Capítulo 4

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Phillip:

El viaje se realizaría en dos semanas. Tengo que organizar algunas situaciones, ver temas de dinero, dejar dibujos hechos como comisiones para entregarlas a tiempo, hacer el check-in y arreglar la maleta para que no se me olvide nada. De solo pensarlo ya me sentía agobiado. 

Mientras me encontraba frente a la tableta gráfica, pasando por un leve bloqueo creativo, mi teléfono comenzó a sonar. Me estaban llegando un montón de mensajes en unos pocos segundos, probablemente el Missa ya había despertado y me estaba deseando los buenos días. Ya era una costumbre el saludarnos cada mañana a pesar de la diferencia horaria; nos hacía comenzar el día. 

Yo siempre era el primero en saludar ya que en Chile amanecía más temprano, pero esta vez no lo había hecho, había olvidado saludarlo dado que me había puesto inmediatamente a trabajar. 

Missa: WEEEEY, ¿estás vivo? 

Missa: Te olvidaste de mí, cabrón :( 

Missa: Por qué no me has saludadoooooo :((((

Missa: Piliiiiiiiiiii :( 

Aquellos mensajes me hicieron carcajear, Missa podía ser jodidamente tierno en algunas ocasiones. Desbloquee mi teléfono y me dirigí hasta el chat que tenía con mi amigo. 

Philip: Weooon, estoy trabajando! Sé que me amas y me necesitas pero tranqui 

Supe que este weón se había avergonzado de inmediato ya que escribía y borraba el mensaje varias veces. Cuando buscaba mi atención me hacía mucha gracia. Lo conocía demasiado para saber que no esperaba mi respuesta de aquella forma. 

Missa: Te escribía para ver si querías jugar, no te pongas joto. 

Missa solía ser bastante tsdundere siempre que le enviaba mensajes románticos o subidos de tono. Me pregunté que pasaría si alguna vez, por alguna extraña razón se los dijera de un modo serio. En seguida me regañé a mi mismo por el absurdo pensamiento de decirle al Missa cosas cursis con dobles intenciones. Me recorrió un escalofrío de la vergüenza. 

— ¿Estás ocupado? 

Amber entraba en mi cuarto con delicadeza. Como si estuviera desnudo, que claramente no era el caso. 

— Nah, no tengo ni menor idea como comenzar este dibujo —respondí con sinceridad mirando el lienzo con un par de líneas tiradas— ¿Qué pasa? 

— ¿Conversando con el Missa? —la mirada de "lo sabía" siempre aparecía cada vez que me pillaba conversando con el mexicano—. Primero Missa y luego el repartidor, todo un conquistador el Phillip.

— ¡¿Qué?! —sentí como mis mejillas se calentaban instantáneamente. 

— El que te vino a dejar la comida, te dejó loquito. 

— Soy un conquistador, lo sabes —dije para tratar de salvar mi orgullo, aunque el color en mis mejillas no ayudaba en lo más mínimo—, pero no me gustan los hombres. 

Parecía no haberla convencido en lo absoluto mi comentario, ella simplemente me llamó para almorzar y se fue. Dejándome igual de avergonzado que antes. Le dije que bajaría en un minuto mientras le avisaba a Missa que iría a comer y luego podríamos conectarnos para jugar o conversar. 

Luego de una agradable conversación y almuerzo con mi buena amiga, me volví a mi cuarto para cumplir con mi promesa de jugar con Missa. Le escribí, me respondió a los minutos y nos conectamos a discord. 

— Weeeeey, ¿Cómo estás? —decía Missa con su típica emoción—, no me lo vas a creer, hoy Mafer me dijo que le pasó tremenda pendejada... 

Dejé de escucharlo por un momento, el solo mencionar el nombre de su novia me hizo sentir molesto. No quería oír anécdotas de Mafer, por mucho que la apreciara, ella no era la razón por la cual me había conectado a esa llamada. Le respondí con una risa que traté de que no sonara lo más falso del mundo y una respuesta genérica antes de cambiar el tema. 

Nos conectamos a Fortnite para grabar alguna partida que saliera chistosa y decirnos cosas absurdas. Estuvimos largas horas grabando y jugando, salieron cosas demasiado buenas, chistes geniales y nos la pasamos increíble. 

Después de cortar la grabación decidimos quedarnos conversando, como lo hacíamos siempre que terminábamos de grabar. Missa y yo prendíamos la cámara, nos mostrábamos estupideces que habían en nuestra habitación, sobre todo él que era el que más mierda tenía acumulada y con cosas extrañas debido a sus videos. 

— Ya quiero tenerte aquí para mostrarte las pendejadas que tengo —decía Missa mientras terminaba de reír luego de haber hecho una de sus tonterías—, después no querré que te vayas. 

Mi corazón se paralizó al oírlo. Una extraña y deliciosa sensación me recorrió el cuerpo. 

— Yo tampoco querría irme —estaba seguro que lo había susurrado. 

— Pues quédate pendejo, yo no te voy a echar. 

Me ponía tan nervioso cuando decía esas cosas, esperaba que no se notara ni a través de la cámara ni del micrófono, porque no tendría forma de explicarle mis reacciones. Mi pecho se sintió cálido, quería responderle algo ingenioso pero una voz interrumpió la mía.

— ¡Missa! ¿Cómo estás? Hace tiempo no hablamos —escuché la voz de Amber a mis espaldas, voltee para verla. Estaba seguro que había terminado de lavar los platos. Por mucho que le dijera que no había necesidad, ella lo hacía. Le agradecía mucho por ello—. ¿Cómo está Mafer?

Mierda, me había costado demasiado que Missa cambiara el tema como para que ahora Ámber lo volviera a abrir. Le di los audífonos para que pudieran hablar pero ella solo los desconectó y la voz del Missa comenzó a sonar por los altavoces. 

— Muy bien, gracias por preguntar —respondió mi amigo, más calmado que como había estado antes.

— Phillip, venía a preguntarte si querías que pidiera pizza para que tomemos once —escuché la risa de Missa de fondo. Sabía lo que pensaba. Jaja, muy maduros nosotros. Yo también le habría respondido algo así—. A lo mejor vuelve el repartidor del otro día.

Vi de reojo como el semblante de mi amigo cambiaba, como se estaba preguntando de que diablos hablaba Ámber con sumo interés. Era mi fin.

— ¿Phillip no te ha contado? —ella me miró con intensidad y una enorme sonrisa. Me resigné. Si ella no le decía, Missa seguiría insistiendo en que le contara—. El otro día este se ligó a un repartidor.

Ella se rio al ver mi cara, otra vez avergonzada. No quería que Missa supiera esto por alguna razón. Me daba mucha pena.

— Ou, ya veo —respondió él un poco confundido. Dios, ¿ahora que imagen tendría de mí?— Todo un pillin ese Phillip.

Me cubrí la cara, tratando que mi rostro no se viera en cámara. Huyendo de lo que pudiera pensar mi compañero.

— Si, si, un conquistador. El chico le dio su número y todo —me miró curiosa—, podrías llamarlo.

— ¡No voy a llamarlo! Yaya, Ámber, pide lo que gustes, yo voy cuando esté listo.

Y diciendo eso, la saqué de mi habitación. Pero podía ver el rostro confuso de mi amigo.
Mierda.

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora