Capítulo 61

305 31 20
                                    

Missa:  

Estaba sentado en la cama, moviendo la pierna desesperadamente. No sabía que hacer, Phillip se había ido hacia un rato y yo me había quedado, otra vez, como un estúpido cuando él decidía huir. No fui capaz de seguirlo. No entendía que había pasado y porque Phillip se había sentido mal. El día había estado muy bien, trataba de llevarme lo más relajado posible con Mafer para que nadie se sintiera incómodo y, de pronto, mi chico me había dicho que necesitaba tiempo. 

— ¿Qué hago? ¿Debo ir a buscarlo? La última vez salió... relativamente bien —dije en voz alta tratando de tranquilizarme lo suficiente como para ir a por él—. Está bien, iré. 

Me puse de pie decidido a ir al cuarto de las chicas para, de ser necesario, llevarme a Phillip a hombro con tal de que me escuchase. Tomé la tarjeta de la habitación con rapidez y abrí la puerta de igual forma. Con excesiva fuerza iba a salir del cuarto hasta que noté que ahí, de pie frente a mi, estaba el hombre al que iba a buscar. 

Tenía los ojos llenos de perdón, no dejaba de tocarse las manos con miedo y lucía las mejillas levemente sonrosadas. Mi corazón se detuvo al igual que mis pies, que al activar el freno casi me hicieron caer. Sentí que mi lengua se enredaba sobre si misma evitando que pudiera decir una sola palabra. 

— Hola... —su voz, bajita y muerta de miedo, trató de parecer relajada, pero era inevitable notarlo. Estaba avergonzado—. ¿Po- Podemos entrar?

Asentí sintiéndome nervioso por lo que ocurriría. Abrí paso para que él pasara primero y lo hizo con la cabeza agacha, sintiéndose pequeñito. No me gustaba verlo así. Amaba verlo histriónico, mostrando sus dotes artísticos y siendo el centro de atención. No quería que se apagara, menos por una pelea nuestra y aun menos si yo no sabía de qué se trataba. 

No dije ni una palabra. La verdad, no quería siquiera hacer ruido, como si él fuera un cachorro asustado que en cualquier momento huiría de mí. Cerré la puerta lo más despacio que pude y me quedé mirándolo, esperando que hiciera el primer movimiento para así saber qué decir.  

— Missa... yo... —se dio vuelta en un giro rápido y me miró con miedo, no dejaba de tocarse las manos—. Lo siento tanto, no fui capaz de controlar lo que sentía y huí... otra vez. Perdóname. 

Asentí. Seguía sin poder abrir la boca y decirle algo. Temí decir algo hiriente porque estaba cansado de que escapara de mí, pero nada solucionaría el decirle algo así. Quería ser comprensivo con él y entenderlo, mi deseo era que estuviésemos bien. 

— Me sentí celoso —dijo mientras se abrazaba a sí mismo—. Tú y Mafer... se veían tan lindos juntos y estaban tan cerca que no pude controlarme. 

— Phillip, sabes que entre María y yo... 

— ¡Lo sé! —chilló y pude ver como una sonrisa ladeada se le escapaba—. Pero no soy capaz de entender que tú... sientes algo por mí —continuó. En su voz notaba un dejo de dolor y rabia—. Missa, me siento inseguro porque... no sé qué es lo que sientes por mí. No me has dicho nada y lo necesito —fue aumentando en su velocidad y volumen, moviéndose a todos lados—. Nos acostamos... ¡Y sigo sin saber si me quieres para algo más! 

Me sentí temblar, con una mezcla de rabia y tristeza. Era mi culpa que él se sintiera así, era mi culpa que él hubiese huido otra vez. Todo siempre resultaba ser culpa mía. 

— Nos acostamos y no recibí siquiera un te quiero... —susurró y las lágrimas se resbalaron por su rostro hasta caer en la alfombra roja que cubría todo el suelo de la habitación—. Quizá estoy pidiendo demasiado... quizá no soy lo que buscas o no me quieres lo suficiente como para que lo digas. 

A cada palabra que decía mis ojos se abrían más y más por inercia, no creyendo lo que estaba oyendo. Me sentía desesperado por hacerle entender que ya había superado la barrera de no saber que decirle sobre mis sentimientos, y que ya no puedo decirle que me gusta, porque esto a pasado una barrera más rápido de lo que yo pensé que lo haría. 

Mi corazón latía por tenerlo cerca, mis sentidos los añoraban, mis manos picaban por entrelazar nuestros dedos y mi piel suplicaba por sentir la suya. Esto va más allá de un tonto " me gustas" de esos que se dan en secundaria cuando te sientes atraído por una chica bonita de tu clase que te parece divertida. Lo que siento por Felipe es algo que me hace sentir estúpido y fuerte.  

— Está bien si no quieres decirme nada... es probable que yo no lo valga... 

— Feli, tú lo vales —lo miré y traté de no tartamudear. Sentía que vomitaría mi corazón—. He sido un estúpido por no poder decirte lo que siento. 

— No lo eres... ¡está bien! —alzó los brazos y mostró esa sonrisa rota que solía salírsele cuando quería dejar de llorar—. Puedo vivir con eso, no quiero apresurar tus procesos. ¿Quieres que durmamos ya? Mañana será un día cansado. 

Seguía hablando cosas sin sentido, ignorando por completo que me tenía de pie frente a él, incrédulo por su actitud. 

— Felipe escúchame, entre Mafer y yo no pasa nada, yo estoy- .

— ¡Lo sé, lo sé! Lo averigüé esta noche —dijo con rapidez y no supe comprender muy bien a qué se refería. Probablemente María le habría aclarado que nada ocurría entre nosotros y eso me alegraba—. No tienes que explicar nada Missa. Estaré bien. 

— ¡Felipe! 

— No te preocupes, Missa. ¿Qué quieres comer mañana? Podríamos pasar al seven eleven... 

— ¡Estoy enamorado de ti, imbécil! —grité encolerizado y frustrado. Él no me escuchaba y seguía hablando como un maniaco. Me vi obligado a interrumpirlo y agarrarlo por los hombros para que no pudiera escapar de lo que le estaba diciendo— ¿En serio no puedes darte cuenta? Me tienes perdido por ti, estoy completamente enamorado, así que basta de decir que no te quiero porque lo hago... ¡chingada madre, lo hago!

Phillip tenías sus ojos jodidamente abiertos y bañados en lágrimas que seguían cayendo sin parar. Me miraba profundamente. Sus mejillas rojas, el cabello despeinado y el maldito sweater naranja que siempre traía le hacían parecer el hombre más guapo del mundo. A penas se movía. Me estaba poniendo de los nervios. ¿Podía simplemente dejar dejar de torturarme con ese doloroso silencio?

— Ya deja de mirarme así wey y dime algo, me estás poniendo nerv-

No alcancé a continuar lo que estaba diciendo, porque sentí como Felipe se lanzaba sobre mí y juntaba nuestros labios con mucha desesperación. Fue brusco y tosco. Sentí como mis mejillas se mojaban por sus lágrimas. Ya había estado llorando desde antes, pero ahora se habían incrementado. Me tenía afirmado del rostro, su cuerpo estaba muy cerca de mí y estábamos apretados.

No me molestaba en absoluto, era el mejor beso que me podía haber dado.

— ¡Llevo tanto... TANTO tiempo esperando oír algo así! —se separó de mí y se tapó la cara enseguida. Se trataba de secar las lágrimas que parecían infinitas, no podía dejar de llorar. Lo miré con una sonrisa ladeada y me acerqué a limpiárselas con la manga de mi sudadera—. No pude guardarme ese beso. Perdón si te hice daño.

Lo tomé por la cintura, atrayéndolo hacia mi y le volví a dar otro beso. Esta vez con más tiempo, con más calma, disfrutando de él, de su calor y de sus labios. Disfrutando de tenerlo cerca.

Sentía como se derretía en mis brazos y se dejaba hacer por mis manos. Yo no fui capaz de apartarlo, quería hacerlo entender que es lo que siento... 

Lo amo. Lo amo, chingada madre. 



------------------------------

Ay, lamento el tiempo... ¡pero ey!

¿No creen que quedó bonito? 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora