Capítulo 28

507 40 18
                                    

Phillip:

Habíamos regresado a casa en silencio. Caminamos bastante para calmarnos y que las chicas no sospecharan nada de lo que había pasado. Él puso su chaqueta sobre mis hombros con la excusa de que estaba acostumbrado al clima y que no tenía frío.

No sabía qué iba planeando, pero sabía que le daban vueltas los pensamientos una y otra vez. Estaba mirando al piso y caminando con las manos en los bolsillos. Yo estaba muy avergonzado; no planeaba hacer una escena de ese estilo, pensaba solo irme un momento y regresar al tiempo, fingir que nada había pasado y ya. No quería perderme y no quería que él se preocupase y tuviese que salir a buscarme.

Pero ese beso... ¡Ese beso! ¿Qué cresta significaba ese beso?

Estaba muerto de miedo. El pánico de no saber que pasaba por su cabeza no me podía dejar tranquilo. Lo miraba de reojo y luego volvía al piso.

— Pasaré al Oxxo, les dije a las chicas que habíamos ido a comprar algo y si volvemos sin nada será sospechoso —dijo mientras apuntaba a la tienda y entraba a esta conmigo tras suyo.

Me sentía parte de algo prohibido, algo sucio. Sabía que él se había sentido culpable por el beso, por que se había acordado de Mafer, la cual lo esperaba en casa muy feliz. Pero él estaba aquí conmigo por mi pataleta. El sentimiento de patetismo no me abandonaba.

Sacó algunas chuches al azar, unas bebidas y papitas, las pagó y salimos de la tienda esta vez con dirección a su casa definitivamente.

— Puedes fingir que todo lo que dije no pasó —se me escapó entre los labios lo que me llevaba tanto tiempo dando vueltas. La tristeza pudo notarse incluso en la sonrisa que le di—, así seguiremos siendo amigos como si nada hubiera pasado.

Él pausó el paso. Lo vi apretar los puños. La cara se le cubría por el cabello. No podía ver sus ojos, y si no podía verlos, no podía saber que estaba pasando por su mente.

— No... No pasa nada, seguiremos siendo mejores amigos —reiteré mi idea acercándome a él lo más lento que pude, como si fuera a alejarse, como si me fuese a morder, como si quemara. Missa seguía sin moverse.

— No puedo... —aquel susurro destruyó mi corazón. Sabía lo que iba a pasar, sabía que él me iba a destruir y dejaríamos de ser amigos. Hasta aquí quedaba nuestra amistad por estos estúpidos sentimientos que llevo encima—, no puedo Felipe.

Estaba usando mi nombre. Esto era todo; nuestra amistad, el tiempo juntos, todo había valido nada por este momento, por el momento en que yo arruinaba todo como siempre lo hacía. Comenzó a acercarse a mí, pensé que me daría un buen golpe y estaba dispuesto a aceptarlo, me lo merecía. ¿Cómo había arruinado de esa forma nuestra amistad?

— Me iré de tu casa por la mañana... —susurré ya decidido. No podía seguirlo viendo, necesitaba salir de allí mientras pudiese y no verlo más para por fin olvidarme de él. Mi pecho estaba muy apretado, me estaba quedando sin aire. Comencé a hiperventilar. Me di la vuelta para irme, pero rápidamente me tomó por la muñeca obligándome a verlo de nuevo. 

— Eres un pendejo —lo escuché de repente. Mi corazón se detuvo—. No puedo olvidar que no pasó, porque sí pasó —levantó la cara, parecía confundido—. No sé que estoy sintiendo Phillip, no sé que es esto... no sé qué me haces sentir.

Comenzó a acercarse a mi despacio, controlando sus movimientos de la forma más precisa que podía. Su rostro quedó frente al mío: estaba tembloroso y frío. Por unas milésimas de segundos no hizo más que mirarme. Miró mis ojos, mis labios y volvió a observar mis ojos. Vi como se lamía los labios, estaban secos. Aquella acción me derritió por completo, me sentí morir. Él pulso se me aceleraba. Sus ojos comenzaron a cerrarse mientras volteaba la cabeza muy lento para poder encajar con la mía. Como agradecía que nuestra diferencia de alturas fuera nula, porque aquello hizo que lo siguiente fuera tranquilo y relajado.

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora