Capítulo 51

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Phillip: 

Si el viaje hasta México se me había hecho eterno la vez anterior, esta sería mucho peor. 

Primero, un avión hasta Santiago, otro hasta Houston, para poder por fin llegar a Narita. Al llegar al aeropuerto estaba destruido. Recién nos veríamos cuando, luego de tomar el tren, estuviera en Tokio. 

Como era de esperarse, los nervios me consumieron cada uno de los vuelos que tomé. Me dediqué a dibujar casi todo el tiempo, ver series y películas, hablar mucho con Amber hasta que esta se aburría de mí y se ponía a escuchar música. Cuando estábamos por llegar a Tokio, no podía controlarme. Las manos me picaban de lo mucho que quería volver a tener a Missa en mis brazos. 

Bajamos del tren y caminamos fuera buscándolos con la mirada. Por obvias razones, Missa vendría con Mafer y, sin poder evitarlo, aquella hormiguita de celos e inseguridad que me picaba la nuca una y otra vez hizo aparición una vez más. Amber daba pasos a cada segundo más rápidos tratando de alcanzarme, trayendo consigo sus maletas a cuestas. Yo traía la mía, era gigante y pesada. 

— ¡PHILLIP! —ahí estaba esa voz, igual que la vez que me recibió en México, esta vez, esperándome en Japón. El corazón me latió con fuerza cuando, a lo lejos, lo vi con su mascarilla puesta, el pelo largo y su característica chaqueta negra. El maldito se veía demasiado guapo. El cuerpo me vibró de una forma única, quería lanzarme sobre él a besarlo. 

— ¡MISSA! —grité, como un estúpido, corriendo hacia él, tirando de mi maleta. La solté para abrazarlo, agarrándolo por el cuello. Quería asegurarme de que no fuese mentira, que lo que estaba viviendo era real. Que por fin tenía a Missa de regreso en mis brazos— ¡Dios, como te extrañé! 

— ¡Y yo a ti! Mi chilenito. 

Lo miré con los ojos muy abiertos. Jamás me llamaba con apodos tiernos a menos que estuviera molestándome y, al oírlo y verlo tan serio, no podía creer que estuviera tratándome así. El corazón se me saldría del pecho en cualquier momento. Sus ojitos se enchinaron al sonreír. A mi me dolían las mejillas. 

— ¡Hola Amber! ¿Cómo estás? —preguntó entonces a la chica que venía a mi lado, también muy sonriente. Ella lo saludó con una mezcla de alegría y cansancio—. Bien, vamos al hotel para que dejen sus cosas. Mañana será un día muy entretenido. 

Sin que me diera cuenta, Missa tomó mi maleta por el mango y comenzó a llevarla. 

— ¡Oye! No la lleves, es mía —me quejé. 

— Estás cansado, yo la llevaré hasta el hotel. No te preocupes, pastelito. 

Me volví a quedar paralizado. ¡¿Qué chucha le estaba pasando al Missa de siempre?! ¿Por qué cresta estaba tan dulce y atento, hablándome por apodos adorables? No me quejaba, en lo absoluto, pero me tomaba por sorpresa y no podía reaccionar de una manera coherente. Pude oír su risa burlona al ver como me quedaba parado sin avanzar. Él seguía caminando, con Mafer a su lado. 

Llegamos al hotel, luego de divertidas conversaciones del funcionamiento del metro en Japón y de lo pesada de mi maleta. Para mi nervio y deseo, habíamos alquilado dos habitaciones. Mafer y Amber se quedarían en una y, obviamente, Missa y yo en la otra. Sí quería dormir con él, pero no sabía hasta donde nos podía llevar algo así y no sabía si estaba listo para volver a acostarme con él. 

En su casa, el último día que estuve y dormimos juntos, la noche fue maravillosa, pero no pude evitar ponerme tenso y nervioso. No quería que eso volviese a pasarme, quería disfrutar de estar con él y no que me comiese la vergüenza. Missa dejó mi maleta junto a la suya en la habitación y se sacó la mascarilla un momento. Pude ver su preciosa sonrisa por fin. 

Fui a abrazarlo un momento más. Él no se quejó, por mucho que siempre se molestara de que fuese tan pegote con él. Estuvimos mas del tiempo normal en ese abrazo. Me lancé a la cama, que sí, era matrimonial, para descansar unos momentos. 

— Bien, ¿vamos a cenar? —preguntó Missa, ansioso. 

— ¡Sí, ramen, por favor! —me emocioné, el estómago me gruñía con fuerza. Lo agarré de la mano para ir en busca de las chicas a su habitación. Antes de llegar, me di cuenta que lo tenía agarrado y lo solté, temblando—. Ay, disculpa... 

Él sonrió de lado, enternecido por... ¿mí? 

Tomó con suavidad mi mano de vuelta y entrelazó sus dedos con los míos. El calor subió  a mi cara sin poder evitarlo. Sonrió una vez más, como si fuese lo más normal del mundo lo que estaba haciendo. El hormigueo en la mano y el palpitar de mi corazón no me dejaron emitir palabra. Solo me cubrí un poco la cara con el cabello mientras dejaba que él me guiase hasta las chicas para ir a cenar juntos. 

¿Por qué ahora estaba siendo tan dulce y entregado? Cuando hablábamos por llamada o mensaje solía evitar mis muestras de cariño. No me llamaba de forma tierna a menos que fuera en broma y ahora, no le importaba tomarme de la mano. 

Me sentía flotar. 

— ¿Vamos a por ramen? —preguntó Missa a las chicas, que ya venían muy animadas conversando. Amber tenía las mejillas coloradas, y parecía renovada. Se había cambiado la ropa. Quizá yo también debí. 

Ambas asintieron. Corrí emocionado escaleras abajo, fascinado por todo a mi alrededor. Ver las letras de todos lados en japonés, tanta gente que era distinta a mí, las luces y el ambiente. Me sentía extasiado. Poco después llegaron ellos, hablando entre risas. Al ver a Missa riendo con Mafer, una punzada se me clavó en el pecho. Traté de ignorarla de todas las formas posibles, poniendo mi mejor sonrisa. 

Caminábamos por las calles, felices de ver todas las cosas que Japón tenía para nosotros. No podía dejar de apuntar a todo, querer comprarme cada cosa que veía y enamorarme de esa cultura mil veces. Más aún cuando la cena fue maravillosa, un ramen barato y exquisito. 

De vuelta al hotel, porque estábamos destrozados después de tanto viaje, Missa me acercó a él, agarrándome de la mano. Lo miré con asombro. Estábamos en plena calle y aún así, se arriesgaba a tomarme. 

— No tienes porqué hacerlo... —murmuré sin poder controlarlo. Aún así, él no quitó su mano de la mía, de hecho, la apretó más. 

— Aquí nadie nos conoce, Feli... podemos hacer esto... sin miedo. 

Y en un descuido, se acercó hasta mí mientras bajaba su mascarilla y, quitando la mía, me robó un beso. Uno suave y rápido. A penas sentía mi cuerpo. Me estaba haciendo derretir. Creo que me quedé como estúpido mirándolo mientras se volvía a poner la mascarilla, porque soltó una carcajada antes de continuar con nuestro camino. 

Si así sería este viaje, iba a morir de un ataque al corazón. 



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Aquí lo tienen! el tan ansiado viaje a Japón.

¿Qué cosas nos depararán en este camino? ¿qué les ocurrirá a nuestros tórtolos? ¿Phillip podrá superar sus celos? ¿missa finalmente se armará de valor y le dirá lo que siente a Phillip? 

Lo veremos en la próxima entrega de quédate un momento más y ya.

JAJAJAJA suena como la escena de toy story con woody en la 2. Amo 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora