Missa:
El camino de regreso fue entretenido. Nos fuimos conversando de multitud de cosas, de sus historias de chile, yo le iba comentando cosas de ciertas calles alrededor de la casa, le hablaba de ciertos restaurantes que me gustaban mucho, le contaba anécdotas que me habían sucedido en estos y nos reíamos de estupideces como era costumbre.
Phillip comenzó a toser en ese momento.
— Ay dios, la garganta —se afirmó la garganta con gesto dolido—. El maldito aire.
Se iba quejando. Me preocupé en aquel momento y decidí pasar por una pequeña tienda antes de llegar a comprar un poco de miel y jengibre, mi madre siempre decía que estos eran muy buenos para los resfriados así que lo probaría. Le haría una rica limonada.
Al volver al auto y al camino, Phillip comenzó a dar brincos. Esos que das cuando te estas por quedar dormido y tu cuerpo simplemente da un saltito despertándote.
— Duérmete Pili, yo te despierto cuando lleguemos —le dije sin apartar la mirada del camino. Él parecía reacio a dormirse, pero después de unos momentos cedió ante su cuerpo y cayó desplomado.
Se había quedado dormido en una pose muy rara y jodidamente incómoda. Recordaba tener un almohadón para cuello en el asiento trasero, por lo que cuando un semáforo me dio rojo me estiré para alcanzarlo. Con mucho cuidado tomé la cabeza de mi amigo y lo voltee para que me viese, no quería despertarlo, parecía realmente enfermo. Temblaba de frío.
Cuando su rostro me vio, no pude evitar quedarme embobado, nunca lo había tenido tan cerca. Siempre nos habíamos visto por llamada, solo una vez nos habíamos reunido en persona, pero nunca me había acercado tanto a su cara. Su piel era realmente suave y lisa, sus labios delgados y rosados, traía un poco de rubor en las mejillas. Parecía afiebrado. Pasé la yema de mis dedos por su mandíbula. Traía un poco crecida la barba, haciendo que esta pinchase poco. Aún así... se veía muy guapo, quizá sí... quizá podría...
Recordé entonces que el semáforo no estaría toda la vida en rojo y que en algún momento comenzarían a pitarme para que avanzara. Le coloqué lo más delicado que pude el almohadón en el cuello y me quité mi chaqueta para ponerla sobre su cuerpo.
El semáforo cambió y volví a encender el auto para llegar lo más pronto posible a casa para que este pudiera acostarse.
Cuando estacioné el vehículo fuera de mi casa, me dio muchísima pena tener que despertarlo, se veía tranquilo e indefenso ahí quieto.
Me acerqué hasta él despacio. No pude notar el momento en que este despertaba hasta que se alejó de mi por la cercanía tan extraña que había tomado.
— ¡¿Missa?! —traía las mejillas muy rojas. No le dio tiempo de apartarse más de mi cuando apoyé mis labios sobre su frente. Tenía la temperatura ligeramente elevada. Tendría que buscar algún medicamento para bajarle la fiebre y el termómetro para tenerlo a mano.
— ¿Aún tienes mucho frío? Entraremos a casa y te haré una limonada para que se te quite el dolor de garganta —le sonreí comprensivo. Yo también alguna vez me había enfermado con el aire acondicionado tan fuerte que tenían los aviones.
Aún con mi chaqueta puesta, bajó del auto. Yo abrí la puerta de la casa y grité que ya habíamos llegado. Mafer llegó corriendo hasta nosotros con mucho ánimo.
— Mi amor, hola, ¿cómo estás? —le di un beso en los labios bastante corto y dulce. Ella miró a mi acompañante y le sonrió enormemente—. ¡Phillip, por fin! Llevamos mucho rato conversando con Amber y me faltaba verte. Que chido verte de nuevo.
— Hola Mafer, también es bueno verte. ¿Cómo estás? —dijo este lo mejor que pudo, su garganta parecía fallarle—. Les trajimos comida a ti y a Amber.
Ella le agradeció y tomó el paquete que llevaba en las manos para llevarlo hasta donde estaba Amber. La seguimos de cerca. Cuando estuvimos todos juntos me ofrecí a hacerles un trago a todos, llevaba mucho tiempo queriendo prepararles algo a mis amigos chilenos por lo que partí a la barra para prepararles un bonito trago azul. Era bastante dulce pero suave, con muy poco alcohol.
— Esto está bacán Missa —Amber asintió estando de acuerdo con Phillip—, es un escudito del fornite.
— ¡Si we! —me reí al darme cuenta de que estábamos conectados, era precisamente eso lo que quería que pensara.
Nos quedamos conversando unos momentos más hasta que Phillip se escusó de que estaba muy cansado y necesitaba bañarse para irse a dormir. Las chicas no tuvieron problema. Yo me puse a buscar algún medicamento que pudiese ayudarlo a dormir mejor.
— ¿Estás enfermo amor? —preguntó Mafer al verme revisar la caja.
— Phillip se siente un poco mal, le llevaré unas pastillas y una limonada para que se mejore pronto.
Amber saltó de su asiento en ese momento.
— ¡Yo le llevaré las pastillas! —sin siquiera preguntar, me quitó la caja de medicamento de las manos. Aquella acción me hizo sentir molesto. Yo le iba a entregar las pastillas, yo iba a cuidar a Phillip, era mi momento de hacerlo porque no tendría más oportunidades—. Sé como es Felipe cuando se enferma, se pone todo mimoso y necesita muchos cuidados. No queremos ser una molestia Missa.
— Por supuesto que no lo es —dije entre dientes. ¿Por qué me sacaba en cara que ella conocía esas facetas de Phillip? Ella puede tenerlo todos los días, yo no. Esa no es culpa mía. Ahora podía cuidarlo estando enfermo, déjame hacerlo—. Cuidaré a Phillip porque soy un gran anfitrión y porque es mi amigo y lo quiero.
— Hazle una sopa, le encantan las sopas calentitas cuando está resfriado —y diciendo eso corrió escaleras arriba, luego de haber sacado un vaso con agua.
No me quedó de otra que solo suspirar e irme a la cocina para calentar agua de la sopa y hacerle la limonada de miel y jengibre. Yo lo cuidaría y lo haría estupendamente, ya verá.
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Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
FanfictionLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...