CAPÍTULO 36: Corazón roto

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Salomé disfrutaba de su almuerzo cuando de pronto el pimpollo celoso entró y la ignoró, pasando frente a ella como si ni siquiera se hubiera percatado de su presencia.

Fingió tan bien que ella se lo creyó, o más bien, no quería pensar que él la estaba ignorando porque le costaba, cuando no hace mucho tiempo atrás la había estado persiguiendo; aunque, ¿qué carajos le pasaba? Había querido producirle celos precisamente para verlo enojado con ella, pero ahora se sentía mal por no poder contemplar sus ojos miel enfocándola.

Lo vio pasar directamente hacia la cocina y entrar saludando a Ana, para entregarle lo que parecía una caja de pastillas.

Ya casi iba a acabar su almuerzo, pero empezó a comer como una hormiga simplemente para darle tiempo a Jimmy de sentarse a almorzar junto a ella y; sin embargo, lo que sucedió a continuación la dejó atónita:

El chico de ojos claros que la volvía loca, le pidió a Ana que le llevara el almuerzo a su recámara.

—Pero, ¡ni siquiera desayunaste! —le reprochó la mujer que actuaba como si fuera su madre, la mayor parte del tiempo.

—No te preocupes por eso, no tenía hambre —le respondió él mientras Salomé jugaba con la cuchara en el plato de comida, escuchando la conversación de los dos desde el comedor.

—No me mientas, Jimmy —volvió a objetar Ana—. No hay un solo día que tú despiertes sin hambre.

—Si lo hay, créeme —le respondió él—. Pasé muy mala noche, de hecho creo que fue la peor en todos mis veinticuatro años de vida.

Salomé se atragantó con una migaja de arroz que no había conseguido mandar por completo y empezó a toser descontroladamente, dándose golpes en el pecho para recuperar el aliento, mientras que el par en la cocina se quedaban callados, seguramente escuchando su tos repentina que claramente la había delatado.

No podía creer lo que Jimmy decía.

«¿La peor noche de su vida?»

Si hubiera sido ella misma, se habría reído de sus palabras, pero tenía que aceptar que ya había perdido por completo esa parte suya, orgullosa y altiva.

Le dolía... Le afectaba de una manera absurda lo que Jimmy había dicho, porque para ella había sido la mejor noche de su vida, y el primer impacto que tuvo al escucharlo, fue negativo, pero a medida que se fue tranquilizando, su alta autoestima la ayudó a pensar que lo más probable era que él estuviera celoso por haberla visto con el rubio, y se le escapó una sonrisa después de eso.

—Está bien, te llevaré el almuerzo a tu habitación —aceptó Ana finalmente, aunque no le creyera en absoluto lo que él había dicho.

—Te espero arriba —lo escuchó decir antes de verlo salir de la cocina, sin mirarla, nuevamente...

Con el paso orgulloso y varonil que lo caracterizaba, atravesó el umbral de la cocina y pasó por el comedor hasta salir sin siquiera importarle que ella estaba ahí, aunque sabía que él la había escuchado toser claramente.

«¡Maldito renacuajo!»

Perdió el hambre instantáneamente, y hasta tuvo que empezar a respirar de manera pausada para llevar el plato a la cocina sin su cara de culo, porque seguramente, Ana, al verla, notaría que estaba furiosa y resentida con su esposo.

Se levantó de la mesa un par de minutos después con el plato y el vaso de jugo en las manos y los llevó a la cocina; quería disponerse a lavarlos, pero Ana, prácticamente, se los arrancó de las manos, diciendo que ese no era un trabajo para una señorita como ella, pero, ¿por qué a Jimmy no le decía nada?

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora