Phillip:
Era la noche perfecta.
A pesar de que me había olvidado por unas horas lo ocurrido anteriormente y de mis sentimientos por Missa, no podía evitar preguntarme que pasaría si él lo supiera. Pero no estaba bien, no era sano comentárselo. Lo más probable es que nuestra amistad se destruyera en pedazos.
Era la noche perfecta, ¿no? Lo era, hasta que comencé a hablar.
— Cuando te vi, en serio pensé que había encontrado a mi hermano perdido —no podía dejar de hablar. Alguien tenía que callarme YA, pero mis labios iban mucho más rápido y Missa se veía como el hombre más lindo del mundo—, nunca había visto a alguien que se pareciera tanto a mí.
Él asentía con entusiasmo. No notaba como yo estaba temblando. Estábamos solos en su casa, habíamos tenido un día complejo y una noche preciosa. Sentía que el tiempo pasaba tan rápido y que en cualquier momento tendría que irme de nuevo a Chile, alejarme de él, dejarlo aquí con su linda novia y comerme los sentimientos el resto de mi vida, hasta que pudiera olvidarme de él.
Era una situación maravillosa. Habíamos estado jugando y, cuando me paré un par de segundos para mirarlo, sentía las palabras escaparse de mis labios.
— Creo que el destino me llevó a conocerte —me mordí el labio. Me iba a poner a llorar, me estaba inundando de miedo y me estaba por desmayar. Si paraba ahora, nada pasaría, sería solo un momento de debilidad en que le habría dicho un par de cosas cursis y ya, pero no podía. A pesar del miedo, de lo que podría pasar y de lo aterrorizado que estaba por perderlo, cada fibra de mi cuerpo pedía decirle lo que siento.
— No creo en esas cosas —dijo, pausando el juego definitivamente y volteando a verme. Sus ojos eran muy profundos, estaba seguro de que me iba a ahogar en ellos. Quería ahogarme en él—, pero si existe, creo que si estábamos destinados a encontrarnos.
El pecho me apretaba, apenas podía respirar. Me iba a poner a llorar, estaba seguro.
— Te he dicho que te admiro —susurré, sin mirarlo. No podía ver la cara de asco o de desprecio que me daría al saber lo que siento, al saber que me había enamorado perdidamente de él. ¿Me había enamorado? Pero si él solo me gusta ¿no es así?—, que tus videos son geniales, tu música es fantástica, que me encantan tus dibujos y que eres demasiado talentoso —me acordaba de mis reacciones a sus videos. Mis seguidores se preguntarán porque ya no reacciono más, porque ya no grabamos juntos—. Siempre me había gustado ser tu amigo, tu mejor amigo. Saludarnos por las mañanas, hablar todo el día, jugar y grabar...
Me comenzó a temblar el labio inferior y tuve que mordérmelo para evitar lo más posible que se notara. Pude ver de reojo como él trataba de verme a la cara, como ponía aquella cara de preocupado y de no entender que estaba pasando. Ay Missa, como extrañaría verte la cara después de lo que estaba por decirte.
¿A dónde iría? Escaparía, porque soy un cobarde. Era ya tarde, pero necesitaba tomar aire. Necesitaba salir de aquí y dejar atrás la estupidez que estaba por hacer.
— ¿Phillip? ¿Qué pasa? —me dolieron más de lo que deberían aquellas palabras. Él no entendía lo que me sucedía y eso lo confundía—. Me estás preocupando, no me asustes pendejo.
Me reí. De esa risa dolorosa que salía cuando se está por llorar. Quizá sería la última vez que me llamaría así.
— Lo que no debería haber pasado —murmuré. Cerrando los ojos con dolor y moviéndome el pelo exasperado, me estaba quedando sin aire—. Si me hubiera dado cuenta antes quizá no habría venido... o quizá si porque soy un puto masoquista —él trataba de encontrar mi mirada, pero yo no lo dejaba; no quería que me viera así—, pero no importa lo que yo piense; tú estás tan enamorado, tan feliz. Como me alegro de eso... —apreté los puños— y también no sabes cómo me duele. Tu corazón pertenece a quien siempre debió y yo no lograré cambiar eso nunca.
— Phillip... ¿de qué estás hablando? —su voz también comenzó a temblar. Quería cuidar mis palabras lo más que pudiera para no herirlo de ninguna forma posible. No me perdonaría si lo hería.
— Creí que estaría bien viéndote de lejos, admirándote como lo llevo haciendo tanto tiempo —me cubrí la cara con las manos. Estaba por soltarlo, tenía tanta vergüenza, tanto terror. No dejaba de temblar, ahora él si lo había notado porque me daba suaves caricias en el brazo—. Te prometo que no fue a propósito, que jamás quise que pasara así, y que daría lo que sea porque todo fuera como siempre. Perdóname... Perdóname Missa.
— Phillip...
Lo oí susurrar a lo lejos. No se movía, yo tampoco. Lo voltee a ver unos míseros segundos y entonces, sentí como mi corazón se aceleraba al verlo, como me parecía el hombre más bello del mundo, como esos labios eran perfectos y quería llenarlos de besos. Sentí que quería verlo sonreír el resto de su vida, quería que jamás dejara de reír porque su risa era la música más bella de este maldito mundo. Y supe que estaba perdido, que un simple me gusta no bastaba, que iba más allá que eso.
Me largué a llorar como un patético. Sentí sus manos en mi espalda, estaba tratando de comprenderme, porque así era él. Empático y dulce.
— Discúlpame... —me salió en un hilo de voz, un hilo desgastado y patético—, no fue mi intención enamorarme de ti.
Nos quedamos en silencio unos momentos. Quietos. Él había dejado de acariciarme el antebrazo y yo había dejado de respirar. No sé qué esperaba, quizá muy en el fondo. Muy, muy en el fondo aún esperaba que correspondiera a mis tontos sentimientos. Tomé mi abrigó y salí lo más rápido que pude de ahí. Me estaba asfixiando; quería correr, quería huir. Olvidar lo que había le había confesado, la estupidez que había dicho.
No podía verlo. Mi corazón no lo resistiría.
Cerré la puerta y salí lo más rápido que me permitió mi condición física. Estaba más oscuro de lo que pensé y hacía más frío del que esperaba. recorrí calles las cuales me había mostrado Missa, encontré varios puestos de comida a los que habíamos ido y de pronto, las calles ya no eran conocidas, ya no tenía puntos de referencia. Me había perdido.
Estaba en medio de un parque en México, de noche, sin mi celular y luego de haber perdido a la persona que más amo y necesito en esta vida. Estaba en la verdadera mierda.
Caminé por el parque, con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. Tenía la cara congelada porque las lágrimas se habían secado y me daba muchísimo frío. Me senté en uno de los columpios para sentirme aún más patético.
Creo que no había mejor palabra para describirme que esa en este momento.
— Tengo tanto frío —murmuré para mí mismo. Nadie me oiría allí a esas horas—. No debí decírselo.
Pero me quemaba la piel verlo y no poder decirle. Guardarle un secreto a mi mejor amigo, a la persona que más quiero. Se me escapaba cada vez que lo veía sonreír, cada vez que me hablaba bonito, cada vez que me abrazaba, cada vez que estaba cerca de mí. Quería gritarle que me gustaba, que era el hombre más guapo del mundo. Quería llenarle la cara de besos.
Comencé a llorar aún más. A desgarrarme por dentro, a sentir como me moría de la desolación. Quería un abrazo de mi madre. Quería a Amber aquí, cuidándome. Todo hubiera sido más fácil si sintiera por Amber lo que sentía por Missa. Pero no, estaba ahí como un weón, llorando por un amor no correspondido.
— Quiero volver... —me estaba congelando, el viento me movía el cabello y me daba mucho más frío. Mis manos no tomaban calor por mucho que intentara calentarlas con mi aliento—, pero no sé dónde cresta estoy.
Grité. Grité de la impotencia, de la vergüenza, de la rabia, del miedo. Todo aquello que sentía y que necesitaba liberar de alguna forma.
Me acomodé lo mejor que pude en el columpio, cerré los ojos y traté de entrar en calor. Que asco.
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Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
FanfictionLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...