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Su corazón latía desesperadamente en su caja torácica, un latido desenfrenado que le forma un nudo en la garganta y le hace sudar las manos como si volviese a tener quince años.

Está de pie junto al paradero del autobús, vestido completamente de negro, una gorra sobre su cabello y los ojos oscuros fijos en la calle. Había hablado con Jaemin hace unos minutos atrás, ambos quedaron con juntarse en ese lugar, muy lejos de los ojos chismosos y el mismo campus de la universidad, el cual parece un verdadero infierno en ese horario. Jeno estaba mas nervioso de lo común, pero sabía que si el destino los quería lejos, entonces él no podría hacer mucho para evitarlo.

Porque está tan cansado de luchar.

Y es que, después de cuatro años, seguía sin encontrar las palabras adecuadas para expresar todo lo que sentía por Na Jaemin, sigue sin poder comprender a su salvaje corazón y los sentimientos que se habían instalado allí sin pedir permiso antes. Sin embargo, de lo que sí está muy seguro, es que no va a obligarlo a estar con él, no si no quiere.

Se mueve inquieto en su lugar, escucha un llanto insoportable a lo lejos, pero prefiere ignorarlo. No es momento para concentrarse en niños, no cuando hay un trauma muy presente que no le permite estar en paz cuando hay un infante a su alrededor, comportándose justamente como ellos lo hacen a esa edqd. De hecho, odia la simple idea de tener uno cerca, aunque no por las razones que otros pensarían, en realidad, a Jeno le aterra llegar a lastimar a uno de esos seres inocentes.

Y cuando cree que ya es momento de irse porque ha esperado lo suficiente, Jaemin aparece.

─Lo lamento ─él corre en su dirección, cabello desordenado y los ojos ligeramente abiertos. Le cuesta hablar por la respiración agitada─. El profesor de anatomía no quería dejarme salir, según le debía un trabajo...

─¿Es el mismo que me hace a mí? ─Jeno consulta, como un tipo de saludo para no hacerlo mas incomodo.

Ni siquiera sabe cómo debería saludar a Jaemin correctamente.

Jaemin asiente, a la misma vez que termina de guardar una sudadera en su mochila. Jeno se da cuenta de que es nueva, no la había visto antes en su armario, y a juzgar por los tonos pastel y los brillitos, seguro Jaemin la adquirió únicamente por eso.

Hay cosas que jamás cambian.

Finalmente, él lo esta mirando fijo con sus preciosos ojos marrones, los labios rectos y una sensación bastante conocida creciendo entre ambos. El amor que los había unido una vez hace años, o lo que quedaba de ello. Realmente, ya no sabe como llamarle.

─¿Qué es lo que pasa realmente, Jaemin? ─Jeno pregunta un poco impaciente, siente que en cualquier momento va a ponerse a llorar. Aborrece los momentos como ese, la presión y la tensión.

Si fuese por él, estaría siempre en un trance meditativo, donde solo puede escuchar su respiración y contar los latidos de su corazón. Un lugar donde las voces de su cabeza son susurros muy suaves, cuentos para dormir y canciones de cuna.

─Ah, cierto.

─¿Nos sentamos allí? ─señala los asientos en el paradero, aprieta con fuerza la correa de su mochila, esperando a no ser rechazado.

Porque le había dicho que sería rápido y no le tomaría tanto tiempo...

¿Qué importa tan poco para citarlo y decírselo tan rápido como pueda? ¿Para luego irse como si nada?

─Claro ─Jaemin asiente con la cabeza y lo sigue detrás, casi pisándole los talones. El perfume varonil del otro chico es lo único que puede oler.

Sin embargo, no avanzan mucho cuando choca con la espalda dura de Jeno, su rostro impacta en los músculos y se queda aturdido por unos segundos, acariciando el lugar golpeado, mientras el llanto de un infante retumba en sus oídos. Toma distancia y observa a Jeno con evidente curiosidad, el rostro fruncido y los brazos cruzados en su pecho.

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