Capítulo 49

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Missa: 

En cuanto lo solté, la emoción me inundó todo el cuerpo. Estaba demasiado feliz y me dolían las mejillas de tanto sonreír. 

— ¿En serio? —murmuró, serio y pausado. Asentí extrañado por esa reacción. 

— Si po, weon —dije, tratando de imitar su acento lo mejor que podía. Él se rió al instante y vi como comenzaba a emocionarse de a poco, eso me tranquilizó. Pensé que le había molestado mi propuesta o que no le había agradado. 

— ¡OBVIO QUE QUIERO IR! —se levantó del asiento de forma exagerada. Se agitaba el cabello y yo no podía dejar de sonreír— ¡Oh por dios! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Que ganas de ir! 

— Calma Pili —dije viéndolo sentarse por fin y calmar su respiración—. ¿Quieres ver lo que tengo armado? 

— ¿LO TIENES ORGANIZADO? —se preguntó con legitima sorpresa. Me sentí ligeramente ofendido, aunque en realidad, si era poco predecible que yo me tomaría el tiempo para organizar un viaje, cuando siempre termino armando la maleta a última hora o llegando justo a tiempo al aeropuerto—. No lo puedo creer, Missa. 

Le comencé a mostrar las hojas de excel que había hecho (sí, le había puesto mucha dedicación al asunto) en que se mostraban los gastos, los lugares para alojarnos, la ruta que podríamos seguir y la idea de ir a los parques de disney y nintendo allá. A cada palabra que yo decía, lo veía más y más emocionado. 

 — Weón, está demasiado bacán... me encantaría ir contigo —oír su respuesta tan decidida, me hizo sentir que todo el tiempo que había invertido en buscar y ordenar todo había valido por completo la pena—. Tendría que tomar varios aviones... —lo vi pensativo, imaginando las horas que pasaría en los incómodos asientos de avión—. ¡Pero eso es lo de menos! —su sonrisa iluminaba su cara—. ¿Cuándo quieres ir? 

— Cuando tu madre esté recuperada —dije, algo tímido, no quería interferir en que Phillip cuidara de su madre o que descuidara alguna cosa. Quizá él tenía algún otro plan y yo solo venía a interrumpir. 

— Mi mamá sale en cuatro días más, aunque no es del todo seguro... —respondió dudoso, quizá imaginando lo que le diría el medico antes de darle el alta.

— ¿Te parece en dos semanas? Así podré alquilar los lugares y comprar pasajes y tú ves el tema de tu mamá y los aviones que debas tomar —lo dije todo tan rápido que me quedé sin aire. Si por mi fuera, le diría que nos fuésemos mañana solo para poder verlo y gritarle «¡Me gustas!» y besarlo un montón de veces. 

— Perfecto. 

Nos quedamos en silencio antes de ponernos a ver panoramas que quisiéramos hacer allá, cosas que queríamos ver o emocionarnos por los parques. No había visto a Phillip tan emocionado en mucho tiempo. Le brillaban los ojos y lo notaba incluso a través de la pantalla. 

— Que lindo eres... 

Aquello se me escapó en un murmullo, viéndolo mirar páginas de tiendas que quería ir y armando un itinerario. Pausó lo que estaba haciendo justo antes de que sus mejillas se encendieran. Parecía que se ponía color violeta. Vi como su manzana de Adán subía y bajaba. 

— No puedes decirme cosas así, sin avisar —se cubrió la boca al ver lo avergonzado que estaba. Yo sonreí más. 

— Te diré la cantidad de cosas que quiera —respondí de forma inmediata, sin darle tiempo a responder o procesar mis cumplidos—. Te repetiré lo lindo que eres las veces que quiera solo para verte con las mejillas rojas... con las que, por cierto, te ves encantador. 

— ¡Missael! —chilló, cubriéndose el rostro con el gorro. Aún así, sonreía de la manera más preciosa posible. 

Sabía que no estaba molesto, más bien nervioso y, quizá, confuso por las cosas que le decía, ya que yo jamás era de decir ese tipo de cosas. Tenía muchas ganas de tomarle el rostro y besarlo, de abrazarlo, de comerlo a besos, llenarlo de cosquillas y hacerlo reír. Sentarlo sobre mí y perderme en su olor. 

— Ay Phillip, no tenerte aquí ha sido... ha sido... terrible —lloriquee, avergonzado y apenado, apretando mis manos sobre mis piernas—. Mafer se fue, se llevó sus cosas y... me encantaría que estuvieran las tuyas ahí. Verte acostado en mi cama al salir de la ducha, cocinarte huevos con salchicha al desayuno, irnos a tomar helado, ver películas y jugar. Te extraño más de lo que pensé extrañarte. 

Mi corazón se estrujaba. Que me gustase tanto no era normal, el hecho de que mi cuerpo lo necesitase como a nada más y que mi pecho se apretase al imaginarlo tan lejos de mí era demasiado doloroso. Los últimos momentos juntos habían sido tan lastimeros, quería retroceder el tiempo, adelantar lo inevitable y disfrutarlo un poco más. Quería que el accidente de su madre jamás hubiese ocurrido y que ella se encontrase tan sana como siempre, y así podría tener a Phillip aún conmigo. 

— Felipe, no sé que hiciste conmigo... lo que siento por ti... —comenzaba a decir y sentía que en cualquier momento se lo diría, en algún segundo se me saldrían las palabras que llevaba guardando para decírselas en el momento adecuado. No podía. Suspiré con desgano—. Estoy perdido en lo que me haces sentir. 

Se quedó callado y, en realidad, no me molestaba en lo absoluto. Las palabras habían fluido sin parar entre mis labios, haciendo que su rostro cada vez tomara más y más color. 

— Missael —oí que murmuraba mi nombre, en un pequeño hilo de voz, mientras se miraba las manos—. Si sigues diciendo esas cosas, me volveré loco... —respondió, sin mirar a la cámara—. Jamás pensé que algo así podía pasar. Me imaginaba ser correspondido, claro —hizo una leve pausa, rememorando—, pero ahora que es tan real... ay —siguió diciendo, sin dejar de sonreír y sin dirigirme la mirada—. Me gustas, no sabes cuanto me gustas Missa.

Creo que ninguno de los dos podía encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estamos sintiendo en este momento. Si esto continuaba así, el "me gusta" no sería suficiente. Y no estaba nada seguro de si eso me aterraba o me gustaba. Quizá ambas en distintas proporciones. 

El terror de sentir tanto por alguien, y que esa persona tenga tu vulnerabilidad en sus manos es tan arriesgado. Que tenga tantas maneras de destruirte, y elija no hacerlo, es la manera más pura de amar. De amar... el amor. ¿Qué es amar? Miraba al hombre frente a mí, sonriente, avergonzado y con ganas de quererme. Veía a quien fue mi amigo y ahora, se convierte lentamente en la persona a quien quiero tener a mi lado para disfrutar por mucho tiempo. Sentía el calor en el pecho, el sudor en mis manos y los escalofríos recorrerme el cuerpo. 

Quería quererlo y quería demostrarle lo mucho que estaba perdido por él. 

— Que injusto no dormir todos los días contigo —suspiré, con pesar, pero aún así, vi como soltaba una pequeña risita apenada y encantada. 


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Un poco corto, pero lleno de cursilerías. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora