CAPÍTULO 71: Casa siniestra

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Salomé despertó en su cuarto, en la mansión, y ni siquiera recordaba cómo había llegado hasta ahí. Le dolían y le picaban los ojos como si le hubiera caído tierra en ellos.

Se enfocó en sus pensamientos y el corazón se le apretó de dolor, cayendo en cuenta nuevamente de lo que había pasado.

Estar dormida ayudaba a olvidar los malos momentos, pero en cuanto la conciencia despertaba, todo dolía de nuevo y tendría que pasar un día del infierno...

Empezó a recordar, cuando Frank llegó a la azotea, junto con Victoria, las gemelas y Paul. Todos se acercaron a ellos dos, intentando consolarlos. Frank se posicionó frente a Jimmy y se arrodilló para abrazarlo, mientras que Victoria les puso una palma a cada uno en los hombros; las gemelas la abrazaron, arrancándola de la espalda de Jimmy y luego Paul abrazó también a su hermano.

Fue horrible, una porquería total, porque los recuerdos le llegaban como si eso hubiera pasado en otra dimensión; se sentía bastante extraño, pero el sentimiento era muy parecido al del día que perdió a sus padres y las gemelas la consolaron.

Siguió recordando cuando se subieron los siete a la camioneta de Frank y él condujo hasta la mansión.

Por todo el camino no hacía más que mirar a Jimmy, que iba en el puesto del copiloto, con los ojos cerrados mientras las lágrimas no paraban de escurrir de entre sus párpados. Sus puños seguían apretados y sus manos estaban tan blancas que le preocupaba, pero no sabía qué hacer y mucho menos qué decir, y si Frank no le decía nada, era porque sabía que era lo correcto, así que prefirió quedarse callada.

Cuando llegó a la mansión ese día, la casa por fuera se veía siniestra, con nubes negras adornando el cielo sobre ella, y por dentro estaba en penumbras; parecía como una de esas mansiones del terror que ponen en venta una y otra vez porque nadie logra vivir mucho tiempo ahí, debido a los sucesos para normales. Se sentía y se veía aterradora, sin ella... Era como si la casa tuviera alma y esa alma había sido la de Ana, que ya no estaba ahí, sino en el cielo, dándole vida al paraíso e iluminándolo todo allá arriba.

Miró hacia la cocina, buscándola por pura costumbre, y el nudo en su garganta volvió a subir para torturarla.

Las gemelas la llevaron hasta su habitación, y su tía se había quedado abajo, mientras que Paul y Frank caminaban a cada lado de Jimmy, sujetándolo cada uno por un brazo como si él pudiera desplomarse en cualquier momento, pero comprendió que eso era necesario, cuando ella misma se sintió a punto de caer desmayada.

No había desayunado y ya era tarde; sin embargo, sabía que su debilidad no se debía a la falta de comida, sino a la falta de Ana y al dolor por su pérdida...

Cuando habían llegado a las habitaciones y era hora de separarse de Jimmy, sintió otro agujero en el pecho; no quería alejarse de él, pero entendía que su amado esposo quisiera estar solo.

No había articulado palabra desde que le rogó que lo despertara de la pesadilla en la azotea, y cuando toda la familia llegó a buscarlos, permaneció mudo también. No quisieron llevarlos a ver a Anita, aunque ninguno de los dos pudo tan siquiera pedirlo.

Se había detenido en su puerta esperando que el par de hombres, que tampoco tenían palabras ni gestos, ingresaran a Jimmy a su habitación, y cuando él desapareció tras la puerta y la cerraron, se sintió impotente, pero enseguida una de las gemelas abrió la puerta de su habitación y la otra la guiaba para que siguiera.

Se cambió de ropa con la ayuda de las hermanas, que le buscaron algo cómodo en el armario, y luego se metió bajo las cobijas, acurrucándose en posición fetal. Ellas se habían quedado ahí a su lado, consolándola con caricias en los hombros y la cabeza, durante un par de horas, hasta que el mediodía llegó y con él, la hora de almorzar.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora