos—. Al menos me alegro de que no le hayas correspondido, gracias por eso...

Jimmy sonrió sintiéndose triunfante.

—Entonces...

—Sin embargo, —lo interrumpió-, mereces un castigo.

—¿En serio? —Los ojos de Jimmy brillaron como un par de diamantes al escuchar su palabra favorita.

Sabía en qué consistían los castigos de Salomé, y lejos de asustarse por eso, se puso tan contento que sus labios se estiraron en una sonrisa, mientras ella se levantaba y empezaba a caminar hacia la puerta para ponerle el seguro.

—Eres un chico malo —le dijo mientras volvía caminando hacia él, y le puso las manos sobre los hombros, empezando a masajearlos—. Y los chicos malos necesitan castigos.

El corazón de Jimmy, que había parado de correr para tomarse un descanso, volvió a acelerar todavía más rápido cuando sintió el aliento de ella en su oído.

—Te voy a reprender...

Lo siguiente que sintió, fueron las manos de ella desajustando el nudo de su corbata para luego sacársela por la cabeza.

—¿Qué me harás? —preguntó curioso con esa voz masculina y seductora, que sabía y estaba seguro de que ella amaba.

—Sé un buen chico y no preguntes tanto. —Le agarró los brazos llevándolos a su espalda—. Quédate quieto.

Comenzó a atarle las muñecas al espaldar de la silla, haciendo un nudo ciego, fuerte y resistente.

—Tus castigos me encantan —afirmó él con una sonrisa de anticipación.

—Eso está por verse —le advirtió ella, pero no le importó porque se notaba deseosa de placer, casi tanto como él.

Salomé volvió a resbalar las manos por los hombros de Jimmy, y empezó a desatarle los botones del traje, para luego seguir con los de la camisa, uno a uno, lentamente, hasta que todos estuvieron desprendidos.

Luego apartó la tela, exponiendo su pecho y empezó a dar caricias lentas con la yema de sus dedos por toda la piel de él, que despedía un calor increíble.

El pecho de Jimmy se expandía y se contraía, a medida que las manos de Salomé lo tocaban como quería, repasando sus músculos uno a uno sin que se le escapara ni un solo centímetro de piel.

—¿Te gusta? —le susurró al oído y enseguida ella vio que la piel de su cuello empezaba a erizarse rápidamente.

—Sí, continua... —pidió como si fuera él quien daba las órdenes, pero a ella no le importó.

Salomé sabía lo que hacía y lo dejó expresarse libremente, mientras ella disfrutaba de sus peticiones.

El bulto que había crecido de manera exorbitante en la entrepierna de Jimmy, la animó a seguir descendiendo por ese camino ardiente, adornado de músculos abdominales perfectos.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora