Phillip:
El día en el mall fue agradable. Los tres lo habíamos pasado bastante bien, evitando lo más posible los silencios incómodos que podrían formarse. Almorzamos y compramos varias estupideces innecesarias. Cuando volvimos a casa, Rola se había tenido que ir y Missa se encontraba grabando solo.
— ¿Te ayudo? —me ofrecí al ver cómo le costaba poner la tercera cámara que necesitaba. Él no quería decirme que sí, pero al ver lo complicado que estaba decidió aceptar mi ayuda. Lo ayudé a grabar bastante rato, no podía evitar reírme algunas veces con sus ocurrencias. El weón era un genio para hacer humor.
Después de algunas horas me avisó que iría a preparar algo para cenar mientras yo guardaba los focos, la cámara y arreglaba el improvisado set que habíamos armado para la toma que él necesitaba. Yo le lancé el chiste sobre el Chef Missancio, mientras él iba a la cocina. Lo oí reírse a lo lejos. Me alegraba que las cosas no fueran incómodas.
Cuando llegué al comedor, vi al Missa aún cocinando. Se notaba que estaba preparando tacos, algo de lo que estaba seguro me hartaría, para luego echarlo de menos como lo había hecho con los tacos del taco bell que comía en Santiago.
— Oye wey, recuerda que somos cuatro para que pongas la mesa —me dijo sin dejar de mirar los tomates que picaba. Mafer se quedaría para cenar.
— Ah, yapo, yo pongo pa' los cuatro —respondí sin interés, mientras me dirigía a sacar el mantel y a poner cubiertos.
Terminé de ordenar la mesa, mientras el Missa acababa la comida. Oía como las chicas se reían a lo lejos hablando de quién sabe qué.
Amber y Mafer bajaron de su habitación en cuanto Missa anunció que tenía todo listo. Los tres quedamos conversando de algunas situaciones que nos habían pasado en el mall mientras el dueño de casa terminaba de colocar las cosas para comer en la mesa. Comimos lo que había hecho y estaba realmente exquisito, conversamos como siempre lo hacíamos, me estaba sintiendo con el pecho cálido. Era una sensación que me hacía sentir en casa.
Perdón Mafer, pero lo que siento por Missael va más allá de lo que puedo controlar. Sé que no haré nada para remediarlo, pero si una oportunidad, una mísera oportunidad se presenta, no dudaré en tomarla.
Jamás haría algo para lastimar a esa mujer. Jamás me interpondría entre ellos, porque sé que Missa la ama. El saber eso era lo que más me dolía, saber que no tenía ningún chance de ganar, de que él me viera como algo más. A pesar de todo era feliz como su amigo.
Al menos de eso me intentaba convencer.
— Amor, ¿hay algún problema si voy a tú cuarto? Estoy súper cansada —Missa no dudó en decirle que sí, que estaba bien. Incluso le levantó sus cubiertos y platos, y antes de que se fuera le dio un beso en la frente con mucho cariño.
Aquello me destrozó por dentro. Por primera vez en años, deseaba un poco de alcohol.
— Philip, iré a editar un poco, ¿te molesta si me voy? —Missa era tan dulce. Siempre me preguntaba si estaba bien dejarme solo y por mucho que yo le explicase que es su casa y puede hacer lo que quisiera, él seguía preguntándome. Negué con la cabeza—. Deja los platos ahí, yo después llego a lavarlos.
Subió las escaleras hacia la habitación donde tenía sus computadoras y desapareció de mi vista. Yo ignoré por completo lo que me había dicho y recogí la loza de la mesa para dejarla lavada, no podía ser un huésped tan descortés. Amber me ayudó en ese proceso y luego se fue.
Cuando dejé todo listo, fui y saqué una de las botellas que habíamos usado para hacer cocteles, no tenía muy claro si quería tomar uno de los que Missa había preparado porque me había gustado mucho o por el simple hecho de tomar y olvidarme de todo.
No podía olvidarme de las palabras que había dicho al leer el fan fic.
"— Que hermoso te ves así... Sumiso y sonrojado —mi corazón se paró. Aquello era tan fuerte, tan íntimo, tan deseado. Ojalá me dijera algo así en realidad, por muy vergonzoso que fuera—. Tenía tantas ganas de hacerte mío, llevo queriendo hacer esto demasiado tiempo. Te amo, te amo... Me encantas Felipe."
Aquello era lo que más quería oír en este mundo. Tampoco deseaba que dijese que me ama, pero sí lo siguiente. Mi nombre y el "me encanta" sonaba tan perfecto juntos dichos por él. Dolía aún más el saber que jamás me diría algo así.
Traté de seguir los mismos pasos que había seguido el Missa cuando me hizo el trago, pero al probarla me di cuenta de que había puesto al revés las onzas del alcohol y de la bebida. Había quedado demasiado fuerte, pero me dio completamente igual. Me quedé sentado en la barra, tomando rápidamente el vaso. Me lo terminé antes de que lo que me hubiera gustado admitir.
Me hice otro, esta vez fallando a propósito. Como estoy tan poco acostumbrado al alcohol, que al terminar el segundo vaso ya me sentía mareado. Debería haber parado ahí y ponerme a tomar agua, pero me hice otro vaso incluso más cargado que el anterior. Recordaba el beso que Missa le había dado a Mafer en la frente y como la miraba con tanto amor.
Con un amor que jamás me miraría a mí. Y me sentía aún más mal al pensar en Mafer. Yo la quiero. No quiero herirla de ninguna forma.
Pero quiero que Missa sea feliz conmigo.
— ¿Por qué no puedes mirarme como miras a ella? —susurré mirando el vaso. Lo movía y revolvía disfrutando del color azul de este. Me lo bebí al seco y me hice dos más.
No supe cuántos vasos ya había bebido, no estaba en mis cinco sentidos, las cosas giraban, todo parecía ser más divertido y triste a la vez.
— ¿Phillip? —escuché a lo lejos esa voz tan linda, tan dulce, tan agradable y graciosa— Te dije que no lavaras los platos wey, pero gracias —estaba caminando por el salón, sabía que venía en mi dirección— ¿Qué estás...?
— Missaaaaa... que guapo te ves... esos dientitos ordenados te hacen ver taaaan lindo —no podía controlar mi boca, y el ver la suya me hacía pensar que era el hombre más guapo del mundo—. ¿Por qué eres tan guapo por la chucha?
Sus mejillas se pusieron rojas, lo que hacía que se viera mucho más lindo. Tomé el otro vaso (ya no sabía cuántos llevaba) que me había hecho y lo bebí lo más que pude. Missa trató de quitármelo, pero solo logró mojarme la camiseta. Me reí. Que tonto.
— Wey ya, fue demasiado —sentí como me levantaba de la silla. Todo me daba vueltas. Estaba tan cerca de Missa que podía oler su perfume. Era exquisito— Puta madre, ¿por qué te pusiste a beber? Esa cosa está muy fuerte y tú no bebes tanto.
No sabía a donde me llevaba, comenzamos a subir las escalera hacia no sé dónde y yo no podía dejar de hablar.
— Missa... Missa... ¿dormirás conmigo? No quiero dormir solo —decía moviéndome muchísimo. Todo me daba vueltas—. Eres increíble y te admiro mucho, ¿lo sabías?
Él no me respondía. Seguimos caminando hasta llegar a un cuarto muy bonito pero lleno de estupideces graciosas. Después de un rato sentí como me sentaba en una cama y trataba de quitarme la camiseta. Él estaba muy cerca de mí, no podía dejar de mirar su cara tan bella a tan pocos centímetros de mí.
— Tengo tantas ganas de besarte —me puse de pie por inercia, tratando de no marearme en el intento. Lo acorralé contra la pared más cercana, él parecía paralizado por mi acción—. Eres tan, tan lindo. ¿Puedo besarte?
Me acerqué a su cuello con descaro, comenzando a oler su rico perfume. Lo afirmaba de la cintura trayéndolo hacia mí.
— Phi-Phillip, ya deja de estar bromeando —respondió tartamudo. Yo comencé a repartir un par de besos en su hombro—. Para, no estés chingando.
— A ti quiero chingarte —respondí al instante, mirándolo a los ojos muy convencido de lo que estaba sintiendo.
— ¡Felipe! —sus mejillas se volvieron rojas, no parecía molesto con mi actitud, más bien parecía invitarme a seguir. Yo no quería detenerme, pero mi poca coordinación no ayudaba en nada para poder sacarle la ropa y hacerlo mío, a penas me podía estar en pie—. Esto no está bien, siéntate ya, quítate esa camisa.
—Quítamela... —me miró con el ceño fruncido, ya no me seguía el juego, estabaenojado. ¿Lo había ofendido? No quería molestarlo—. Está bien... yo lo haré.
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Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
Fiksi PenggemarLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...