Capítulo 44

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Phillip: 

Cuando ya estaba en el hospital, acompañando a mi madre mientras dormía, volví a tomar el celular. No tenía ningún mensaje nuevo de Missa a pesar de que le había dejado el visto. ¿Se habría enojado? Lo dudaba, Missa no solía enfadarse por cosas así.

Me puse a teclear como loco, pero sentía que no importaba lo que escribiera, no sería suficientemente adecuado. Estuve bastante tiempo luchando sobre qué decirle, pero nada con lógica lograba salir. 

— ¡Agh! —me quejé al aire sin recordar que mi mamá estaba viendo su propio teléfono en su camilla. Me volteó a ver al instante—. Ay, perdón, no quería molestarte. 

— ¿Qué te pasa? Llevas como media hora mirando ese aparato y puro te quejas —a pesar de estarme retando, sonreía. Parecía estarme molestando en realidad—. Ya, cuéntame, ¿Qué te pasa? 

Dudé. ¿En serio le contaría lo que me estaba ocurriendo? La miré muy fijamente al ver lo interesada que estaba en que le hablara de lo que me estaba ocurriendo. Verla en la camilla me hacía pensar que en cualquier momento ella podría dejar de estar a mi lado y yo no volvería a tener la oportunidad de contarle lo que me estaba pasando con Missa. ¿Saldría del clóset con mi mamá? Los nervios de pensar en eso me estaban comiendo vivo. Se me subió lo que parecía ser una bola de algodón en la garganta. Se supone que esta clase de cosas te pasan cuando tienes 15 o 16 años, no a los 28. 

— Yo... emm... —tartamudeé de forma patética. ¿Por qué últimamente solía sentirme tan patético? 

— Estás enamorado. 

Me sorprendió oír su conclusión. ¿Tan obvio estaba siendo? Mi madre siempre había sido perceptiva, pero darme cuenta de lo fácil que ella me leí era algo aterrador. 

— Sí, lo estoy —le confesé, con la mirada baja y las mejillas rojas. Volvía a sentirme como un niño diciéndole este tipo de cosas a mi madre. 

— ¿La Ambercita por fin te robó el corazón? —la miré fijamente, con la misma cara que lo veía cada vez que trataba de hablarme de la Amber y estar en una relación con ella—. Uy, no me pongas esa cara —suspiró, poniéndose a pensar—, ¿Entonces quién es? Conociste a alguien. 

Negué con la cabeza, las mejillas cada vez me ardían más y más, había pasado a ponerse en las orejas el calor. 

— No... Es alguien que conoces... —me sacudí el cabello, exasperado por la situación. Estaba asquerosamente nervioso. 

— ¿Alguien que conozco? —se puso a pensar, probablemente, en todos los amigos que alguna vez le había presentado. Fue cuando sus ojos se abrieron en sorpresa, supe de inmediato que se había dado cuenta de quien era. Tampoco había mucho de donde escoger—. ¿Te gusta Missael? 

— ¡¿Como cresta le adivinaste tan rápido?! —me estaba asustando lo buena que mi madre era captando las cosas. 

— Ay, hijo, soy tu madre, yo lo sé todo —se puso a reír como si no fuera nada lo que había dicho. Sonreí levemente por la actitud tan calmada de mi mamá—. ¿Estás enamorado de Missael? Es un buen chico. 

Me quedé en silencio unos segundos, ligeramente avergonzado por escuchar a mi madre hablar de Missa como si fuese un amor adolescente. 

— O sea... enamorado, enamorado... no sé —dije rascándome la nuca y mirando a cualquier lado que fuese a ella—, pero sí me gusta... mucho —fue en ese instante en que la vi. Sonreía de oreja a oreja—. ¿No te molesta que... no sea hetero? 

— Hijito, ya no estamos en el 1900, te puede gustar quien tu quieras, siempre y cuando sea una buena persona —volvió a mirar su celular de forma casual. Mi corazón latía rápido y con una alegría inmensa, tampoco podía quitar mi propia sonrisa—. Missael es un chico lindo, pero ¿no que él está pololeando con una chiquilla?

— Bueno... ya no, terminó con ella —sonreí como un idiota al pensar en lo mucho que Missa estaba arriesgando por mí, recordando también el mensaje que me había enviado hace un rato  y que no había sido capaz de responder—. Él me corresponde, pero estoy tan asustado de cagarla con cualquier cosa. Tengo miedo... 

Me levanté para acercarme a ella. Me tomó las manos con mucho cuidado y sonreía de una forma tan cuidadosa, tan amorosa. Me hacía sentir tranquilo y en casa. 

— Cariño, no puedes pretender que todo será perfecto siempre. Si él corresponde tus sentimientos, debes confiar en él. Si terminó con su novia de hace años, eso debe significar algo, ¿no crees? 

Lo que ella decía era algo que ya me había puesto a pensar en algún momento, pero que alguien más lo dijera era demasiado reconfortante. Que mi madre aceptara lo que sentía por un chico, por uno que estaba muy lejos de mí era algo que me dejaba tan tranquilo y ligero. Me dieron muchas ganas de llorar. 

La abracé con mucho cuidado porque seguía teniendo el suero conectado, pero necesitaba de su cariño para finalmente poder sacar de mi sistema todo el estrés que llevaba encima. Su accidente me había dejado con la cabeza en otro mundo, imaginar mi vida sin mi madre era demasiado para mí. Además, todo lo ocurrido con el Missa, la idea de que se volviera algo serio y todo se fuera a la mierda, lo que nos podrían decir en redes y como se lo tomaría mi familia y amigos. No podía decir que eso me diera menos terror, pero saber que tenía de mi lado a mi madre me daba la fuerza suficiente para afrontar todo eso. 

— Gracias Má, no sabes la falta que me hacía hablar contigo. 

— Mi niñito, siempre puedes contarme tus cosas —me dio una suave caricia en la mejilla, me sentía un chiquillo otra vez—. Ahora dime, ¿qué pasó entre ustedes? 

— ¡Mamá! ¿En serio? 

— Por supuesto, soy tu madre, tengo derecho a saber —se acomodó mucho más en la camilla, muy atenta a lo que yo tenía para contarle—. Ya, ya, cuéntame el chisme. 

Me pasé bastante tiempo relatándole todo lo que había vivido desde antes de ir a México hasta el momento en que tuve que devolverme, ella estaba muy entusiasmada oyéndome y haciendo preguntas sobre el tema. Todo se detuvo cuando apareció mi papá con comida para que cenáramos juntos. 

Mientras ellos veían la televisión y conversaban, yo tomé mi celular y comencé a teclear. 

Phillip: perdón por haberme enojado, quería hablar contigo de cosas más... ya sabi' po'... 

Phillip: De pareja. 

Phillip: Pero no te preocupes, tu último mensaje fue todo lo que necesitaba. ¿Te parece si llegando a mi casa nos conectamos a jugar? 

Y diciendo eso, me quedaba mucho más tranquilo. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora