Capítulo 47

405 36 10
                                    

Missa: 

Aquella experiencia era mucho mejor de lo que alguna vez había pensado. Ya no podía controlar lo que mi cuerpo quería y no podía mentirme a mi mismo diciendo que no quería continuar. Ya no era cuestión de calor; necesitaba a Felipe ahí para poder quitarme estas ganas. 

— Mi-Missa... te quiero conmigo y quiero hacerlo contigo —susurraba entre gemidos. Oírlo lo era todo. Deseaba impregnarme en él y, por ahora, lo único que podía hacer era imaginarlo y entregarme al placer de tocarme para tratar de saciar estas ansias—. Estoy tocándome, ¿también lo haces tú? 

— S-Sí —murmuré, a pesar de la vergüenza—. Lo estoy haciendo. 

Aquello lo excitó demasiado. Los sonidos que hacía eran una delicia y mis pensamientos se comenzaban a hacer más poderosos, generando imágenes casi palpables. Mis propios sonidos ocasionaban una vergüenza arrasadora, pero que a su vez encendía más al hombre al otro lado de la pantalla. Mis manos iban hacia todos lados, buscando generarme más y más placer. 

— Ay, Felipe... que ganas de tomarte —gemí, completamente extasiado y perdido. Tiré mi cabeza hacia atrás, enfrascado en lo que sentía. Buscaba en mis recuerdos las veces en las que habíamos traspasado la intimidad con Phillip, haciendo más de lo que un amigo debería hacer y ahora, me servían para sentir placer. 

— ¿Está mal que diga... que también deseo que lo hagas? —murmuró de forma entrecortada—. Aunque también me encantaría tomarte... Missael. 

Ya no fui capaz de seguir, aquello fue suficiente para hacerme venir de una manera exquisita. Al ver el desastre que había hecho, la vergüenza llenó cada célula de mi cuerpo. Estaba actuando como un adolescente en toda regla, dejándome llevar por la lujuria, las hormonas y por el nuevo sentimiento que estaba teniendo hacía Phillip. A pesar del desmadre, me sentía realizado. Las orejas me ardían, pero no le quitaba lo magnífico que había sido la experiencia, llevando un paso más allá nuestra relación. 

Esto hacía la relación a distancia más llevadera, definitivamente. 

— ¿Missa? ¿Sigues ahí? —oí su voz, aún agitada y pequeñita, también estaba muerto de vergüenza. Era demasiado tierno escucharlo de esa forma—. No puedo creer lo que hicimos, estoy más avergonzado que la chucha. 

Me carcajee al oírlo decir aquello de forma tan casual después de habernos dicho tantísimas cosas subidas de tono y, en definitiva, calientes. Él también respondió mi risa. 

— Yo estoy hecho un asco, no mames, todo manchado. 

— ¡NO DIGAS ESO! —gritó, pero seguía riéndose a pesar de todo. Yo también—. Bueno... estamos igual, pero no me arrepiento de nada... se sintió bacán. 

— Sí, al chile. 

Me paré para buscar algo con qué limpiar el desastre que había dejado y lavarme bien las manos, me llevé conmigo los audífonos inalámbricos para continuar hablando con Phillip. A pesar del momento tan íntimo que habíamos vivido, seguía sintiendo la habitual tranquilidad que tenía cada vez que estaba hablando con él. Seguimos hablando de manera casual, preparándonos para irnos a dormir dentro de poco y, aún así, nos quedamos conversando en llamada de Whatsapp antes de caer en los brazos de Morfeo. 

Desperté sintiéndome desorientado. Por lo general, recordaba el momento en que me dormía, más aún después de pasar las noches desvelándome por culpa del insufrible insomnio que tanto tiempo me tenía dando vueltas en la cama, frustrado. Pero en ese momento en que conversaba con Phillip, estaba tan a gusto, tan relajado, que no pude evitar caer rendido en el sueño. 

Él, al parecer, era la cura a mi insomnio. 

Pensar eso me hacía definitivamente cursi. 

Anduve el resto del día asquerosamente feliz. Tarareando por la casa, cocinándome con mucho esmero y poniéndome a trabajar de forma eficiente. Tanto así, que para las cinco de la tarde ya tenía el 90% del vídeo terminado. Estaba tan de buen humor que opté por dejar por un momento la soledad de mi morada y distraerme yendo a cenar a algún lugar por mi cuenta y luego dar un relajante paseo. 

Me dirigí a mi local favorito de tacos y burritos, el mismo al que había llevado a Phillip el día en que llegó a México. Como ya era conocido en aquel restaurante, no tuve problema alguno y recibí mi comida favorita, disfrutándola como si fuese la primera vez. Fui interrumpido un par de veces para tomarme una que otra foto pero no tenía problema con eso, estaba MUY FELIZ. 

Al salir, el sol ya estaba bajando. El fresco estaba corriendo y la gente ya comenzaba a refugiarse en sus casas. Yo, en cambio, quería volver al mismo parque al que había ido con Phillip cuando nos quedamos contemplando la caída del sol. Aunque me costó llegar arriba por la pésima condición física, el estar arriba valía totalmente la pena. Otra vez, el sol hacía gala de lo precioso que era y de lo linda que se veía la ciudad en su presencia. Me recordó demasiado a mi chileno favorito. 

Me tomé una foto para mostrarle el lugar en el que estaba. 

Recordaba el momento en que el sol llegaba a su hora dorada y yo quedaba embelesado en el perfil de mi amigo. Ahora mismo, tenía muchísimas ganas de tomarlo por la mano y besarlo. ¿Cursi? Efectivamente. Pero, ¿Qué le iba a hacer si Phillip me gustaba tanto? 

— ¿Qué me hiciste, Felipe? —murmuré a la nada sin quitar mi vista del atardecer tan hermoso que estaba frente a mí—. ¿Cómo me logras hacer sentir tanto? 

Las mariposas, los nervios y las ganas de verlo, todo era más de lo que podía expresar. Recorría en mi las sensaciones de este amor nuevo. 

El ¡ping! de mi teléfono me quitó de esa ensoñación. Lo tomé de inmediato y revisé su chat, porque era obvio que ya me había contestado. 

Phillip: Que ganas de volver a estar ahí contigo. 

Missa: Me encantaría tenerte aquí conmigo. 

Phillip: ¿Andas pensando en mí, Missoki? 

Missa: Por supuesto, corazón. 

Escribir ese tipo de cosas era mucho más fácil que decirlas de forma directa, por lo que teclearlo e imaginarme su reacción lo era todo para mí. Imaginar lo sonrojado que se habría puesto, lo nervioso que estaría o quizá si se emocionaría. Cualquier cosa era fantástico. No hay nada más bello que querer y ser correspondido con la misma intensidad. 

Phillip: Sería un honor besarte frente a ese atardecer, mi amor. 

Su mensaje me hizo quedar paralizado. El escalofrío que me recorrió cada parte del cuerpo era muestra de lo mucho que él lograba, aunque fuera con un pasteloso y cursi mensaje. No sé como reaccionaría si él era capaz de decir cosas como esa frente a frente. Quizá me desmayaría frente a él, o me pondría a decir alguna estupidez. Trataría con todas mis fuerzas no evitar su cumplido y responderlo igual, que él se sintiera de la misma forma que me hace sentir a mí. 

Bajé del parque, apenado y sonriente. Con las orejas rojas de la vergüenza pero muy satisfecho. Ahora tenía aún más inspiración para terminar de organizar el viaje a japón. 


Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora