Missa:
— Cuando te vi, en serio pensé que había encontrado a mi hermano perdido —lo escuchaba de fondo, estaba super concentrado en el juego y en que quería ganarle esta vez luego de haber perdido la ronda anterior—, nunca había visto a alguien que se pareciera tanto a mí.
Asentí frenético, era verdad; la gente nos decía lo mucho que nos parecíamos y nosotros siquiera nos conocíamos, jamás habíamos hablado. Pero aquí estábamos, jugando smash en mi salón luego de años de haber estado hablando por internet. El día había sido genial, mientras las chicas tenían un día de ir a comprar cosas y quien sabe qué más, nosotros habíamos tenido el nuestro propio.
Podía sentir a mi costado como me miraba, pero no le presté demasiada atención. Inclusive su mono ya no se movía. Yo agarré el smash para finalmente matarlo, pero por alguna razón, no pude.
— Creo que el destino me llevó a conocerte —estaba hablándome, ya debía prestarle atención. Lo sentía moverse de forma extraña, estaba inquieto. Quizá se sentía mal otra vez por estar en mi casa, le tendría que recordar una y mil veces que no era así.
— No creo en esas cosas —dije ya finalmente pausando el juego y mirándolo. Su semblante era extraño. Tenía el labio inferior rojo y marcado, sus ojos se veían cristalizados. No era sobre la casa, otra cosa lo tenía preocupado, parecía querer decirme algo—, pero si existe, creo que si estábamos destinados a encontrarnos.
Era verdad. No creía en el destino, ni en nada similar, pero si había sido una extraña coincidencia la forma de conocernos. Él en Chile, yo en México. Hablando solo porque nuestros seguidores querían una colaboración entre nosotros. Había sido algo extraño esa primer vez, ambos estábamos nerviosos, pero había salido un video entretenido y una amistad muy genial.
Desde ahí en adelante, todo había surgido de forma natural. Conversábamos la mayoría de los días, grabamos muchísimo y jugábamos horas. Es mi mejor amigo.
— Te he dicho que te admiro —susurró, sin mirarme. No era gran fan de cuando me decía ese tipo de cosas, no sabía cómo contestarlas. Cuando hacía las reacciones a mis videos y me halagaba de mil maneras o cuando le mostraba el proyecto del vídeo y repetía que era increíble. Siempre sabía que decir para que creyera en mi trabajo—, que tus videos son geniales, tu música es fantástica, que me encantan tus dibujos y que eres demasiado talentoso —quería pedirle que dejara de decir esas cosas, pero sentía que no era esto lo que quería decirme en realidad y que solo se estaba dando vueltas—. Siempre me había gustado ser tu amigo, tu mejor amigo. Saludarnos por las mañanas, hablar todo el día, jugar y grabar...
Él huía a mi mirada, le veía el labio temblar y como se le arrugaba el mentón. ¿Quería llorar? No comprendía en absoluto lo que estaba sucediendo, no sabía cómo actuar. Me tenía preocupado, quería que me dijera las cosas a la cara, fuese lo que fuere.
— ¿Phillip? ¿Qué pasa? —ya me estaba poniendo de los nervios, no sabía que era lo que me iba a decir, quizá estaba enojado conmigo por alguna cosa. Si era así solo tenía que decírmelo para arreglarlo porque lo que menos quería era que estuviera molesto conmigo—. Me estás preocupando, no me asustes pendejo.
Se rio. Fue una risa dolorosa.
— Lo que no debería haber pasado —murmuró, a penas lo pude oír. Cerró los ojos y se sacudió el pelo—. Si me hubiera dado cuenta antes quizá no habría venido... o quizá si porque soy un puto masoquista —seguí intentando que me viera a los ojos, pero se rehusaba. Estuve por agarrarle las mejillas y obligarlo a verme—, pero no importa lo que yo piense; tú estás tan enamorado, tan feliz. Como me alegro de eso... —vi como sus nudillos de ponían blancos de apretar los puños— y también no sabes cómo me duele. Tu corazón pertenece a quien siempre debió y yo no lograré cambiar eso nunca.
— Phillip... ¿de qué estás hablando? —como un idiota, sentí también ganas de llorar y me tembló la voz, estaba muriéndome de miedo por lo que estaba diciendo. Pensé cada cosa posible, incluso que tuviera una enfermedad terminal y que sería el último momento en que estaríamos juntos.
— Creí que estaría bien viéndote de lejos, admirándote como lo llevo haciendo tanto tiempo —se cubrió la cara con las manos. Estaba temblando, yo no sabía que hacer ni que decir, ya me había quedado sin palabras. Solo pude darle caricias en el brazo para que comprendiera que cualquier cosa que sucediera aquí estaría—. Te prometo que no fue a propósito, que jamás quise que pasara así, y que daría lo que sea porque todo fuera como siempre. Perdóname... Perdóname Missa.
— Phillip...
Ya no podía moverme, no entendía lo que me estaba diciendo ni porque me estaba pidiendo perdón. Todo era como siempre había sido, nada había cambiado, éramos los amigos de siempre, haciendo las cosas de siempre. Todo era igual. Y finalmente volteó a mirarme. Tenía los ojos al borde de las lágrimas, su rostro cambió en milisegundos. Sonrió muy, muy poquito y luego volvió a aquel semblante de dolor, un dolor que mata y quema por dentro.
Fue entonces que se largó a llorar. Ocultándose en sus manos y apoyando sus codos en las piernas. Me acerqué aún más; quería abrazarlo, pero solo pude darle caricias en la espalda para que se desahogara de lo que sea que lo tuviese así.
— Discúlpame... —le salió en un hilo de voz, bajito y muerto de miedo. Iba a hablar, pero no pude hacerlo cuando pronunció—, no fue mi intención enamorarme de ti.
Me quedé quieto. Ya no pude seguir moviendo mi brazo para darle cariño. Necesitaba procesar lo que me acababa de decir... ¿Qué acababa de decir? Como no me moví, no sé qué habrá pensado porque simplemente tomó su abrigo y salió corriendo de la casa, traté de seguirlo, pero fue mucho más rápido que yo y quedé frente a la puerta de entrada parado como un pendejo.
Quedé estático. Paralizado.
¿Qué había dicho?
No podía ser verdad. Trataba de rehusarme a pensar que era verdad. Y el muy pendejo se había ido sin que yo alcanzara a decirle algo.
Mi cuerpo comenzó a temblar. Recordaba sus palabras tan bonitas sobre lo que pensaba de mí. También me dieron ganas de llorar, ganas de tomarlo por el cuello y sacudirlo, hacerlo entender que... que no podía estar enamorado de mí.
— Enamorado de mí... —puse una mano sobre mi cara, aturdido—. Phillip, enamorado de mí.
Mi cara se sintió arder como jamás me había pasado. Mi corazón se aceleró, mis tripas se revolvieron. ¿Qué clase de sensación era esta? ¿Por qué tenía ganas de reír y llorar al mismo tiempo?
Pero entonces todas las cosas que habían pasado este tiempo cobraron sentido. Como se ponía colorado cada vez que me acercaba, como no sabía que responder cuando le decía cosas bonitas, como sonreía cuando los apodos cariñosos afloraban de mí. Me sentía un imbécil, como si hubiera estado dándole alas, pero al tiempo sabía que no era así. No había querido admitir yo mismo que ya lo sabía, lo había sospechado después de su borrachera de anoche, pero jamás pensé que pudiese ser verdad y mucho menos que fuera a decírmelo.
No era mi culpa... ¿cierto?
Yo no sabía nada de lo que por su cabeza había pasado, no sabía... quizá no debería haber sabido. Me daba vuelta la cabeza, estaba tan confundido.
Pero cuando tomé conciencia de lo que había pasado comencé a preocuparme como un demente. Phillip había salido, su celular estaba sobre la mesa, estaba en una ciudad que no conocía, de noche y con un frío de la puta madre.
Se habría perdido. Le podría pasar algo. Alguien podría asaltarlo, secuestrarlo, matarlo y quien sabe que cosas más. No podía pasarle algo... si algo pasara... yo...
Yo no sabría qué hacer.
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Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
FanficLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...