Capítulo 12

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Phillip:

¿Cómo yo no iba a caer rendido ante él si me decía esa clase de cosas? Mi corazón dio un vuelco con aquel mensaje. Quería verme. No tanto como yo quería verlo a él.

— Ay Amber, siento que vomitaré mi corazón —le decía a la castaña mientras caminábamos por el túnel que conectaba al avión con el aeropuerto central—. Avísame si me pongo colorado o algo —me tocaba las mejillas. Las sentía calientes—, se me va a subir la presión y me voy a desmayar por la chucha.

— Weón cálmate —se carcajeaba ella. Era raro oírla decir insultos, pero le salían muy natural—. Actúa natural, estarás bien.

Quería y necesitaba creerle. Respiré profundo y pausado. Actuaría como siempre. Bromearíamos, jugaríamos y nos molestaríamos como si yo no sintiera nada. Él estaría con su novia y yo dormiría en mi cuarto... solo.

Iba a morir.

Al bajar de allí, pude verlo, con su chaqueta de cuero y su melena negra despeinada. Estaba siendo rodeado de múltiples personas, a todas las saludaba y respondía como si fuera lo más casual del mundo. Hasta que levantó la vista y me vio. Nunca había visto una sonrisa tan bonita como la de él.

— ¡PHILLIP! —su grito alertó a todos a su alrededor, quienes voltearon hacia mí y se abalanzaron en seguida al verme. Missa pasó con cuidado entre ellos, pidiéndoles permiso y llegó hasta mí. Yo solté mi bolso de mano y me lancé hasta él para darle el tan añorado abrazo.

Y sí, me puse a temblar.

— No sabes lo mucho que te extrañé —me dijo él, cerquita. Muy cerquita. Mi piel se erizó al instante—. Me alegro tanto de que estes aquí.

— Tres años weón —respondí yo, sin soltarlo. Ay, no quería soltarlo nunca—, tres años, pero he vuelto.

Quería decirle tantas, tantas cosas cursis. Que estaba ahí solo por él, por verlo y tenerlo conmigo, que necesitaba tanto darle un abrazo, quería pedirle permiso para que me dejara darle un beso incluso. Obviamente no le dije ninguna de esas weás y solo lo solté.

Él fue rápido a saludar a Amber y ayudarla con sus bolsos. Ella traía muchos más que yo.

— Vamos a buscar sus maletas y nos vamos.

La gente se portó de buena forma. Nos dejaron tranquilos para dedicarse a esperar sus vuelos o familiares. Aún así, nos pedían algunas fotos en el camino, sobre todo a él.

— Me encantan tus vídeos... soy muy fan tuya, te sigo hace demasiado tiempo —le había dicho un chico joven que le pidió una foto. Se fue muy feliz luego de eso.

Yo no dejaba de sonreír. Me gustaba mucho ver como las personas lo admiraban y disfrutaban de su trabajo. Se lo merecía más que nadie, siempre había sido muy bueno con la gente y sus fans eran adorables. Aunque también muy raros.

No dejamos de conversar entre los tres (mucho más Missa y yo) durante todo el trayecto hasta la casa del Missa. Nos contaba anécdotas que le habían ocurrido, situaciones que había vivido en ciertos lugares de la ciudad y, por último, nos dijo que iríamos a comer a un lugar que a él le gustaba mucho.

— ¿Les parece si vamos a dejar sus bolsos y luego vamos a comer? —nos preguntó después de todo—. Hay un restaurant muy rico de burritos y tacos cerca.

— Uuuuh, yapo. Yo quiero ir —miré a Amber para ver si ella estaba de acuerdo o estaba muy cansada. Iba a responder y luego volvió su vista a nuestro conductor, me miró otra vez y sonrió con un deje de malicia que no se veía a simple vista. Sabía lo que pensaba, la conocía demasiado bien.

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora