Capítulo 5

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Sabía que se vendrían momentos incómodos.

— ¿Un repartidor? —muy contrario a lo que pensé que pasaría, se puso a reír. Quedé muy confundido— Siempre pensé que te gustaba Amber.

Me volví a sentar en mi silla y lo miré indignado.

— Pues no, no me gusta ni ella, ni el repartidor —hice gestos de indignación, cruzando los brazos sobre mi pecho. No era del todo cierto, pero no me pondría a explicarle todo lo que había pasado en este momento. 

— Uuuy, está bien Pili —me respondió moviendo las manos restándole importancia—, él te puede traer comida gratis. Hasta yo le aceptaría una cita we. 

Y volvió a reírse entonces. Me contagió su risa, aunque quisiera hacerme el enojado no iba a funcionar. La vergüenza no me abandonó a pesar de todo, las mejillas aún las tenía rojas y el nuevo pensamiento que me estaba acechando no me dejaba tranquilo. Quería arrancarse de mis labios. 

— Igual si, comería bacán todos los días, me traería de todo el weón —dije de la forma más casual posible. Moviéndome el pelo. Mi amigo quitó su sonrisa en aquel momento, puso gestos extraños, abrió la boca para decir algo y luego volvió a callar— No creo que me costase mucho conquistarlo. 

Pareció apagarse durante unos momentos, quizá mi comentario le había incomodado de alguna forma. Nos quedamos en silencio unos pocos segundos. Que segundos tan incómodos. 

— ¿Me engañarás con el primero que te pueda dar comida gratis? —dijo con una voz demasiado seria para ser él. Era extraño. Enseguida corrigió su tono, respondiendo con la voz que siempre usaba cuando estaba de broma—. ¡Yo pensaba que teníamos algo especial!

— Si tu me das comida gratis, me quedo contigo —alcé los hombros desinteresado, sonriendo un poco engreído—. Me iré a comer con Amber, vengo altiro. 

Él me dijo que esperaría sin problema. Bajé corriendo hasta el comedor. Amber había puesto la mesa y tenía la pizza en el medio. Había pedido mi favorita. Me sonrió con alegría.

— ¿Qué te dijo el Missa por lo del repartidor? —preguntó excesivamente interesada y con una enorme sonrisa. Se sentó a la mesa. Yo le seguí suspirando— ¿Un poquito de celos?

Me sonrojé instantáneamente— El Missa no va sentir celos de que alguien coquetee conmigo—dije rascándome el cuello incómodo y nervioso— No tenías porqué decirle algo tan vergonzoso —Me tapé la boca. Ella notó enseguida mi molestia y se tranquilizó—. No quiero que él piense cosas que no son.

— Lo siento, no quería hacer algo mal. —ella puso una mano sobre la mía y sonrió. Siempre había sido dulce. No podía estar demasiado tiempo molesto con ella—. No lo volveré a mencionar.

— No te preocupes, solo me da un poco de vergüenza —no sabía porque me incomodaba. Quizá era el hecho de que fuera un hombre, o de qué él hubiera pensado que yo era gay. Podía verme un poco femenino, pero no tanto... ¿O sí?— ¿En serio parezco... Alguien a quien le gustan los hombres?

— Ehm, no sé si quieras que responda con honestidad —se carcajeo— preguntémosle al repartidor.

— ¡Amber!

— ¡Ya, ya! No lo diré otra vez —se tapó la boca para no seguirse riendo. Yo fruncí el ceño.

No estaba enojado con ella, estaba enojado conmigo porque esa situación me hubiera avergonzado. Era una anécdota graciosa, digna de contar. Me hacía quedar como un galán que los puede conquistar a todos. Pero me había puesto incómodo y aunque yo no pudiera comprender qué me pasaba, ella siempre entendía.
Terminamos de comer, conversamos animados, nos contamos como iban las cosas y me preocupé de lavar todo y dejar ordenado.

Volví a la llamada con Missa, este estaba editando como lo estaba la mayor parte de su tiempo. Le hablé, esperando que estuviera con la misma actitud extraña que cuando me fui, pero me respondió como siempre lo hacía.

Ya que él estaba editando, yo me puse a terminar ilustraciones. Nos quedamos en llamada para no dejar de hablarnos. A pesar de todo los silencios con él no eran en absoluto incómodos, podía estar tranquilo y saber que él estaba ahí.

Cuando nos cansamos de estar frente a la pantalla, nos quedamos simplemente hablando. Ninguno tenía ganas de jugar, solo queríamos estar relajados. Todo fluía bien hasta que me acordé (por una notificación del celular) que hoy les había prometido a mis seguidores que haría stream jugando Gartic. 

— Oye Missa, voy a ponerme a hacer stream ahorita, ¿quieres estar? —pregunté de forma casual. Ya les había escrito a mis demás amigos para que jugáramos Gartic Phone.

— Si wey, ¿vamos a jugar fornite?

— No, le dije al Vallo y a la Amber que sería Gartic —sonreí al instante al recordar lo chistoso que resultaba el juego con todos dibujando—. Podrás dejarnos asombrados con tu arte, así como el Link chiquito de la otra vez.

Él sabía lo mucho que lo admiraba. Esperaba que no se olvidara de aquello, porque lejos de ser mi mejor amigo, también era una de mis grandes inspiraciones. Me sonrió de vuelta haciéndose el halagado y el avergonzado, le cargaba que le dijera demasiadas veces lo muy orgulloso que estaba de él. Sabía que no le gustaba que se las nombrara porque en serio terminaba avergonzándose. Era tierno verlo así. 

Preparé todo para comenzar a stremear, llamé a todos mis amigos y estuve listo para pasar un buen rato.

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora