CAPÍTULO 72: El cuerpo no duele cuando el alma está destrozada

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Jimmy estaba acostado, con todo su cuerpo enterrado bajo las cobijas; si acaso había una pequeña abertura que le ayudaba a respirar aire fresco.

Sus ojos estaban hinchados y cansados; las lágrimas se le habían acabado y muy de vez en cuando le escurría alguna gota por las mejillas. Su nariz estaba roja e irritada, además de seca y con los orificios cuarteados. Le dolía respirar y por eso mantenía su boca entreabierta, pero sus labios se llevaban la peor parte, y después de que siempre mantenían suaves y rosados, se habían puesto pálidos y secos.

Su padre lo había visitado la noche anterior, para llevarle la comida, pero aunque trató, no pudo pasar bocado; el nudo en su garganta, que no se deshacía, se lo impedía, y sentía su estómago apretado como si sus intestinos estuvieran secos y quisieran morir con él también...

No sabía qué hora era, ni quería saberlo; el tiempo había perdido toda su importancia, así como cualquier otra cosa de la vida.

Perder a su madre lo había destruido de la misma manera, y lo que sentía ahora, era como un déjà vu, reviviendo los mismos sentimientos y el mismo dolor insoportable.

No recordaba mucho de esos tiempos, porque lo cierto era que se la había pasado haciendo cosas que no debía para mitigar el dolor, como por ejemplo, ir a los bares a beber como loco y pelearse con cualquier borracho que se le pusiera en frente.

Esos habían sido tiempos muy duros, pero no menos que los actuales, y temía volver a caer en esa depresión, aunque su masoquismo le suplicaba que lo hiciera; sería placentero también poder desahogarse con todo, total, Ana ya no estaba para reprenderlo...

Escuchó el leve clic de la puerta, pero ni siquiera se molestó en elevar la mirada; no le importaba quien estuviera entrando, ya se le había olvidado que existían otras personas a su alrededor.

Una sombra silenciosa empezó a acercársele y luego sintió una mano suave, peinando su cabello alborotado.

El olor femenino, que ya era tan familiar, se coló por sus fosas nasales y eso lo hizo sentir mejor, además de querer elevar la vista para mirarla.

Apartó un poco la cobija que lo cubría hasta la sien, y subió la mirada para verla, encontrándose con sus ojos oscuros que lucían apagados, aunque su semblante parecía más tranquilo.

Las manos de ella siguieron acariciándole el cabello, suavizándolo, mientras esos ojos oscuros no dejaban de contemplarle el rostro demacrado, pero su mirada estaba llena de dulzura; lo veía como un niño que necesitaba consuelo, y ese consuelo que ella le estaba dando se sintió reconfortante; sin embargo, al mismo tiempo parecía que sus caricias revivían el dolor que sentía y quería salir a chorros de él... Quería que sus brazos sirvieran como paño de lágrimas, y cuando pensó que se le habían terminado, sintió de nuevo sus mejillas arder por el contacto de esa humedad que afloraba de sus ojos...

❤ღ❤

Se le rompió el alma cuando lo vio llorar y solo quiso calmar ese dolor, pero, ¿de qué manera?

Nunca había sido buena para consolar a nadie; sin embargo, con Jimmy las caricias le salían con naturalidad, y aunque dudaba que esa fuera la forma correcta, lo hizo... Se agachó acercándose lentamente hacia el rostro de él y besó su mejilla húmeda, limpiando con sus labios esas lágrimas saladas que sabían a mar...

Le recorrió cada centímetro de la cara con su boca, tocando suavemente su piel caliente; sus labios se pasearon por sus pómulos, nariz, mentón y delinearon su mandíbula tensa, pero debió repetir el proceso varias veces, porque entre más lo besaba, más lágrimas emergían de sus ojos, y volvió a ascender, absorbiendo sus lágrimas hasta que llegó a esos ojos hermosos que necesitaban amor... Él los cerró y ella besó sus párpados, deteniéndose en cada uno para calmarlos, pero entonces sus propias lágrimas afloraron también, mojando la frente de él, y solamente sintió el movimiento de su cuerpo, acomodándose para abrazarla...

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora