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El ruido más fuerte es el silencio.

Se encuentra solo, completamente solo. Lo único que escucha es su propia respiración y el temblor de sus rodillas en la madera debajo de él. Hay tanto silencio que le aterra, se queda a solas con sus pensamientos y su estómago se revuelve. La última vez que esto sucedió, el desenlace no fue nada agradable de ver.

Intenta mover sus manos, pero estas se encuentran juntas y atadas, como si se tratase de algún animal en el bosque, atrapado por los crueles cazadores. Ya ni siquiera sabe si está vivo.

¿Acaso había muerto?

¿Así es como luce el infierno en realidad?

Nada de llamas, nada de almas en pena, ni mucho menos un gigante demonio con cachos y cola. Solo es él y su mente.

Que castigo tan terrorífico, pero inteligente. Si querían ver como se arruinaba a sí mismo, entonces iban por muy buen camino, mejor que cualquier sangrienta tortura medieval. Los miedos y los pecados te matan antes de que el arma se encuentre en tu cabeza.

Intenta moverse otra vez, pero le es sencillamente imposible. Siente el cuerpo pesado aún, ni siquiera recuerda el momento exacto en que despertó, no tiene ni idea de cuánto tiempo ha pasado desde entonces. Está perdido en la infinidad, navegando por aguas desconocidas, los monstruos bajo su barco y su tripulación a punto de lanzarlo con ellos.

Se queja y no sirve.

Se mueve y no sirve.

Intenta dormir, pero nada sirve.

Y es extraño, porque parece recobrar la consciencia poco a poco, su cuerpo se sigue sintiendo pesado, pero adolorido de alguna manera. Como si una estampida le hubiese pasado por encima. Poco a poco se va dando cuenta que eso no es un sueño, no está muerto, no mucho menos está pagando sus pecados en el infierno. Y aunque cree tener la respuesta en la punta de su lengua, los recuerdos se encuentran bloqueados momentáneamente.

¿De qué lo están protegiendo?

El universo se encarga de darle todas las respuestas que necesita, incluso si él no las ha pedido. ¿Es normal sentir miedo solo a esa altura? Porque los tacones acercándose a la habitación le revuelven el estómago, golpeando muy fuerte su cabeza y calando en sus huesos.

Lo que parece ser una puerta, se abre de un chirrido molesto. Después de tanto silencio, el mínimo ruido le perturba la mente. Una luz cálida entra por esta y le obliga a cerrar los ojos con fuerza, porque se había acostumbrado a la oscuridad y a los demonios que seguramente lo estaban mirando desde una esquina, intentando hablar con él. Espera ver a su salvador del otro lado, pero le es imposible si sigue tapándose la visión.

Los tacones resuenan dentro de la habitación, confirma una vez más que es de madera y también hay una alfombra que comienza a ver de a poco. El sonido del interruptor le avisa que la luz ha llegado hasta ahí, la oscuridad de su ceguera se aclara.

─No te hagas, sé que estás despierto ─y aquella voz femenina, aquel sentimiento, le pone todos sus pelos de punta─. La droga no debió durar tanto tiempo, exagerado.

Droga.

Donghyuck tiembla, de pronto siente unos deseos insoportables de vomitar, por poco ganándole si no hubiese sido por su atención ocupada de golpe. Unas uñas largas se entierran en su cuero cabelludo, agarra una gran cantidad de cabello y lo obliga mirarla. A ella.

Sigue exactamente igual, el rostro destrozado por lo que parecen ser años sin dormir bien, labios tan rojos como el vino y las cejas arqueadas, su piel es como la nieve sucia en la montaña; contaminada. Casi puede recordar el momento en que la vio por primera vez, caminando por los pasillos de la que fue su escuela, el nido de rebeldes. Huyendo de los profesores y riéndose a la espaldas de todos.

Dream BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora