Capítulo 56

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Phillip:

Salí del baño con la toalla cubriéndome la cintura. Missa no había regresado aún y eso hizo que el nervio de salir y encontrarlo bajara al instante. Me vestí con mi pantalón de pijama y, en lugar de ponerme mi camiseta, vi la de Missael tendida sobre la cama. Miré a ambos lados antes de pasármela por la cabeza. 

Al mirarme con la polera de mi amigo puesta me sentí tan muerto de vergüenza y con tanto amor en el cuerpo que no podía creérmelo. 

— Ay dios mío... —murmuré, mientras sentía el perfume de la camiseta inundarme las fosas nasales.

— ¿Esa es mi camisa? 

Di un brinco como nunca. Me giré como si me hubiesen pillado haciendo algo malo y vi a Missa, con una bolsa plástica negra en la mano, con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. Me quedé sin habla, no me sentía capaz de responderle. Se fue acercando a mí con cuidado, lanzando la bolsa a un lado, que rebotó sobre la cama y me tomó por la cintura para apretarme hacia su cuerpo. 

— Por que si no lo es, me gusta mucho. Es como de mi estilo —se rio. Tocó su nariz con la mía sin quitar esa arrogante sonrisa. Lo decía sabiendo perfectamente que se trataba de una camiseta suya. Negra, con "doom" escrito en ella. No podía ser de nadie más—. Y, a pesar de que se te ve chingona... —susurró, un poquito más cerca de mis labios. Los nervios me estaban consumiendo vivo, al tiempo que las sensaciones con las que había salido de la ducha se apoderaban de mis acciones— quiero arrancártela. 

Tragué antes de soltar el aire que tenía acumulado en los pulmones. 

— Hazlo entonces... 

Vi la excitación en sus ojos y no pude contener las ganas de besarlo. Lo agarré por las mejillas y junté nuestros labios con todas las ganas que me había estado guardando desde el momento en que me di cuenta que Missa me gustaba tanto como para jugármelo todo por él. 

Él correspondió agradado de mi iniciativa. Notaba sus manos apretándome contra él, sin intensión de soltarme en lo absoluto. Y no deseaba que lo hiciera, no quería que me soltase nunca. La idea de tenerlo así para mi, para poder disfrutarlo sin sentirme mal al respecto, sin la idea rondando de que se trataba de algo prohibido era la base para querer fundirme en sus besos y brazos. 

Los sonidos se hacían más sucios a medida que las ganas aumentaban. Con mucha emoción y ganas me fui sentando en la cama, sin dejar de besarlo y atrayéndolo hacia mi para que se sentara sobre mis piernas. Ahora era él quien me agarraba por la cara y yo quien lo sostenía por la cadera. 

— Feli... tenía tantas ganas de hacerte el amor, tantas ganas de tocarte, de sentirte, de que nos hagamos nuestros —dijo entre besos. Yo no podía borrar la sonrisa de mi rostro, aun cuando su lengua se juntaba a la mía—. Me tienes tan... tan... 

Lo agarré con aún más fuerza por la cintura, acercándolo a mi y rozando su parte intima con la mía. Cerró los ojos y se guardó un jadeo, veía como se estaba conteniendo y eso no me gustaba en lo absoluto. Metí mis manos bajo su camiseta, tocando todo a mi gusto y con el gusto de que su piel se erizara ante mi toque. 

— ¿Te gusta que te toque, Missa? —pregunté, dejándome llevar por la situación, dejando que mis impulsos guiaran lo que haría a continuación—. Porque a mi me gusta tocarte. 

Con una fuerza que no sabía de donde había sacado, tomé a Missa para dejarlo acostado sobre la cama conmigo encima. Puse una de mis rodillas entre sus piernas y me moví de una forma bastante sucia al tiempo que desabotonaba sus jeans. Él me miraba atentamente, sin creer que estuviera tomando la iniciativa de esa forma. Creo que ninguno de los dos se esperaba eso. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora