CAPÍTULO 88: El compás del amor

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Jimmy se quedó mirándola fijamente por unos segundos y luego, simplemente se aferró a sus labios nuevamente...

Tenía hambre de ella, la deseaba tanto que no iba a desaprovechar un segundo más. Lo demás podía esperar; él también tenía algo importante que decirle, pero sus ansias de hacerla suya eran más fuertes.

—Jimmy —pronunció Salomé en un susurro que terminó en gemido, mientras él le besaba el cuello, justo por debajo de la mandíbula.

—Calla —le ordenó, fastidiado, por tener que separar los labios de su piel.

Ella tenía la cabeza inclinada hacia atrás, para darle paso a su boca. Era evidente que también moría de deseo por él, y por esa razón solo protestaba con las palabras, porque el cuerpo respondía de otra manera.

Se había aferrado a su camisa, apretándolo por las costillas, queriendo pegarse a su cuerpo desesperadamente.

Él siguió el descenso por su garganta, tomándose un tiempo para saborearle la clavícula y finalmente llegar al comienzo de los pechos, que tenía cubiertos con ese vestido negro brillante tipo strapless, y él quería arrancar de un solo tirón, pero esta vez iba a tomarse su tiempo para saborearla centímetro a centímetro, poro a poro...

Quería tatuarla con sus besos otra vez. Todavía tenía leves marcas de los chupones anteriores, pero no habían sido suficientes; él quería más...

La agarraba fuerte de la cintura mientras se apropiaba de ese par de bultos cubiertos, sin poder llegar a la areola y mucho menos a los pezones. La lamía y le chupaba la piel, rozándola con los dientes y deleitándose con sus jadeos femeninos.

Sus manos fueron descendiendo por las curvas de su cuerpo hasta llegar al comienzo de los glúteos, sin detenerse. Los abarcó con sus palmas abiertas, acariciándolos por encima de la tela, sin poder saciarse de ellos.

No se saturaba de ella; quería más cada vez e iba por ello.

Sin prisa la recostó a la pared y continuó el descenso de sus manos por los muslos, desviándose hacia adelante. Llegó al interior de sus piernas y comenzó a subir, sintiendo el temblor de ese cuerpo que era su prisión... Una de la que no querría salir jamás y anhelaba la cadena perpetua.

—Mmm —gimió ella cuando le rozó los labios íntimos por encima de las bragas estorbosas.

Empezó a resbalar sus dedos por esa intimidad que lo mojaba.

Salomé estaba ardiendo; su piel era tan caliente que lo quemaba, y estaba tan lubricada ya, que ansió poder hundir su cara en ese manantial y beber de su elixir, pero lo haría cuando ella se lo suplicara. Quería escucharla rogándole que bajara y la consumiera, así que optó por acariciarla primero, lentamente para que el deseo siguiera incrementando.

La erección en sus pantalones pedía salir, pero podía contenerse mientras ella tuviera las manos lejos de ahí. Le estaba acariciando la espalda, concentrándose únicamente en lo que él le estaba haciendo y eso le convenía por ahora.

No pasó mucho tiempo hasta que sus dedos impacientes empezaron a apartarle la tela que cubría su intimidad, para poder sentirle la piel suave y húmeda... Salomé gimió sonoro cuando sus yemas la tocaron, y él se deleitó con ese gemido que llegó acompañado de una mordida de labios, la cual tampoco pudo resistir y volvió a pegarse a su boca como un animal hambriento.

—Jim... —gimió largo, justo en el momento en que dos de sus dedos se colaron en su interior.

Empezó a moverlos dentro de ella, lentamente, y la sintió doblarse un poco, cerrando las piernas para atraparlo, pero inmediatamente volvió a separarlas, quedándose más abierta para él.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora