Capítulo 32

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Phillip:

— ¡¿Qué chingados pasa contigo?! —su voz sonó dura. Pegó un portazo en mi habitación y se acercó a mí de forma intimidante. 

Sentí la adrenalina correrme por el cuerpo, pero no podía demostrarlo. Debía ser el pacífico y la cabeza fría de la situación. 

— ¿Conmigo? Yo no hice nada —le respondí de la forma más amigable posible. En realidad, había disfrutado la salida con mis amigos, no era culpa mía que él anduviese de amargado molestando a su novia—. Estuvo muy bien la salida en realidad, siempre puedo pasarla bien con Amber. 

Me voltee a mirar al computador con tal de seguir evitando la conversación y en particular, a Missa. Pero sentí como este tomaba los brazos de la silla y la volteaba para ponerse a mi altura, justo frente a mi rostro. Me alejé por inercia. Estaba demasiado cerca y seguía muy enojado. 

— ¡Coqueteaban! —escupió— ¡Lo restregaste en mi cara! 

— Deja de gritarme Missa —ya me estaba cansando de su actitud, pronto perdería la paciencia y comenzaría a responderle de la misma forma—. Yo no restregué nada, no como tú, que ibas de lo lindo besando a tu novia frente a mí. 

— Es mi novia Felipe, no puedo negarle un beso si me lo quiere dar —se alejó de mí, ya más tranquilo, pero seguía igual de enojado. 

— ¡Entonces deja de besarme de mí y ocuparme de tu maldito juguetito! —me puse de pie y lo alejé de mi lo mejor que pude, tratando de no ser agresivo, pero ya no me podía aguantar la ira y el desprecio que sentía. No podía sacarme la idea de que era el amante y eso dolía como mil demonios—. ¿Eso querías, no? Usarme sabiendo que siento algo por ti. 

Él se quedó estático ante mi acusación. Le cambió la cara en un segundo, como si le hubiese dicho algo que en realidad le había dolido. Quizá algo se había roto dentro de él. Me abracé a mi mismo para tratar de buscar consuelo. Bajé la mirada muy dolido. Por fin había sacado aquel pensamiento de mi mente, pero el solo hecho de decirlo lo hacía más real. Veía sus pies quietos. Quería que se fuera y me dejara tranquilo para largarme a llorar. 

— Jamás podría hacerte eso... —su voz se rompió. Alcé la vista y vi sus ojos inundados en lágrimas. Esta vez, mi pecho dolió al verlo así—. Yo-Yo... no sé que hacer Felipe. No estoy seguro qué siento por ti, porque no está bien sentirlo. Tengo tanto miedo... ¿Y que hago con Mafer? Es mi novia hace años, mi primer amor, ¿Cómo la alejo de mi vida sin sentirme perdido? —se movía a todos lados desesperado. Era demasiado extraño ver a Missa de esa forma, parecía una persona completamente diferente—. ¿Qu-Qué hago? No estoy seguro de nada. 

No sabía que decir. El miedo lo hacía temblar. Se veía tan perdido y tan pequeño. Mi pecho se apretó al verlo de esa forma, se alejaba demasiado del hombre al que una vez idealicé como el más genial de todos, creativo y sin temor a nada. Aún así, no sentí ganas de alejarme, quería abrazarlo. Las lágrimas comenzaron a rodar por su cara. Me observó como pidiéndome ayuda. 

— Debes dejar esto... —respondí en un susurro, pude ver en su cara que no esperaba aquella respuesta—. Podemos seguir con nuestra vida sin problemas. Me olvidaré de lo que siento, te dejaré en paz, seguiremos siendo amigos y tu podrás seguir con Mafer. 

— ¡Déjate de hacerme repetir lo mismo! —volvió a aumentar su tono de voz y me miró— Yo siento algo por ti, solo que no sé que hacer con esto.

— No puedo darte una respuesta a eso Missa... 

— Lo sé... 

Nos quedamos en silencio. Estábamos algo tensos, pero ya mucho más tranquilos. No habíamos aclarado nada más allá que solo el hecho de que siente algo por mí, lo que no estaba seguro si me dejaba más tranquilo o no, solo hacía que mi corazón se acelerara cada vez que decía algo así. Estaba muy jodido si quería olvidarme de él y lo que me hacía sentir.

Comenzó a acercarse más a mí, al instante los nervios inundaron mi cuerpo y mil sensaciones recorrieron mi ser de arriba abajo. 

— Missael... —murmuré, entrecerrando los ojos al ver como su rostro se acercaba cada vez más al mío—. Esto no está bien. 

— No... —susurró él de igual forma—, no lo está. 

Aún así, sus labios se juntaron a los míos. El remordimiento comenzó a comerme, pero no fue lo suficiente como para evitar que le respondiera aquel beso de forma entusiasmada. Sus manos se fueron directo a mi cintura, acercándome a él de una forma posesiva. Había agarrado una pequeña obsesión a que hiciera eso y solamente me había besado un par de veces. Su boca se movía mucho más confianzuda que la primera vez, parecía entender muy bien la forma de besarme. 

Me fue guiando hasta que choqué con la cama, no sabía muy bien lo que estaba haciendo, no entendía que quería. Solo sabía que esto no estaba bien, pero se sentía fantástico. 

— Missa... ¿Qué haces? —le pregunté en el momento en que se separaba de mí unos segundos—. Deja de jugar conmigo, por favor —supliqué. 

— No lo hago, créeme que no lo hago chingada madre —podía notar su frustración cada vez que decía eso—, pero las ganas de besarte son mucho más grandes que yo. 

Esa frase me provocó un escalofrío. Quise lanzarme de nuevo a besarlo y no lo evité, su barba me raspaba la mandíbula, sus manos me apretaban de los nervios que sentía. Pero a pesar de eso, me correspondía de buena forma. No sé que pasó conmigo en aquel momento, solo comencé a actuar, tomándolo por la cintura y sentándolo en la cama. 

— ¿Phi-Phillip? —su voz se entrecortó con nerviosismo. Yo no podía controlar mis movimientos. Aún con la vergüenza comiéndome por dentro, me subí sobre sus piernas, poniendo las mías a sus costados. Lo sentí tensarse, levantó sus hombros e inclusive tenía las manos sin saber que hacer con ellas. Yo no estaba mucho mejor, de igual forma, mis movimientos eran torpes—. Ay dios... Felipe. 

Esa forma de pronunciar mi nombre y como parecía disfrutar de lo que estaba pasando me encendió de una manera que no pude controlarme más. Lo agarré por las mejillas y comencé a besarlo de forma apasionada. Él, sin saber muy bien que hacer, solo se dejaba estar. De pronto, sus manos se posaron con mucho cuidado sobre mis caderas. Aquello era nuevo, jamás ninguna chica con la que había estado me había agarrado la cadera y mucho menos me había tenido sobre sus piernas. 

Tal vez sí era un poco pasiva... Por la chucha. 

Aquel pensamiento casi arruinó el momento haciéndome reír, pero las manos de Missa bajando por mi espalda para dejarlas sobre mi culo hicieron que todo eso desaparecieran en un santiamén y los nervios y la vergüenza aparecieran nuevamente como arte de magia. 

— Missa... esto está mal, muy mal —dije entre besos. Él no controlaba su respiración. Me acercó más hacia él, haciendo que un leve rose me hiciera jadear de una forma no muy decente—. Mi-Missa... Hay que parar esto. 

— No... No te detengas —gimoteó, sin abrir los ojos y sin despegarse de mis labios—. Quiero seguir besándote, ¿tan mal está eso? 

— Lo está —respondí, muy a mi pesar—. Sobre todo si tienes novia. 

Detuvo todo lo que estaba haciendo y suspiró desganado. Me observó con ojos de borrego, parecía que estaba por tomar una decisión. 



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Holis, gente bonita, creo que esta es de las primeras sino, la primera vez que escribo como autora de esta novela. 

Les quería agradecer su apoyo, sus likes, sus comentarios y sus leídas. Nada me hace más feliz que ver que aprecian mi trabajo y las cosas que escribo. 

También, aunque no lo justifico, vengo a explicar un poco a mi pobre Missael que lo tienen todo amedrentado al pobre (recuerden que siempre los leo). Missa está pasando por una situación muy difícil, comenzando por sentir cosas por su mejor amigo, quien, además de ser hombre, vive en un país muy lejano al suyo. Eso lo tiene con un revoltijo en la cabeza y en el corazón, más cuando tiene delante de él a una mujer tan bella y linda como Mafer, a quien ha amado desde siempre. 

Está tratando de no herir a nadie, pero se está hiriendo a sí mismo, mintiéndose. Es una situación terrible, pero tranquilos, no desesperen, ya se aclarará. Solo denle tiempo, él es un hombre correcto <3 

Eso, tengan linda semana. Los TQM. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora