Missa:
— ¡Amor! Que bueno verte —su voz era siempre dulce y amable. Se levantó a saludarme con un beso. Tuve que darle la mejilla, no podía seguir con esto mucho más tiempo. Su cara de decepción me estrujó el corazón—. O-Ordené un café para tí, ese que siempre te pides.
Le agradecí, sentándome frente a ella. La adrenalina me recorría el cuerpo y la culpa no dejaba de atormentarme. Una vez que lo que Mafer había pedido llegó, no pude evitar el tema que nos tenía ahí reunidos.
— Mafer... yo... —comencé a decir. En su rostro podía notar la angustia—. Dije que vinieras porque necesitaba decirte que... —sentía mi corazón latirme con fuerza en el pecho— me estoy enamorando de alguien más —cerré los ojos, como si una puñalada se hubiera clavado entre mis costillas. Creo que jamás había dicho algo tan doloroso—. No quiero herirte de ninguna forma...
Hubo un silencio que me hizo enloquecer. Prefería que ella me gritase, que simplemente se fuera o incluso que me golpeara, pero que no dijera nada me estaba matando por dentro. De pronto, sentí su mano, suave y tibia en mi mejilla. Al abrir los ojos, vi los suyos, inundados en lágrimas y, aún así, me sonreía.
— Gracias por decírmelo —murmuró. Y no pude evitar largarme a llorar como un tonto—. ¿Hice algo mal? ¿Fui yo la que ocasionó esto?
— Po-Por supuesto que no —me apresuré a decir, tomando su mano y acercándome a ella—. Tu eres maravillosa y jamás dejaré de amarte por ser la mejor compañera durante todos estos años.
— Entonces... dime qué pasó —se limpió las lágrimas con una servilleta—. No quiero que lo nuestro termine. Yo te amo...
— Comencé a sentir cosas por quien no debía, Mafer. Crecieron sin que pudiera controlarlo por más que lo intenté —la vergüenza subió por mi columna al tiempo que contaba sinceramente lo que Phillip había hecho en mí— y, cuando esta persona me comentó lo que sentía, todo estalló en mi cara. Chingada madre, no sabes lo doloroso que fue darme cuenta de esto. Solo podía pensar en ti y en que no quiero herirte de ninguna forma.
Ella me miraba con una mezcla de ternura y dolor. Las lágrimas seguían cayendo y mojando sus mejillas y, aún así, seguía viéndose bella.
— No puedo creer que algo así haya pasado —tomó la taza entre sus manos buscando calor, miró hacia afuera de forma pensativa—. Tantos años juntos, pensé que nos casaríamos en algún momento.
Eso me dolió. También lo había creido. Siempre había pensado que después de algunos años más, decidiríamos casarnos, mudarnos juntos de forma oficial y formar, quizá, una familia. Ahora todo eso se veía borroso, como un deseo imposible que se había visto ennegrecido debido los nuevos sentimientos que tengo por Phillip.
— Yo también lo creí... pero de pronto esto pasó y... —me callé, no tenía porqué decir más, solo lo haría más doloroso—. No sabes lo difícil que fue tomar esta decisión. El cariño que tengo por ti lo es todo. Compartimos tanto, siempre has estado para mí y eres la mejor en todo. Eres mi primer amor y nadie te quitará ese puesto jamás. Yo te quiero Mafer.
— Pero no me amas, ¿no?
No fui capaz de responder. El amor que siempre había sentido por ella ahora se reflejaba como un cariño amistoso. Mis ganas de verla bien, feliz y tranquila se veían reflejados por el tiempo que habíamos compartido y el cariño que siempre le había tenido, pero no me veía capaz de besarla, de tomarla de la mano o de hacer el amor con ella. La quería como quiero a mis amigas, más incluso, pero lo que ahora me hace sentir Phillip es muy distinto a lo que siento por ella. Darme cuenta de aquello, más aún con ella frente a mí, fue muy doloroso, pero me abrió los ojos como nada antes.
— ¿Puedo saber quién es? —preguntó ella dulcemente. Mis mejillas se inundaron de color en un instante al pensar en Phillip—. Creo que sé quién es, lo sospechaba desde antes, pero me rehusaba a pensar que es cierto. No quería creerlo —que me dijera eso me ponía aún más nervioso que antes. Ella no era tonta, y yo no había sido nada disimulado respecto a mis sentimientos—. Felipe es un buen partido.
En cuanto lo mencionó, mi cuerpo se paralizó por completo. Ella lo sabía. Era obvio que lo sabía, pero que me lo dijese a la cara era otro nivel de vergüenza.
— Pero... Amber está enamorada de él —dijo entonces con una voz triste—, me lo dijo hace un tiempo.
— No creo que así sea —Phillip me había contado hace algunos meses como ellos habían estado juntos siendo pareja, pero que no había resultado nada bien y habían acabado mejor como amigos—. Aún así... tengo tanto miedo. No sé que voy a hacer. Lo único en lo que estaba seguro era en que no quería seguir mintiéndome y mintiéndote a ti.
— No soy capaz de darte respuesta con algo así... —fue entonces que se levantó despacio, su taza seguía llena—. Yo seguiré amándote, Missael, y siempre estaré orgullosa de ti. Pero por ahora, debo alejarme o no seré capaz de seguir adelante.
Se acercó a abrazarme. Jamás había tenido un abrazo como este; uno de despedida, una demasiado dolorosa. No fui capaz de llorar, y quizá la sostuve más tiempo del que debía, pero ella simplemente se dejó y me apretó igual de fuerte que yo lo hice. Me sonrió una vez más antes de salir de la cafetería. Me quedé estático mirando mi vaso de café, no lograba pensar nada gracias a la cantidad de pensamientos que colapsaban entre sí.
¿En serio lo había hecho? Mi relación con María se había acabado después de años de acompañarnos. Me sentía extraño. Una mezcla de alivio y dolor que me duraría quizá cuanto tiempo. Miré su taza con nostalgia, pensando que jamás estaría ahí de nuevo. Aquello me dolió demás.
Pagué la cuenta, tanto lo de Mafer como lo mío y salí de ahí, pasé por un restaurant chino para llevar de cena, y volví a casa lo más lento que pude. Al entrar, al instante, oí pasos en mi dirección. Phillip llegaba con una sonrisa para recibirme.
— Por fin volviste, creí que habías muerto weón... ¿Trajiste comida? Estoy muerto de hambre —decía muy rápido sin fijarse en mí del todo. Fue cuando notó que no decía nada que se detuvo y me observó detalladamente—. ¿Missa? ¿Estás bien?
Las rodillas me temblaron y no pude evitar caer. Phillip se asustó y se agachó para agarrarme. Yo, sin poder evitarlo más, me largué a llorar agarrándolo fuerte. Había sido más duro de lo que creí y me derrumbé.
— ¿Qué pasó? ¿Missa? —decía él muy angustiado, abrazándome con dulzura. Lo agarré con fuerza, apretando su ropa para acercarlo a mí. Me escondí en su pecho.
— Se-Se acabó... todo se fue —dije entre sollozos lo mejor que pude.
— ¿Eh? ¿Qué se acabó? —sin soltarme, trataba de tranquilizarme de la mejor manera. Su voz era amable y no se alteraba.
Lo miré, buscando en él un poco de consuelo. No importaba si había sido yo aquel que había roto la relación, no lo hacía menos doloroso. Y no importaba cuanto tiempo pasara, la seguiría queriendo. Él me abrazó sin esperar respuesta de mi parte.
— Te-Terminé con ella, Felipe... —a penas me salió la voz, no supe ni como pude decir aquello. Decirlo lo hacía demasiado real—. Terminé con María... se acabó.
Lo vi abrir sus ojos con sorpresa y como de a poco estos comenzaban a llenarse de lágrimas, no podía entender porqué. Fue cuando se lanzó sobre mí, abrazándome lo más fuerte que pudo, sujetando mi cabeza e inundándome de su calor.
— No... No puedo creer que en serio lo hicieras —murmuró, escondido en mi hombro. Lo sentía mojado, él tampoco podía controlar las lágrimas que se le escapaban bajando por su cara.
Nos quedamos ahí, como un par de tontos, abrazados en el suelo. Llorando. No sabía si llorando por lo que había sido o por lo que será.
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Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
FanfictionLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...