CAPÍTULO 104: El primer síntoma

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Salomé lo estaba dando todo en los ensayos; era la primera en llegar y la última en irse todos los días. La maestra estaba orgullosa de ella porque a pesar de su condición, era la mejor bailarina de todas; sin embargo, eso fue así hasta que... le dieron ganas...

Su primer síntoma fue el peor de todos para ella. No sabía por qué, pero vivía pensando día y noche en el garrote de Jimmy... si... ni siquiera ella lo entendía... Lo cierto era que se imaginaba mil cosas con ese miembro del demonio sexi de su esposo, y todo lo que veía se lo recordaba...

—¡Oh, miren ese bolillo! —les dijo a las gemelas señalando el tolete de un policía—. Se parece a... Bueno, menos en el color...

—¿De qué hablas? —cuestionó Sayda poniendo cara de confusión.

—Está pensando en el pene de Jimmy —susurró Saray para las tres.

—Jajá, ¿de verdad Salo?

—Es que miren... si cierro los ojos podría imaginar que es el garrote de Jim, parece igual de duro —se mordió el labio.

—¿Quieres que vaya y le pida que te lo preste? —preguntó Sayda con burla.

Salomé reaccionó y sacudió la cabeza.

—¡Aggg, no se que me pasaaaaaa!

—Falta de sexo amiga, es eso —comentó Saray.

—No es falta de sexo, es falta de Jimmy —dijo Sayda.

—La misma cosa...

—¡Dios!, me acaloré solo con ver ese maldito bolillo.

Sacó una pequeña toalla de su bolso y se limpió la frente.

—¡Sé lo que necesita Salo! —exclamó Saray—. Vamos.

Las jaló de la mano a ambas y paró un taxi.

—¿A dónde me llevas? —preguntó Salomé, desconcertada.

—Señor, llévemos a una de esas tiendas dónde venden juguetes sexuales —le dijo Saray al taxista, en inglés.

—Con gusto —contestó el hombre, tratando de ocultar sus ganas de reír.

—¡¿A dónde?! —objetó Salomé atónita.

—¡Sí, yupi! Yo también quiero uno —aplaudió Sayda.

—¿De verdad crees que esto es necesario?

—Obviamente sí, amiga, es lo que necesitas ahora, ¿no quieres dejar de pensar en el pipí de Jimmy?

—No quiero... lo que quiero es tenerlo conmigo —hizo un puchero.

—No se puede, sabes que falta mucho para que lo veas y no quiero que termines metiéndote un pepino —dijo Saray.

Llegaron al Sex Shop, y en cuanto se bajaron del taxi, Salomé se puso a contemplar todo desde afuera, hasta que la mano de Saray la arrastró al interior de la tienda.

—Buenas —saludó a una de las personas que atendían—. Estamos buscando un pene.

—¡Estúpida, se dice consolador, vibrador, etc! —la corrigió Sayda.

—Ah, con que tú ya has estado en una tienda de estas, maldita ninfómana —la reprendió Saray.

—¿De qué tipo lo buscan? —preguntó la chica que tenía una camiseta rosa con la estampa de una boca mordiéndose el labio inferior.

—Danos un momento —le pidió Saray.

—Como gusten.

—Chicas... no sé si esto sea correcto...

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora