Capítulo 31

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Phillip: 

Después de lo pensado la noche anterior había tomado la decisión de no interponerme en la vida de Missa de aquella forma. Seriamos los amigos de siempre, me olvidaría de mis sentimientos de alguna manera y nada sería diferente. 

Pero este hombre... ¡Este hombre! Jamás puedo predecir las cosas que hará. ¡¿Qué wea hacía pidiéndome un beso?! Le había advertido que no me detendría, que no podría con tanto. En parte, me sentía usado. Como un experimento. Parte de algo sucio e indebido.

«¿Soy el amante?» pensé. De tan solo nombrar aquella palabra, mi estómago comenzaba a doler. No podía serlo. Yo lo quiero, él me gusta como nadie nunca me había gustado y si me pedía un beso, era imposible negarme. Sin embargo, me rehusaba a caer tan bajo como para ser el amante.

— Hey, princesa... ¿a dónde vamos? —¡¿Princesa?! O sea, se pone a besarme y después anda hablando con su novia como si nada. Maldito. 

— Iremos a un lindo restaurante, ese que me gusta. Hemos ido muchas veces —le hizo caricias en el hombro y se acercó a besarle. Apreté los puños tratando de contener mi ira. 

Missa iba conversando de una forma bastante patética, tratando de parecer lo más normal posible, mientras conducía. Amber mantenía el ritmo de la plática conmigo y Mafer, le agradecía inmensamente que estuviera aquí. A cada segundo que la miraba, necesitaba decirle lo que había pasado unos momentos antes con Missa. Es la única en la que puedo confiar.

Tenía el cerebro revuelto después de eso. De solo recordar lo sucedido, una sonrisa tonta se asomaba por mi cara de forma incontrolable y las manos me comenzaban a sudar. Me derretía por dentro al caer en cuenta del tipo de cosas que Missa había dicho. Nada había estado bien, pero se sentía como lo mejor del mundo.

Como era de esperarse, la cita saldría bastante mal, aunque di lo mejor de mí para que no fuera así. Mafer y Missa iban delante de nosotros en dirección a la mesa del restaurant al que habíamos venido, ella estaba muy feliz y emocionada de pasar tiempo todos juntos, mas yo me sentía podrido.

YO debía estar tomándole la mano. YO debía darle esos besos. YO debía ser el que lo hiciera sonreír de aquella manera. No ella.

Él seguía siendo igual de lindo y amable que siempre.

Tomé mi celular, cansado de verlos juntos y abrí el chat de Amber, mandándole un mensaje de auxilio.

Phillip: Ambeeeeer

Phillip: No puedo con está wea.

Phillip: No quiero verlo con ella :(

Su celular sonó. La vi tomarlo de forma casual y ver mi chat confundida, echándome una mirada de "¿qué weá?". Los tickets azules salieron cuando ella leyó mis mensajes. La vi teclear para responderme.

Amber: Lo siento Feli, yo quería venir de forma casual, pero Mafer insistió en que fuera una cita doble.

Phillip: ¿Porqué carajo una cita doble?

Amber: Está terca con que tú y yo deberíamos estar juntos.

Phillip: ...

Amber: ¡NO SABE NADA! No puedes culparla.

Phillip: Si tan solo supiera que lo intentamos.

Amber: Lástima que no sepa que eres terrible pasiva.

La miré frunciendo el ceño y ella se carcajeó bajito mientras me miraba. De reojo pude ver como Missa nos miraba confundido, él quería saber de qué se estaba riendo. Mafer seguía tratando de llamar su atención, a lo que él respondía de forma amable y poniendo una sonrisa. Eso me molestó aún más.

Phillip: Yo no soy pasiva. Sería el macho de la relación.

Volví a escuchar su risa, esta vez un poco más fuerte que antes.

Amber: sjdjsdjsjdsj que buena broma Feli.

Amber: Pero ya en serio, ¿qué pasa entre Missa y tú?

Phillip: WEON, TENGO MUCHO QUE CONTARTE.

En medio de nuestra charla casual por mensajes de WhatsApp, oí como éramos interrumpidos por un Missa bastante molesto. Trataba de disimularlo lo más que podía, aún así, yo podía notarlo.

— Llamaré el mesero para que pidamos de comer —dijo de la manera más cortante que pudo. Así como dijo, el garzón vino y nos entregó los menús para luego retirarse. 

— Si, sí —no sabía porque, pero tenía muchas ganas de molestarlo. Él había pedido que lo besara, jugando conmigo y mis sentimientos de forma dolorosa, era mi momento de devolvérselo. Agarré la carta para ver que quería pedirme—. ¿Qué quieres de comer, Ambercita?

Ella alzó una ceja, confusa por el apodo, pero al ver mi rostro y fijarse en Missa, captó inmediatamente mis planes. Ella era la cómplice perfecta. Si Mafer quería que saliéramos como pareja, eso haríamos. 

— Ya sabes que me voy a pedir, siempre que salimos me pido lo mismo —se acercó a mí con la excusa de mirar la carta. Se apoyó en mi hombro y se agarró de mi brazo sin dejar de sonreír—. ¡Pídeme eso!

— Eso no te va a gustar.

— Bueno, si no me gusta, te lo comes tú y yo me como lo tuyo.

Levanté las cejas mirándola. Ella notó mi expresión, tardando unos segundos en captar a lo que me refería. Se carcajeó, escuchándose su risa en todo el lugar, yo también me reí de igual forma.

— Ayyy Amber, que coqueta —respondí, fingiendo ponerme rojo. Ella me dio un golpe en el hombro en respuesta.

— Ya cállate, déjame en paz.

Missa estaba muy serio, había dejado de hablar y miraba a cualquier lado menos a nosotros. Observaba la carta con furia. Quería pensar que me daba igual su actitud, pero en mi parte más egoísta, no podía dejar de pensar que merecía estar así de enojado. Por utilizarme, aprovecharse de mis sentimientos y luego estar con Mafer como si nada. 

Comimos, yo compartí mi comida con Amber quien siempre pedía algo más rico que yo. Le daba cucharadas en la boca, sin importarme las caras que pudiera estar haciendo Missael. 

Salimos del restaurant con Amber amarrada a mi brazo, mostrándome con entusiasmo las vitrinas de las diferentes tiendas por las que pasábamos. Yo, dentro de lo que podía, estaba bastante feliz pasando el día con Amber, con quien siempre podía pasar una buena tarde. 

— ¿Qué pasa Missael? Llevas con esa cara todo el día —oí a mis espaldas como Mafer hablaba con Missa de la forma más sutil posible—. Si no querías venir solo tenías que decírmelo. 

Miré a Amber de forma disimulada para ver si ella había escuchado lo dicho, y por lo visto, lo había notado. Me miraba y no pude descifrar su expresión, parece que estaba igual de confundida que yo, porque no sabíamos que sentir al respecto. Verlos pelear no nos gustaba, pero la idea de que ellos no estuvieran bien, era perfecto para mí, de alguna forma. Era un sentimiento que me hacía sentir como un maldito. 

Missa trató de arreglar la situación, pero de todas maneras, al volver a casa, Mafer le pidió a Amber que la acompañara a su casa. En pocas palabras, se fue para no pelear frente a nosotros con su novio. Yo no estaba seguro sobre que decir. Decidí simplemente irme a mi cuarto para ponerme a editar unas cosas, en realidad, no tenía nada de ganas de hablar con Missa. 

Cuando ya llevaba un tiempo editando, un sonido me alertó y me hizo quitarme los audífonos. Al voltear, me di cuenta de que estaba Missa de pie en la puerta, con el ceño muy fruncido. Creo que nunca lo había visto tan molesto. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora