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2 horas atrás.

Su abuela le comentó en una ocasión sobre el cuidado que se debe tener cuando pides algo.

Las palabras pesan y nunca se está completamente solo, por muy desolado que se vea, siempre habrá alguien que escuche. Alguien que pueda cumplir esos deseos, tal vez el subconsciente, un fantasma, un dios.

Por supuesto, aquella mujer hablaba desde la religión y la superstición, hija de una adolescente que fue obligada a casarse y un hombre que tuvo que ir a la guerra, no había nada más para aferrarse que las creencias extremas y los miedos. Felix no cree que se puedan cumplir los deseos, no realmente. Ha deseado desaparecer tantas veces, lo ha dicho en voz alta, así como lo piensa constantemente, pero esto nunca sucede. Y si nadie puede detener la agonía, ¿entonces por qué tampoco se puede traer de vuelta la felicidad que alguna vez tuvo?

Porque los milagros no existen.

O porque sus palabras habían perdido credibilidad, nadie sería capaz de cumplir sus deseos.

Se acomoda en el cemento frío y cierra los ojos, mientras llena sus pulmones de aire puro. La altura de la universidad le ayuda a pensar, la terraza se ha convertido en su lugar seguro desde que volvió a ese infierno y todo el mundo parece estar en su contra. La soledad allí es reconfortante, pues no hay nadie para señalar sus errores y reírse en su propio rostro, haciendo como si él no existiese en lo absoluto.

─No sabía que te gustaba esconderte en este lugar.

Felix da un pequeño salto, la voz de Chenle es suficiente para que sienta el corazón en la garganta por la sorpresa. Se gira a verlo con las cejas alzadas y la boca ligeramente abierta, mientras toca superficialmente su pecho.

De todas las personas que pensó que podría encontrarse en la terraza de la universidad, Zhong Chenle era la última de ellas.

─Supongo que yo debería decirte lo mismo... ─comenta con voz apagada y le regala una pequeña sonrisa.

Sonrisa fingida.

De ambos.

Chenle se sienta a su lado y lleva las rodillas a su pecho para así rodear sus piernas con los brazos. La piel pálida brilla bajo los casi nulos rayos de sol en el cielo nublado, el cabello negro hace el contraste perfecto y el cansancio en todo su rostro le da un toque ligeramente artístico. Un río sin calma, piedras pesadas que son arrastradas por la fuerte corriente.

─Aquí no hay tanto ruido como allá abajo ─dice sin más, sus ojos atentos a los de Felix─. ¿Qué haces tú aquí?

─Supongo que lo mismo.

─¿Supones?

Ríen al unísono y cuando las risas ya se han calmado, miran juntos el cielo gris, hay nubes gigantescas sobre ellos y es evidente que pronto habrá una larga y fuerte tormenta.

Pero parte de vivir en la tempestad es aprender a vivir con los fantasmas dando vueltas por allí, escalar los muros, bajar al infierno. Logran ver la belleza en un día húmedo, sin colores, y aparentemente, sin vida. Las nubes asustan, porque son tan grandes y pesadas que podrían aplastar a ambos y a toda la universidad, y aun así, Zhong Chenle y Lee Felix están bien con ello.

Porque no hay razones para escapar de las nubes si estas de repente fuesen a bajar del cielo y caer sobre ellos.

Ya no hay algo que perder.

─¿Falta mucho para eso? ─Felix se atreve a preguntar en un suave susurro, rompiendo el reciente silencio.

Chenle duda de su respuesta, porque sigue siendo demasiado extraño admitirlo en voz alta. No quiere escucharse, no quiere admitirlo, no quiere enfrentar la realidad que cada vez se acerca más.

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