CAPÍTULO 67: Desesperación

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El desfile por esa pasarela gigantesca dejó agotado a Jimmy; había tenido que modelar un montón de atuendos, y hasta había perdido la cuenta de cuantas veces tuvo que cambiarse rápidamente y salir a exhibirse ante millones de personas, porque no solo lo vieron frente a frente, sino que también se había trasmitido el desfile por televisión en vivo y en directo.

No era que le molestara el modelaje, le gustaba lucirse ante el mundo como el hombre apuesto que era, y notar todas las miradas puestas en él, mientras los flashes de las cámaras fotográficas le alumbraban el rostro.

Estaba en su habitación del hotel, recién duchado y a punto de irse a dormir.

Eran casi las doce de la medianoche, y no había hablado con la pulga desde la mañana, así que le marcó para al menos darle las buenas noches, pero el contestador lo mandó al buzón; tal vez ya estaba durmiendo y no quiso molestarla, así que fue a la cocina para tomar un poco de agua y se acostó a descansar, quedándose profundamente dormido enseguida.

La vibración de su celular sobre la mesita de noche, lo despertó minutos después, cuando ya el sueño profundo le había llegado. Le costó unos largos segundos encontrar su celular, palpando en la oscuridad, hasta que lo tomó y contestó enseguida, al ver en la pantalla que se trataba de Salomé:

—¡J-jim! —entonó su voz temblorosa, y él enseguida tuvo un mal presentimiento.

—¿Qué pasa? —preguntó incorporándose para sentarse en la cama, el sueño se fue de él tan rápido como había llegado.

—Anita...

Al escuchar la voz llorosa de Salomé, su corazón dio un vuelco dentro de su pecho y lo sintió saltar como si quisiera desprenderse.

—¡¿Qué sucede?, Salomé, habla!

Ella sollozaba respirando con dificultad y la impaciencia lo estaba matando.

—Sufrió un ataque al corazón, o algo así dijeron los paramédicos, la ambulancia acaba de recogernos.

—¿Qué? —Se llevó una mano a la cabeza mientras con la otra sostenía el celular que temblaba sobre su oído derecho—. ¿Ella está bien?

Caminó nervioso por la habitación sin poder pensar claramente qué debía hacer, mientras buscaba su ropa.

—No lo sé —sollozó—. La están monitoreando.

Escuchó el llanto de Salomé y sintió que sus propios ojos se derretían; no podía estar pasándole eso a él...

Su segunda madre estaba en peligro y ni siquiera sabía qué había pasado exactamente.

La ansiedad lo envolvió y no supo que responderle; ella se notaba muy asustada también y eso lo estaba desesperando.

—Voy para allá, espérame en el hospital, tomaré el primer vuelvo que salga.

—No tardes, por favor, estoy muy asustada.

—Tranquila.

Colgó el teléfono sin decir nada más y comenzó a vestirse velozmente.

Salió del hotel con apenas su billetera, y ni siquiera le avisó a su padre; paro un taxi y le pidió al chofer que lo llevara al aeropuerto. Por fortuna el conductor se percató de su estado de preocupación, y condujo lo más rápido que pudo sin preguntarle nada.

Jimmy no quería hablar; sus manos temblaban sobre sus rodillas, mientras miraba por la ventana sin enfocar sus ojos a ninguna parte, solo pensaba en que todo lo que quería era tener tiempo para llegar a su ciudad y ver a Ana.

Miraba cada diez segundos su reloj y hasta encendió el GPS para monitorear el camino y saber cuanto faltaba.

Sabía que ese no era el único trayecto; le esperaba uno aún más largo en el avión, porque serían al menos dos horas de viaje desde el aeropuerto, y el vacío en su pecho no lo dejaba respirar.

Selenelion (Sol y Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora