Capítulo 22

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No importaba lo tarado que pudiera verse. Lo único que lograba ver era una persona triste, que se sentía sola. No quería tomarle importancia a las cosas que había dicho, no eran reales, no podían serlo. Estaba jugando por estar borracho. Se había quedado atrapado en su camiseta. Era como ver a un niño tratar de vestirse.

Sea veía demasiado tierno por mucho que apestara a alcohol. El muy pendejo podía ser el hombre más desaliñado del mundo y se vería increíblemente guapo de todas formas

Me volví a acercar a él, le tomé el borde de la camiseta y se la quité. Traía los ojos llorosos y las mejillas sonrojadas. Había un pensamiento que me daba vuelta a la cabeza, pero no quería siquiera procesarlo, porque si lo hacía, sabría que no hay vuelta atrás. Ya suficiente había tenido con el momento en que me quedé mirándolo en la plaza. Él hacía ruiditos tristes y se alejó de mí al instante en que le quité la playera. Se cubría con los brazos el torso.

— Phillip... estás ebrio wey —susurré lo obvio, mientras me ponía de rodillas frente a él. Me miraba desde arriba, sentado en la cama. Traía el cabello despeinado. Las ojeras marcadas. ¿Estaría durmiendo mal? Quizá no se sentía del todo cómodo y eso me preocupaba, quería que se sintiera bien—. Duérmete, mañana te traeré unas aspirinas y agua.

— No te vayas —yo no me había movido, no pensaba irme. Aun así, el me agarró del brazo para que no me fuera. Mi corazón latía como loco. No sabía que estaba sintiendo. No entendía que era esta sensación que me recorría la espalda, las puras ansias me comían por dentro—. Quédate un ratito... por favor... 

Me acerqué aún más a su rostro. Le pasé la mano por la cara, se le había caído una lágrima. No entendía porque había comenzado a llorar y una parte de mí decía que no sería buena idea preguntarle. Volví a acercarme. Él no se alejó esta vez. Sentía su respiración muy cerca. El olor a alcohol se desprendía de su piel.

Mi cuerpo no reaccionaba a mis pensamientos, estaba actuando por sí solo. Porque los centímetros cada vez se acortaban más y cuando estuve al borde de sus labios, al borde de juntarlos, al borde de concluir el peor error de mi vida. Recordé que él estaba borrachísimo y no recordaría nada de lo que estaba pasando (no sabía si eso sería bueno o malo), y para aún peor, mi novia, la mujer a la que amo, estaba acostada en mi habitación esperándome.

Nada bueno podía salir de aquello.

Me separé por completo y volví a ponerme de pie. Lo ayudé a acostarse, quitándole los zapatos y el jeans. No pude evitar ponerme rojo al verlo en solo su ropa interior. Ya estaba dormitando y parecía un ángel; tranquilo, dulce y tierno.

No sé qué clase de cosas estaba pensando. Solo debía dejar a mi amigo dormido y tapado, e ir a dormirme junto a mi novia. Pero me quedé mirándole dormir, no supe cuánto tiempo. Como su pecho se inflaba y respiraba tranquilo. Era demasiado guapo el maldito. Me recorrió un escalofrío por la espalda y un pensamiento se reiteraba en mi cabeza, gritándome.

«Solo uno y ya, no habrá otra oportunidad»

Daba vueltas en mi cabeza como justificación a lo que necesitaba hacer. Mi cuerpo comenzó a actuar por sí solo. No podía dejar de moverme, de responder ante las situación de forma errática y sin pensar. Volví a arrodillarme a su lado, cerca de su cabeza. Me incliné para besarle la frente y no pareció inmutarse ante mi acción por lo que seguí, bajando mi boca hasta su nariz.

El pensamiento seguía ahí, no dejaba de molestarme. Era como un pendejo mosquito dándome vueltas al rededor. 

— Ya cállate we, no sigas chingando —susurré a la nada, tratando de no despertar a mi amigo, el cual se movió ligeramente, acomodándose más. Me desordene el pelo frustrado. Odiaba mucho lo que estaba sintiendo, el dolor en el pecho y el calor en las orejas.

Estaba jugando con fuego y lo sabía. Mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento, me daría una taquicardia y sería culpa de él. Estuve frente a sus labios un buen rato. Él seguía durmiendo muy calmado mientras yo me sentía morir ante lo que mi cuerpo estaba sintiendo. 

— ¿Qué pendejada estoy haciendo? —reiteré a mí mismo. Sabía que esto estaba mal, lo sabía. Pero ahí estaba él... Y no lo sabría.

Actué sin pensar, sin recordar las consecuencias, sin ningún atisbo de lógica y le di un beso.

No fue más que un simple choque de labios, uno que me dejaría completamente atontado y fuera de mí, con el pecho apretado y el estómago volando. Podría vomitar mariposas. Qué asco de pensamiento. Los nervios me estaban comiendo por dentro.
¿Qué era esto? ¿Qué era este sentimiento? Desde que besé a Mafer la primera vez que no volvía a sentir algo así.

Me levanté como alma que lleva el diablo al acordarme de mi chica, cerré la puerta de la habitación de Phillip con cuidado y fui hacía mi habitación. Al entrar, mi novia miraba su celular con calma hasta que me vio y una enorme sonrisa se formó en su rostro, levantándose para llegar hasta mí.

Me alejé por instinto cuando su rostro quiso acercarse al mío a besarme. Me miró confusa, por lo que no pude darle más que una tonta explicación sobre que sentía que me apestaba al boca y luego correr a encerrarme al baño.

Di la regadera con la intención de acallar los pensamientos que revoloteaban en mi cabeza y de que Mafer creyera que me estaba bañando. Era un imbécil.

¿Qué había hecho? Le había dado un beso a mi mejor amigo, el cual estaba dormido y ebrio, ignorando por completo la presencia de mi novia en mi propio cuarto. Le había mentido a dos personas en menos de un segundo, me sentía lleno de mierda. Me saqué la ropa rápidamente y entré a la regadera. Al menos no mentiría en esto.

Me sentía sucio, infiel, traicionero. Pero al tiempo, múltiples pensamientos relacionados a Phillip me llegaban como ráfaga , necesitaba darle aquel mismo beso a Phillip cuando este pudiera corresponderme. Ese pensamiento hizo que mis mejillas se coloraran al instante.

— ¡¿Qué pendejadas estás pensando, imbécil?! —me dije a mi mismo, mojándome repetidamente la cara. Mi rostro no quería apagarse y mi cuerpo no dejaba de responder ante la idea de besar a Felipe nuevamente—. Esto no puede ser, no puede pasar algo así. Está mal.

Tengo que dejar de pensar estas estupideces y olvidarme de aquel beso. Olvidarme de Phillip acorralándome contra la pared y besándome el cuello. Me puse las manos sobre la cara al sentirla tan roja y caliente, la vergüenza estaba comiéndome vivo.

¿Qué estaba sintiendo? 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora