Capítulo 54

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Missa: 

Al terminar de desayunar, cada uno fue a buscar sus cosas para ir a recorrer. Tomé de la mano a Phillip y subimos a nuestra habitación. 

Él se fue al baño y escuché algunas risas de su parte, no sabía que estaba haciendo pero no pude evitar sonreír de igual forma. Me acomodé mi chaqueta de cuero y saqué un par de mascarillas para cubrirnos por la calle. Al salir, vi como tenía una gran sonrisa en la cara. 

— ¿Qué pasó, cariño? ¿Por qué estás tan feliz? —pregunté despacio, sin querer que se sintiera invadido o algo por el estilo.

— Los baños de Japón son muy curiosos —respondió, mientras apagaba su celular, con el que seguramente habría grabado algo.

En cuanto lo dijo, me largué a reír fuertemente. Yo también los había probado y eran extraños de maneras entretenidas. 

Al verlo de mejor humor, pensé que era momento de plantearle la situación. No podíamos fingir que nada pasó, más sabiendo que él estaba dolido. Me acerqué con cuidado y le tomé las manos, quitándole el celular para dejarlo de lado. 

— Phillip, tenemos que hablar sobre lo que pasó anoche —dije, y lo sentí tensarse de inmediato. Sabía que no huiría, porque no era como yo, pero pensaría las peores cosas—. Creo que tú creíste cosas que no son.

— Missa, está bien, no tenemos porque hacerlo ahora, yo me pasé de la raya —afirmó rápidamente, sin mirarme. Le tomé la barbilla y obligué a que lo hiciera.

— Cariño, yo sí quería hacerlo contigo y estaba muy entusiasmado, pero... —en cuanto pronuncié aquellas palabras vi como sus ojitos se desmoronaban, por lo que hablé lo más rápido que pude— es solo que tuve miedo de que saliera mal. Mira, Pili, yo no sé como hacerlo y creo que tu tampoco, no quiero que ninguno tenga que hacer cosas de forma obligada y terminemos odiándolo. 

Enseguida vi como su rostro se relajaba y destensaba los hombros. Al tiempo, ponía una cara de "me siento el hombre más estúpido de la tierra" y yo sonreí, orgulloso al saber de la forma en la que se sentía. 

— Ay, Missa... yo pensé... creí que —tartamudeo, trabándose con sus palabras que se aglomeraban queriendo decir de más—. Estaba seguro de que tú no querías hacer eso conmigo. 

Le agarré la carita y lo acerqué más a mí. 

— Príncipe, quiero que investiguemos juntos y así lo haremos bien, ¿te parece? —le propuse con mucho cariño, mientras nos sentábamos en la cama. Mis mejillas se coloraron al igual que las suyas. Era una cosa que nos daba vergüenza de igual forma, pero era completamente necesario. 

Él asintió y, aun con cierta duda, se lanzó a mi cuello para darme un fuerte abrazo. Lo agarré por el torso, acercándolo aún más a mí. Me alegraba que pudiera entenderme, quería que dejase de ser tan inseguro y que confiase en mis sentimientos, pero para ello, debía finalmente confesarle que me gusta, y así como vamos, lo más probable es que termine gritándole "estoy enamorado de ti".

Y eso haría, mañana lo haría. Hoy iríamos a recorrer con las chicas, a almorzar y visitar lugares bonitos. La pasaríamos bien todos juntos porque para eso vinimos. 

Nos dimos un beso, un leve toque de labios, una sonrisa y ya nos preparamos para salir. Él se cambió el gorrito a uno rosado, tomó su celular, la tarjeta de la habitación, la billetera y se perfumó. Yo quedé embobado viéndolo, porque era el hombre más hermoso del universo. 

— No me mires así, ¿tengo algo en la cara? —preguntó mientras se tocaba la comisura de los labios. Sonreí más, tomé mis cosas con rapidez y me acerqué a él antes de besar su mejilla—. ¿eh? 

— Es que estás bien pinche precioso. 

Y diciendo eso salí del cuarto. Sabía que lo había dejado con la cara sonrojada y muy nervioso, cada vez me gustaban más sus reacciones y me gustaba más él. 

Al ratito sentí su mano agarrar la mía, pero con temor. Tuve que afirmarlo con seguridad para que no se separara de mí. Cuando encontramos a las chicas, estas conversaban tan animadas como siempre, ya listas para salir. Ambas se veían muy guapas, vestidas y arregladas para pasar todo el día en japón. 

Nos pasamos varias horas simplemente recorriendo y asombrándonos con todo lo que había a nuestro alrededor. Viendo lo ordenada que era la ciudad, lo limpio de las calles y las curiosidades que se alejaban de nuestros países. Pasamos por muchos seven eleven y tiendas otakus en cada esquina, todas en las que Phillip quería entrar. 

Después del almuerzo, la ida a las tiendas que tenían literalmente de TODO, en las que me probé unos sombreros muy curiosos y vimos muchos, muchos magas con temáticas muy curiosas. Con mirarlas, noté que me seguían interesando mucho las mujeres. Además, Phillip sacó una cosa muy extraña de una maquina de gachapón. Finalmente pasamos por un restaurant con comida muy barata y buena, para regresarnos al hotel ya de noche. 

Phillip era el hombre más feliz de esta tierra, no dejaba de sonreír e incluso dar pequeños saltitos de alegría mientras caminábamos por el pasillo en dirección a la habitación. Todo lo que había pasado el día de ayer se había olvidado y ahora era el ser más feliz de esta tierra. 

— ¿Viste todo, weón? ¡Aún no me creo que estemos en Japón! —decía alegre, agarrado del brazo de Amber, a quien molestó mucho durante todo el recorrido—. Mañana quiero ir a las máquinas para sacar juguetes o tal vez jugar al taiko no tatsujin. ¡Eso sería bacán! 

— Mañana haremos todo lo que quieras cielo, pero ahora es tarde y hay que dormir —dije, tomándolo con cuidado por el brazo cuando estuvimos frente a la puerta de nuestra habitación. Las chicas se despidieron con cariño y, cuando Phillip ya estuvo dentro, pude ver como ambas me guiñaban. No supe como interpretar eso—. ¿Cómo te encuentras? ¿Muy cansado? 

— ¡Destruido pero feliz! —contestó luego de lanzarse a la cama, ocupando toda esta con su cuerpo. Se quitó el gorro para dejarlo en su mesita de noche—. Quiero darme una ducha y dormirme, para volver a despertar en Japón... ¡En japón! 

Se reía, tan emocionado como al principio. Mi corazón se llenó de alegría. 

Caminé hacia donde se encontraba y me puse sobre él, colocando mis manos a los lados de su cabeza. No podía despegar mi mirada de él, de como sonreía y se le marcaban las arruguitas a los costados de sus ojos, como sus labios finos eran rosados y brillantes y como ese cabello castaño le cubría la frente. 

— Feli, quiero que hagamos el amor. 


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Hola buenasss, ¿Cómo han estado, gente bonita? 

Yo vengo de unas pequeñas vacaciones donde me desconecté del mundo por unos días para disfrutar de la naturaleza. Pero ya estoy devuelta con más capítulos de esta novela. 

¡Que emoción como crecen mis niños! 

En el próximo capítulo veremos que sucede con ellos y si por fin Missa se decide para confesarse. 

Gracias por seguir leyendo! Les quiero. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora