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¿De qué está hecho realmente el hombre?

Las preguntas se adhieren a su paladar, incrustadas hasta las amígdalas, haciéndolo sangrar por la boca. Su visión borrosa le provoca desconfianza, como un perro viejo que ya casi ni ve, rabioso con cualquier ser viviente que se le acerque; terrenal y peligroso.

Perder la cordura es un acto casi artístico, rechazar lo dictado como normal por esos libros de psicología y simplemente entregarse al desbalance en su cabeza. Donghyuck comprende tarde que el hombre está hecho de barro, moldeable y fácil de utilizar, pero no deja de ser tierra y agua, nada lo suficientemente extravagante para mantenerlo allí. Nadie se queda con el lodo cuando llueve y llega hasta las casas más cercanas al río.

Inhala y exhala, reteniendo las lágrimas en el borde de sus ojos café, la inestabilidad regresando a él de la misma manera en que muchos escenarios se repiten en su mente. Que castigo tan acertado, sumergido en la duda de lo que hay fuera de aquella cárcel.

¿Como estarán sus padres?

Su pecho se presiona de solo imaginar sus rostros preocupados, otra vez. Donghyuck no tiene hijos, pero comprende cuando una persona es otra parte de ti, tan adherido a tu piel que dolería toda la vid arrancarlo.

Escucha pasos fuera de la habitación y tiene que retener el aire en sus pulmones muy a pesar de que le duela un montón hacerlo. No son tacones, así que se pone alerta en todos los sentidos posibles y que su cuerpo le permite. Ha visto sombras vestidas de negro detrás de esa mujer cuando lo está torturando con sus palabras que comienzan a sentirse como una caricia, más personas de las que podría contar, aparentemente testigos de la escena del crimen dentro del cuarto.

¿Tan fácil es convencer a los inestables de apoyarla en aquel acto ilícito?

La puerta se abre lentamente, ligero e inseguro. Cierra los ojos por simple inercia, aferrándose a la oscuridad en vez de la superficialidad de esa luz molesta.

Puede escuchar como esta se cierra de la misma manera detrás de la persona que entra, sus pasos siguen siendo delicados, como si no tuviese permitido estar allí. La calidez y el sonido de un chaqueta se acerca poco a poco, no sabe si sentirse aun más condenado que antes o salvado, un pequeño rayo de esperanza en esa oscuridad insalubre.

─¿Donghyuck?

Esa voz.

La reconoce, sabiendo que solo hubo una oportunidad antes donde pudo escucharla, abre los ojos de golpe y se encuentra con las facciones duras de una persona desconocida, un chico de su edad. Cabello negro que cae por su frente, ojos cansados y mil dagas reflejándose en ellos, en su oscuridad. No tiene que pensar demasiado ni buscar en sus recuerdos arruinados para saber de quién se trata.

Lo ve quitarse la chaqueta en completo silencio, atento a cualquier acción, desconfiando desde las arterias, su corazón bombeando adrenalina pura y un rencor criminal.

─Toma ─Choi San la pone sobre sus hombros con suavidad y con dedos temblorosos corta las cuerdas sujetando sus muñecas adoloridas, el rostro de Donghyuck se contrae inexplicablemente.

Todo acto se ve interrumpido por la furia de Lee Donghyuck explotando sobre su templo sagrado, sus manos recobran la fuerza perdida tras negarse a la ingesta de cualquier alimento ofrecido por su secuestradora, temeroso a que quiera envenenarlo para cerrar la cena con el mejor de los postres. Una de ellas se enreda en los cabellos débiles de San, jalando hacia atrás y manteniéndolo inmóvil.

─¿Qué mierda estás haciendo? ─susurra con su voz ronca, no sabe si quiere gritar o llorar.

─Yo...

Dream BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora