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No tiene ni la menor idea de como llega a su casa, pero lo hace.

Abre la puerta con fuerza, mareado y con nauseas, sumergido aun en el terror de lo que casi fue. Cierra creando un molesto estruendo, se arrastra por el piso y debe esforzarse demasiado para que el aire no se salga de sus pulmones, totalmente drenado y privado de vida. Le parece una película de terror, la peor de todas.

─Mierda... ─jadea sin aliento, quita los primeros botones de su camisa y da gigantes bocadas, como si estuviese saliendo de lo profundo del mar.

Otra vez.

No sabe con exactitud cuando se convirtió en victima de su propia mente, cuando vino el primer ataque de pánico y acabó en el suelo, rogando por piedad. Es una sensación bastante cercana a la muerte, Chenle piensa que arder en el infierno por sus pecados debe ser algo así, corriendo sin parar, sin descanso para su cuerpo y alma. Todo a su alrededor daba vueltas, el sudor en la palma de sus manos y en su cuello le parecía insoportable, necesitaba limpiarlo, pero el temblor y el aturdimiento no le permitía hacer más que no fuese esperar. Esperar a que se le pase o simplemente muera. Totalmente entregado al desastre que le deparaba el destino.

Por supuesto, él lo recuerda muy superficialmente, la mayoría de las veces termina perdiendo la consciencia, a veces tirado en el piso de su propia habitación o en lugares donde realmente pudo morir. Ha tenido bastante suerte si lo piensa detenidamente.

Estira sus piernas, las cuales están siendo afectadas por un hormigueo, este siempre le avisa que lo peor se acerca. Un paso hacia la inconsciencia, hacia olvidar qué es lo que le atemoriza y comenzar de nuevo. Se siente como perder la memoria todo el tiempo, una pesadilla donde debe cambiar los hechos o será siempre igual. Una mala película.

Debe ser suerte, porque entonces, su padre abre la puerta con la misma fuerza que utilizo él antes. Seguro es algún habito familiar que no ha descubierto todavía.

─¿Chenle?

Hace el amago de acercarse, pero Chenle lo detiene, levantando su palma para que se quede allí. Cierra los ojos momentáneamente, llenando de aire sus pulmones. La distracción de la presencia de su padre le había servido para olvidar el pequeño malestar en su interior.

─No quiero hablar ahora ─dice con un hilo de voz, suspirando ruidosamente─. ¿Puede ser después?

Yixing hace una mueca.

─¿De verdad piensas que me interesa esa boda? ─niega con la cabeza, se quita la corbata con el ceño fruncido, molesto por alguna razón que Zhong Chenle no logra descubrir aun─. Sin embargo, obviamente estoy curioso. ¿Qué fue lo que sucedió allá?

─Jisung.

El hombre ladea el rostro, sin entender a la primera las palabras de su único hijo.

─Park Jisung ─dice, el nombre sintiéndose extrañamente amargo en su boca.

─¿Estuvo ahí? ─consulta con suavidad, quitando la típica mirada que le dedicaba cada vez que no entendía el accionar de Chenle, demasiado privado de libertad para comprender a su hijo rebelde. Y casi se convirtió en él─. Por eso te fuiste...

─Sí... ─asiente, acomodándose mejor en el suelo, su espalda apoyada en algún mueble─. Pero no quiero hablar ahora. ¿Puedes dejarme solo?

Y el testarudo Yixing acepta, sin cuestionar nada más, solo sintiéndose inmensamente mal por el camino que tuvo que tomar su hijo y a los extremos que había llegado por creer que hacía bien. Él sabe que pudo intervenir, pero Chenle repitió tantas veces que necesitaba que respetaran sus decisiones, harto de que siguieran tratándolo como si fuese el mismo niño tonto de siempre, totalmente cegado por responsabilidades que ni siquiera debieron pertenecerle. ¿Qué más iba a hacer?

Dream BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora