CAPÍTULO 37: Corazón resentido

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Jimmy subió a su habitación luego de haber ignorado por segunda vez la presencia de su esposa y cerró la puerta con seguro.

Esperaría a que Ana le llevara el almuerzo y luego se dedicaría a pensar y atormentarse con el recuerdo de lo que había visto en el parque.

Esa escena que había acabado con su corazón; ese que desde hace poco tiempo se había vuelto de algodón, después de haber sido de piedra toda la vida, pero una mujer... esa mujer... había conseguido reblandecerlo.

«¿Para qué lo hizo?, ¿para tener el placer de destruirlo después?»

Tenía rabia... mucha rabia lo invadía por haber pensado en algún momento que tal vez ella sentía algo por él. Por haberse dejado atrapar de una mujer que sabía que no era para él.

Ella era demasiado libre, demasiado independiente, demasiado soberana... y él era un hombre de posesiones...

La mujer que quería para él, la había tenido siempre. Todas rendidas a sus pies y dispuestas a cumplir cada uno de sus deseos; si él les pedía que no vieran a otro hombre nunca, seguramente esas mujeres lo habrían hecho sin condiciones, con tal de tenerlo a él, completo, para ellas...

Se sentó en el borde de la cama y se quedó mirando sus zapatos para seguir reflexionando...

¿Qué le había pasado?, ¿por qué con ella no pudo ser como con todas?

Simplemente, dejar que se acercara solita y darle lo que quería satisfaciendo también sus propios deseos, sin importar contratos ni compromisos...

¿Por qué si ella lo había conocido odiándolo, se había entregado a él de esa forma después?

Recordó su primera mirada de furia ese día en el club mientras lo golpeaba sentada sobre él, y no pudo evitar sentir la gran diferencia que hubo después, cuando la tuvo en la misma posición, dispuesta a entregarse a él, ¿o complacerse así misma?...

Su frente se arrugó de ira al pensar que tal vez él solo había sido un juego para ella, y que era de esas mujeres que seducían para conseguir lo que deseaban a cambio. De esas que se regocijaban de ver sufrir a un hombre por ellas..., pero, entonces, la sonrisa de ella vino a su mente... El brillo de sus ojos mirándolo justo la noche anterior, cuando él le habría su corazón para contarle sus penas y ella lo consolaba diciéndole lo que pensaba sobre él.

Ninguna mujer antes había tenido la amabilidad de resaltar sus virtudes interiores, porque todas únicamente se fijaban en sus atributos físicos, alabando su buena forma, su altura, sus músculos y uno en especial..., pero nunca le habían dicho siquiera lo bonitos que eran sus ojos o su sonrisa; no como ella se lo decía, a través de sus ojos que lo admiraban, como queriendo contemplar cada uno de sus gestos para grabárselos en la mente y el corazón...

Vio una gota transparente caer al suelo, y solo entonces se percató de que era una lágrima suya...

La limpió con el dorso de la mano y se levantó de la cama, solo para empezar a dar vueltas por la habitación, con la cabeza hacia atrás, mirando el techo; caminando con las manos en los bolsillos, de una esquina a otra, tratando de que no se le escaparan más lágrimas...

«¿Qué está pasándome?»

Nunca antes había llorado por alguien que no fuera su madre y ninguna mujer había conseguido tan solo entristecerlo, pero ella... era un demonio que le había robado el alma y ni siquiera recordaba cuando había firmado el pacto... hasta que... sí, lo recordó...

Ese contrato matrimonial había sido su sentencia a muerte y el inicio del camino al sufrimiento.

Ese día le había entregado su alma al diablo que, extrañamente, estaba disfrazado de mujer; de una chica chaparra y hermosa, de ojos oscuros y cabello brillante... Una que sonreía y hacía que las estrellas perdieran su hermosura, opacándolas con el brillo de su sonrisa... y sus ojos... parecían un par de galaxias que él había querido explorar, pero siempre terminaba perdido en ellas...

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora