Capítulo 23

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Phillip:

Me desperté con el dolor de cabeza más grande que había sentido en mi vida. La luz me molestaba y me hacía sentir que iba a explotarme el cerebro. Estaba desorientado y traía muchas ganas de vomitar. La boca la tenía muy seca y tenía muchísima hambre.

Entonces tocaron la puerta, el solo ruido de esta me molestó muchísimo y me retumbó en toda la cabeza. Me quejé poniendo una almohada sobre mi cara.

— Phillip... ¿estás vivo? —sonó la suave voz de Amber por el cuarto, no me moví—. Ay, weón, son las dos de la tarde y tú aún aquí acostado. Te pasa por alcohólico.

Me lamenté entre quejidos. Sabía que el alcohol me hacía mal muy rápido, pero ayer había perdido por completo el control de mis acciones.

— Hasta yo de mi pieza escuchaba tus incoherencias.

— ¡¿QUÉ?! —grité, levantándome de golpe. Me arrepentí al instante en que el mareo y el dolor se mezclaban en una bomba horrible y me obligaban a agarrarme la cabeza— ¿Dije alguna weá que no debía? Ay, Amber por la chucha, ¿y si le dije que me gusta?

— No pude escuchar que le dijeras algo muy brígido —comenzó a recordar ella—. Escuché algo así como: "duerme conmigo, porfi" y que lo admirabas mucho, más no sé.

Me tapé la cara con las manos, la cara me ardía y me había puesto tan rojo que estaba seguro de que las mejillas me explotarían. ¿Cómo había sido tan tonto? ¿Por qué mierda le había dicho cosas tan vergonzosas?

¿Dormir conmigo? Phillip Por favor. Me imaginaba la situación y moría del solo cringe.

— Venía a decirte para que salgamos, pero veo que no estás en condiciones —me dijo entonces, sonriendo de forma burlona. La miré con mala cara—. Missa se quedará porque tiene mucho que grabar y editar, nos vemos después.

— ¡No puedes dejarnos solos después de lo de ayer! —le grité suplicante. Ella sonrió aun más y se despidió de mi con la mano antes de cerrar la puerta y dejarme allí—. Agh, te odio.

Me quedé ahí sin saber que hacer. Me estaba muriendo de hambre, pero tenía cero ganas de bajar por que podría encontrarme con Missa y sería muy incómodo. Era esto precisamente lo que quería evitar al no decirle mis sentimientos. Le suplicaba a quien sea que me escuchase que no le haya dicho algo más idiota.

— Tengo que bajar a comer... tengo que bañarme, de seguro apesto a alcohol —me dije a mi mismo. Me armé de todo el valor que podía tener en aquel instante y me levanté. Agarré una toalla y me dirigí al baño.

Entré a la ducha. El agua estaba tibia, exquisita. Disfruté del baño, del olor a los productos y de cómo el agua relajaba cada uno de mis músculos y ayudaba con mi dolor de cabeza. Me lavé los dientes luego de salir del baño y me peiné, había olvidado llevar la ropa al baño así que me vi obligado a ponerme la toalla en la cintura e ir al cuarto así.

Salí del baño y en cuanto salí vi como Missa salía de mi habitación muy despacio, como queriendo no ser visto. Traía un vaso de agua y una caja de medicamentos. Al verlo sonreí de inmediato, estaba tan guapo como siempre. Traía el pelo recién lavado, su chaqueta de cuero negra y unos pantalones negros. Olía a perfume.

— ¡Missa! —dije emocionado—. Ay, anoche me fui en bola' tomando, te pagaré la botella —estaba avergonzado por ese comportamiento y haber aprovechado de la confianza que me había dado. Le repondría esa botella y le compraría alguna otra. Y estaba aún más avergonzado al pensar que tipo de cosas le había dicho.

— Si... tomaste un chingo —dijo suavecito, esquivaba mi mirada lo cual era muy extraño. ¿Habría hecho algo para molestarlo? ¿En serio le habría dicho algo que no debía? Por favor que eso no fuese verdad—. No te preocupes por la botella, si yo no tomo —entonces recordó el vaso que traía en la mano y se acercó a dármelo—. Toma, para que no te duela demasiado la cabeza.

— Ay weón, muchas gracias —le recibí el vaso con la mano que me estaba afirmando la toalla, por lo que casi se me cae. La agarré en el aire, las mejillas se me encendieron al instante y me vi obligado a escapar—. ¡Chucha! Me voy a cambiar, mejor que estar aquí semi desnudo conversando.

Una vez dicho esto, corrí a la pieza con el rubor ya acentuándose en mis mejillas. Que maldita vergüenza que justo me haya visto salir del baño con solo una puta toalla encima. Malísima situación. Quería que me viese vestido, guapo y arreglado, quizá así tendría alguna oportunidad, pero de esta forma no hacía más que ponerme en ridículo.

Era más que obvio que le había dicho alguna estupidez, porque me estaba esquivando notoriamente, pero era demasiado bueno como para rechazarme o decirme algo al respecto, lo que me tenía aún peor.

No podía hacer más que actuar como si no hubiese pasado nada. Si yo le había confesado algo, él tendría que pedirme explicaciones y se las daría esperando lo mejor posible, pero si no le había dicho nada, no tendría porque meter la pata disculpándome y luego debiendo explicar más de la cuenta.

Me vestí velozmente y bajé. Comencé a cocinar una lasaña. Lo mimaría el día de hoy que estaba tan atareado trabajando.

— Muy bien Phillip, puedes demostrarle tus dotes de chef.

Me puse manos a la obra enseguida, colocándome el delantal y juntando todos los ingrediente necesarios para la lasaña. Puse a cocer la pasta, preparé la salsa blanca y la boloñesa, armé todo en un bowl para horno y lo dejé un tiempo para que el queso se derritiera.

También le preparé una deliciosa bebida fría de frambuesas y arándanos. La decoré bonito y, cuando todo estuvo listo, le llevé el refresco hasta su estudio. Estaba revolviéndose el pelo frustrado mirando la pantalla.

— ¿Por qué chingados no puedo pensar otra cosa? —lo oí quejarse.

— Deja de pensar en pitos y trabaja weón —lo molesté mientras entraba. Parecía muy asustado por mi aparición, se le habían puesto las mejillas rojas. Le dejé la bebida sobre el mesón y le sonreí—. Tengo el almuerzo hecho, ¿te traigo?

— N-No, yo iré al comedor. Muchas gracias —me sonrió tímido. Había estado así todo el día conmigo, le preguntaría y no podría escapar de mí.

Le di una palmadita en el hombro y me fui a poner la mesa, poner algunas ensaladas que había hecho y a servir el almuerzo. Mientras terminaba de decorar la mesa, apareció Missa listo para comer.

— Wow, se ve muy rico —miraba con sorpresa lo preparado. Le sonreí con suficiencia, le moví la silla para que se sentara—. ¿Lo hiciste todo tú?

— Por supuesto, yo también soy un buen chef —le dije haciendo un gestito italiano. Me senté a su lado, estaba hambriento.

El almuerzo comenzó normal, hablamos de hartas cosas, me comentó lo muy estresado que estaba por estar trabajando en tantos videos a la vez y no poder terminar ninguno. Yo le explicaba sobre algunas ilustraciones que me habían pedido. Terminamos de comer y nos relajamos.

— Uff... que cosa más buena, la neta —me dijo con una enorme sonrisa afirmándose el estómago—. Cocíname más por favor.

Asentí de acuerdo, por supuesto que le cocinaría mientras me dejase estar en su casa.

— Ahora que ya estamos comidos, voy a preguntarte una cosa y quiero que me respondas bien.

Lo noté ponerse nervioso, me comenzó a desviar la mirada, lo vi secarse las manos. ¿Tan grave había sido lo que le había dicho? ¿Y si en serio le había confesado mis sentimientos? Se levantó de la mesa tratando de huir, siempre era lo mismo, huía de las conversaciones que involucraran sentimientos. Sus sentimientos.

— Missa, ven acá —también me levanté tras él, hizo el amago de caminar más rápido. Lo tomé de la muñeca para que no se fuera. Trató de zafarse de mí, al hacerlo tuve que moverlo y terminó chocando con la muralla más cercana y yo cayendo sobre él. Terminé acorralándolo contra esta, apoyando las manos a los costados de su cabeza para no caerme de peor forma—. Ay... por la cresta... ¿estás bie-...?

No pude terminar mi pregunta hasta que lo vi. Tenía su cara muy cerca de la mía, los ojos muy abiertos, las mejillas casi moradas, el cuerpo muy tenso. Sabía que yo estaba en condiciones similares, los nervios hicieron un revoltijo en mi estómago y quise vomitar. Tenerlo tan cerca... quería besarlo, necesitaba besarlo. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora