CAPÍTULO 89: La decisión más acertada

502 71 2
                                    

Salomé despertó en la cama de Jimmy sin recordar en qué momento había llegado ahí. Tal vez se había quedado dormida entre sus brazos en la cocina mientras se abrazaban.

No era raro que eso sucediera, estaba cansada, y esa dosis de amor y orgasmos la había dejado todavía más exhausta.

Se estiró en la cama bostezando y suspirando después, feliz de la vida... Él no estaba a su lado, quizás se había levantado al baño, pero comprobó que no era así cuando lo buscó allí y no lo encontró.

No le importó mucho, tal vez había tenido que salir, aunque era sábado; podría estar en el gimnasio ejercitándose. Le encantaba hacer ejercicio; a pesar de que él era quien lo había dado todo, esa noche, para ella, nunca era suficiente cuando se trataba de tonificar los músculos.

Salomé, por el contrario, casi no se ejercitaba muy seguido; a veces simplemente salía a correr en las mañanas y solo con eso se mantenía en forma.

Estaba haciendo un hermoso día; el cielo lucía despejado y el sol alumbró la habitación, golpeándole la cara en cuanto corrió las cortinas.

Se cepilló los dientes y se puso una licra junto con una sudadera de Jimmy, antes de bajar a buscarlo en el gimnasio. No estaba tampoco, así que le marcó al celular, pero no contestó.

Prefirió no darle importancia y salió de la casa a correr al parque de enfrente.

El día estaba caluroso para ser invierno, pero la sudadera de Jimmy era suavemente perfecta. Mientras corría, el viento se colaba por las mangas y el cuello, refrescándola, y cerraba los ojos de vez en cuando, relajándose completa; hasta que, en una de esas ocasiones, no midió el tiempo que mantuvo con los ojos cerrados y se estrelló con la espalda de alguien.

Su sorpresa fue mayúscula cuando esa chica se dio la vuelta y vio que se trataba de su ex enemiga.

Una Brenda demacrada la miraba con horror, pero los ojos también le brillaron de esperanza al verla.

—Señorita Sol, buenos días —la saludó esbozando una sonrisa que al parecer le costaba mucho expresar.

Se veía realmente mal; tenía una sudadera negra, pero no parecía estar haciendo ejercicio, sino más bien pidiendo limosna. Los ojos los tenía rojos e hinchados como si hubiera estado llorando por días seguidos y sus ojeras delataban su falta de sueño también.

Sintió lástima por ella en ese mismo instante, y no pudo no devolverle la sonrisa.

—Hola, ¿qué tal?

—Y-yo... —tartamudeó—. No piense que estoy persiguiendo al señor Jimmy o espiándolos.

—No lo he pensado.

—Es que yo, simplemente, pasaba por aquí —agachó la mirada y Salomé supo que mentía.

—Lo segundo no te lo creo.

Ella volvió a levantar la vista, y sus ojos parecieron humedecerse, pero trató de ocultarlo.

—La verdad es que... —dudó por un momento, pero volvió a mirarla a los ojos—. Sé que no lo merezco y pareceré muy descarada, pero es que necesito ayuda. —La voz le temblaba y Salomé la miraba atenta, haciéndole saber que estaba escuchándola—. Yo lo perdí todo, señorita. —Una lágrima empezó a rodar por su mejilla izquierda, seguida de otra—. Mi almacén está cerrado y no podré volver a abrirlo, mis ahorros se terminaron y además no me dan trabajo en ninguna parte.

—¿No tienes familia? —fue lo primero que se le ocurrió preguntarle.

—Sí, pero ellos viven lejos de aquí y no tienen como ayudarme —explicó, limpiándose la cara con la manga de su sudadera—. ¡Por favor, señorita Sol, le suplico que me ayude!

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora