Capítulo 42

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Phillip:

— Será difícil estar solo... —suspiró.

Aquello me hizo sentir que me hundía en un pozo lleno de brea. Uno en que me sumergía lenta y tortuosamente sin poder evitarlo.

Estaba tan preocupado con que mi mamá se recuperase, que no había tenido el tiempo suficiente para pensar en mis miedos con respecto a lo que sucedería de aquí en adelante con Missa. Ahora que lo notaba, estaba hasta el cuello lleno de dudas.

— Me gustaría estar ahí, haciéndote compañía —dije, buscando alguna frase o una palabra que quitara las inseguridades respecto a Missa y lo que esté podría estar sintiendo. El miedo me hundía.

— No te me pongas joto —soltó antes de reírse. La presión en el pecho era cada vez mayor, no me hacía ni mierda de gracia—. Tengo tiempo para editar, al menos.

Eso no era lo que quería escuchar. Quería que dijese que me extrañaba, que quería estar conmigo, que no volvería con Mafer, que me quería...

Que yo le gusto.

Porque hasta ahora, jamás ha sido capaz de decirme que es, exactamente, lo que siente por mí. Todo se ha quedado en ambigüedades sobre que "siente algo por mí" pero nada más allá. No sé si él será capaz de comenzar una relación conmigo, ¿podrá decirles a los demás que me quiere? ¿Será capaz de decirme qué es lo que siente? ¿Podremos llevar nuestra relación más allá? ¿Seremos capaces de tener intimidad?

La verdad, sería normal que ambos tuviésemos miedo en el momento y nos sintiéramos avergonzados. Casi como si la adolescencia hubiese vuelto a nuestros casi treinta años para volver a experimentar y volver a aprender qué era el sentir algo así de fuerte por otro hombre, por alguien quien jamás te planteaste sentir algo así.

Ya habíamos experimentado algo cercano a esto, y para ambos fue una realización extraordinaria, quería suponer. Habíamos dado un paso más adelante en esto.

— ¿Phillip, sigues ahí? —había vuelto a perderme en mí mismo y dejado a mi compañero hablando solo.

— Sí, sí... aquí sigo —respondí al instante. Me di cuenta que las mejillas ya se me habían colorado al recordar, por muy breve que fuera, el momento de intimidad que habíamos vivido pocos días antes de que me tuviese que devolver a Chile—. Oye... recordé algo...

— ¿Qué cosa wey? —dijo al momento de forma casual.

Me quedé unos segundos en silencio, muerto de vergüenza y miedo.

— ¿Qué fue eso que hiciste el otro día? —no fui capaz de decirlo de una forma explícita, esperaba con toda mi alma que me entendiera porque si no, weón... no sé si podría decírselo.

— ¿Lo qué hice el otro día? —preguntó sin entender, de forma genuina, a lo que yo me refería. Se me pusieron las mejillas moradas de la vergüenza y el nervio. Ya no estaba tan seguro de querer seguirle comentando.

— Ya sabes... Lo que hiciste después de la junta con los chicos... —traté, en serio traté de que notara a lo que me refería sin ser muy directo.

Él se quedó en silencio, supuse que estaba recordando a que me refería. No escuché nada del otro lado de la llamada y temí de haber dicho algo incorrecto.

— Ou...

Fue lo único que respondió. Supe enseguida que se había cortado, estaba igual de avergonzado que yo, como siempre estábamos cuando algo así sucedía. No estaba seguro de seguir diciendo las cosas que quería decir.

— ¿Qué haces recordando esas cosas wey? —dijo entre pequeñas risas. No podía descifrar si estaba nervioso o genuinamente divertido.

— Emm... Es que... —no podía admitirle que había estado pensando de más, que me estaba llenando de inseguridades, que necesitaba oír alguna palabra que apagara esa chispita que se había encendido en mi cerebro- te extraño.

Volvió a quedarse en silencio. Cada vez que se callaba, algo dentro de mi se rompía un poquito más.

— ¿Me extrañas a mí o a las cosas que te hago?

Y ahí estaba de nuevo. Huyendo de sus sentimientos con humor. Escondiéndose detrás de una capa que, ahora mismo, me tenía bastante harto.

— Sabes, tengo cosas que hacer, hablamos en otro momento

Le colgué sin dejar que me respondiera. Quería que entendiese que estaba molesto, que esa actitud me enfermaba. Que no me comentara nada sobre lo que habíamos vivido los últimos días, que pasara por alto las cosas que le estaba diciendo y que todo se lo tomara a chiste, quebraba un poco mi corazón. 

No podía estar tranquilo. 

Lancé el teléfono por algún lado de la cama, enojado como estaba y me dediqué a editar el tiempo que me quedaba antes de volver al hospital para llevarle comida rica a mi madre, ya que la comida de los hospitales es tan desabrida que harta. Traté con todas mis fuerzas de que el miedo se alejara de mí y que lo ocurrido en esa llamada se fuera por completo. 

— Ese weón va a matarme un día. 

Murmuré al aire mientras me miraba en el espejo del baño mientras me lavaba los dientes ya listo para salir. Si no me mataba de la intriga y el miedo, me mataría de vergüenza y nervio cada vez que se acercaba a mí. 

¡Tin! 

Mi celular sonó anunciando una notificación. Pensé en ignorarla, pero volvió a sonar tres veces más. 

Missa: ¿Qué pasó? ¿Por qué colgaste de la nada? 

Missa: No seas culero :( ¿Te enojaste conmigo? 

Missa: Perdón, quizá no era lo que querías oír. Me acuerdo bien de lo que pasó... solo que aún me da vergüenza pensar esas cosas. Sabes como soy. 

Missa: También te extraño... y extraño besarte. Así que no dudes de eso wey. 

Aquello hizo que me diera un vuelco el corazón. Estaba siendo más sincero de lo que pensé que sería alguna vez. Releí ese mensaje al menos unas diez veces, con las mejillas doliéndome por la enorme sonrisa que tenía y que no me podía quitar. 

Apagué el celular porque se me estaba haciendo tarde, pero en unos momentos le contestaría. ¿Qué le diría? No tenía la más mínima idea, pero algo le diría. algo sincero y que me saliera del corazón. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora