Phillip:
No podía controlarme y, aunque Missa trataba, estaba al borde de ponerse salvaje. Era el que nos mantenía cuerdos.
— Phillip... Deja de moverte —pidió, agarrándome por las caderas, pero yo ya no era capaz de controlarme—. Me harás... harás que yo...
— ¿Venirte? —pregunté, gustoso de que pudiese hacerlo venirse con solo moverme un poco.
— No es eso —escondió su rostro en mi cuello. Sus dedos se estaban enterrando en mis caderas para pararme, pero lograba todo lo contrario. Me reí malicioso, moviéndome más—. Chingada madre... —jadeó—. Bien, te lo buscaste.
Me tomó por la espalda y, sin salir de mí, me lanzó a la cama para ponerse sobre mi y comenzar a moverse rápida y duramente. Esto quería y esto necesitaba. Se contenía para no herirme, pero estaba maravillosamente y deseaba tenerlo así. Notaba su mandíbula apretada, tenía los ojos muy cerrados concentrados en el placer y nuestros cuerpos estaban tan juntos que no me permitían hacer nada más que solo recibir sus estocadas y gemir con fuerza.
No podía callarme, pero no quería hacerlo tampoco.
— Gime mi nombre, dilo —ordenó duramente. Tomó mis muñecas y las colocó a ambos costados de mi cabeza con fuerza mientras seguía golpeando su pelvis contra mí sin piedad—. Di de quien eres, di a quien deseas... di quien te hace fantasear situaciones como esta.
No era capaz de reconocer a Missa en esas palabras. Jamás esperé verlo así. Enamorarte de un amigo resultaba raro por esta clase de situaciones. No era algo que me desagradara, en absoluto, pero me tenía desconcertado como sus ojos se volvían casi negros con la pupila tan dilatada de solo mirarme y como sus caderas seguían dándome por pura inercia.
— Tú, Missa, tú —jadee, al borde del colapso. Me vendría en cualquier momento.
— Estoy loco por ti, carajo —continuó, volviendo a cerrar los ojos y acelerando sus movimientos cada vez más. Ya no aguantaba—. Te amo, Felipe. Sé mío.
— Lo... Lo soy —apenas pude contestar—. Lo soy desde que te vi... —el hormigueo pasó por mi abdomen, llegó a mi vientre y se dispuso a subir por mi miembro—. Mi amor... yo...
— Hazlo, Pastelito —dijo con dulzura y luego se acercó para besarme.
No logré pensar más, el placer que recorría cada célula de mi cuerpo era demasiado. La sensación agradable bajó por mi vientre y me hizo escapar un sonido gutural antes de sentir la humedad entre nuestros cuerpos. Fue como sentir una explosión, y no solo de lo palpable, si no la cúspide de la sensación de amar.
Miré a Missael a los ojos y me sentí completo.
Amaba amarlo.
Pronto sentí la tensión de su cuerpo sobre el mío y como terminaba en el preservativo para caer rendido sobre mi cuerpo. Había sido explosivo y maravilloso. Él trataba de regular su respiración mientras mis manos seguían paseándose por su espalda con cariño, deseando que nunca se separase de mí.
— ¿Es... estás bien, Pili? —preguntó aún tratando de tranquilizarse de la situación. Se levantó para poder mirarme, sin mover demasiado su cuerpo. Aún seguía su pelvis pegada a la mía—. ¿Cómo te sientes?
— Estoy... avergonzado —dije con sinceridad. Saqué mis manos del cuerpo contrario y me cubrí los ojos con estas, tratando de analizar todo lo ocurrido—, pero bien... estuvo genial.
Nos miramos, sonriendo como tontos por las sensaciones entre mezcladas. No pudimos evitar que algunas carcajadas se nos arrancaran entre los labios por la incomodidad del asunto. Él apoyó su frente en la mía y dejamos que los sentimientos fluyeran solos. Pegamos nuestros cuerpos y estuvimos listos para dejar atrás toda la mierda, enfocarnos en el futuro y simplemente querernos.
Él salió de mi y la sensación de vacío junto al dolor de cadera me hicieron quedarme tan cual donde me había dejado. Lancé la cabeza hacia atrás y miré el techo como si fuese lo más interesante que había en la habitación, mucho más que el hombre desnudo que caminaba frente a mí haciendo quien sabe qué.
— ¿Vienes conmigo a la ducha? —preguntó desde la puerta que daba al baño. A penas podía verlo desde mi posición.
— Iría encantado... —respondí sonriente— si tan solo no sintiera las piernas acalambradas.
Sentí que se quedaba paralizado unos segundos y luego se acercaba a mí con cuidado. Me miró con preocupación.
— ¿Te duele mucho? ¿Dónde? —estaba nervioso. Me miraba por todos lados buscando, quizá, alguna marca—. Lo siento si fui demasiado... tosco.
— No pasa nada, no lo fue —me reí ante mi desvergonzado comentario. Era perfectamente visible mis intensiones entre líneas y él lo supo—. Tener las piernas separadas mucho rato, cansa.
— Lo sé...
Me reí por su comentario, más viendo como se rascaba la nuca nervioso. Él sabía como era esta sensación y eso me alegró, porque me entendía.
Con sumo cuidado pasó sus manos por mi cintura para rodearme con los brazos y levantarme. Me dejé ser, apoyando mi cuerpo en el suyo y envolviendo su cuello con mis propios brazos, apoyando mi mentón en su hombro. Ayudó, con sumo cuidado, a levantarme de la cama.
— ¿Quieres que te cargue y lleve a la tina?
— ¡¿Eh?! —chillé, más agudo de lo que me habría gustado. Mis mejillas se enrojecieron sin poder evitarlo y lo acerqué más a mí.
— No pesas nada wey... te podría alzar con solo una mano.
Antes de que pudiese decirle nada, me tomó con fuerza y, para evitar caerme, tuve que aferrarme a su cintura, como había hecho hacía pocos minutos.
— Missa.... ¡Missa! —le grité, pero se mezclaban con su risa. Rápidamente él camino hacia el baño—. Puedo hacerlo... puedo hacerlo solo.
— Claro que sí, Pastelito —a pesar de su respuesta, siguió el camino hacia el baño para dejarme sentado cuidadosamente sobre la tina—, pero si puedo hacerlo por ti, lo haré.
Me quedé callado mirando como cerraba la puerta de la pieza y dejaba junto a mi las pequeñas botellas con shampoo que dan en los hoteles. Dejó una toalla sobre la tapa del inodoro y me sonrió con amabilidad. Mis mejillas se acaloraron rápidamente al verlo tan preocupado por la situación y, a la vez, me hizo sentir pequeñito al no haber hecho lo mismo por él la vez pasada.
— No tienes porque hacer esto —dije nervioso—. Yo no hice nada cuando... lo hicimos la otra vez.
— Ay, Philliberto —se acercó hacia mi y acarició mi cabello con cariño—, lo hago porque deseo —me revolvió el cabello y luego dio el agua para templarla—. Lo hago porque te quiero.
Las mariposas en mi estómago me hicieron sentir como un adolescente enamorado.
Me agarré las piernas al sentirme levemente avergonzado de mi desnudez. Siempre había sido de contextura delgada, pero después de aquella temporada de depresión y problemas con la comida, las costillas se me notaban demasiado y los brazos habían perdido parte de su musculatura. Me miraba al espejo y no me sentía atractivo.
— ¿Me haces espacio?
La voz de Missa me sacó de mis pensamientos. Mi ojos fueron directo a su cuerpo desnudo frente a mí.
— ¿Entrarás conmigo?
— Obvio que sí —rio mientras se acomodaba delante de mí en la bañera, acomodando su espalda contra mi pecho—. No esperarás que te deje solo después de lo que hicimos.
No pude sentirme más contento.
![](https://img.wattpad.com/cover/321274466-288-k447122.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Quédate un momento más y ya | Mr. Phissa
FanfictionLa distancia puede ser el protagonista de tantas historias de amor como personas hay en este mundo. Si la distancia fuera un impedimento, las cosas jamás habrían funcionado. Y si la distancia no existiera jamás me habría enamorado de ti de la forma...