CAPÍTULO 46: Aclarando algunos asuntos

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Salomé llegó a su oficina después de las clases de ballet, y se dispuso a empezar su trabajo, rogando al cielo que su tía no apareciera ese día a amargarle la vida con sus asuntos.

El fin de semana no había sido muy bueno para ella y tenía la esperanza de que todo mejorara esa semana, llenándose de trabajo para distraerse, inventándose proyectos nuevos que ocuparan todo su tiempo y le permitieran volver a la mansión solo en la noche, pero... lo inesperado sucedió cuando tocaron la puerta y se levantó a abrir, encontrándose a Jimmy detrás de esta.

Lo miró aterrada de pies a cabeza, sin saber qué decir o como reaccionar por su repentina aparición, así que solamente lo "saludó" como lo hubiera hecho cualquier otro día:

—¿Qué haces aquí?

—Tenemos que hablar —le dijo él mirándola con seriedad, pero a diferencia de otras ocasiones, parecía estar relajado.

—¿De qué?

—De muchas cosas, ¿puedo pasar?

Se tragó el nudo en la garganta por los nervios y asintió.

—Sí, pasa.

Dio la vuelta caminando hasta su silla para sentarse y tratar de fingir que no le temblaban las piernas.

—¿Cómo estás? —inició él la conversación, luego de sentarse en uno de los muebles frente a su escritorio.

—Bien, gracias por llevarme a la casa... por llevarnos a las gemelas y a mí.

—Descuida, es lo que haría cualquier esposo. —Todavía no podía creer que él estuviera ahí, sentado frente a ella, hablándole con tanta tranquilidad—. De eso quiero hablar, de hecho.

—Empieza.

—Dime, Salomé, ¿cuántas veces más has sido tan irresponsable?

Su manera de hablarle la hizo entrecerrar los ojos, pero él seguía con su semblante pacífico.

—Desde que estamos casados... solo esta vez, y lo de antes no tiene por qué importarte, hace parte de mi pasado.

—Así que ya había pasado antes...

—No he dicho eso.

—¿Por qué haces cosas tan estúpidas y peligrosas? Primero te atreves a subirte a la montaña rusa más grande del país cuando ni siquiera conocías una, y luego te vas a un club de noche con tus amigas y te pones a beber como una desquiciada.

—¿Qué te hace pensar que no conocía una montaña rusa?

—A ver, Salomé Salazar... es obvio, se nota a leguas que lo tuyo no son ese tipo de aventuras.

—¿Y lo tuyo si?

—Sí.

—Está bien, lo reconozco, pero me gustó, de verdad... tal vez vuelva a hacerlo pronto.

—No será sin que yo esté presente, te lo aseguro.

Eso último le hizo acelerar el corazón... sonaba muy hermoso para ser cierto y no quiso empezar a ilusionarse, sin antes comprobar qué tan cierto era:

—¿Por qué finges preocuparte tanto por mí? No tienes que hacer ese tipo de cosas, con que finjas ante los demás es suficiente y n...

—No finjo —la interrumpió su voz masculina que le erizaba la piel con tan solo escucharla—. Lo hago de verdad, me preocupo por ti, pero ese no es el asunto ahora —esquivó el tema—. Vayamos a la segunda parte, lo de perder la conciencia en un bar con tus amigas, ¿por qué fue?

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora