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La felicidad es un camino que debe tomarse con seriedad y seguridad.

Es evidente que no todas las personas escogen ser felices, algunas ni siquiera creen que sea realmente importante. El camino del éxito siempre ha sido más brillante, más inmoral y pecaminoso en cierto punto. Los diamantes pueden traer la felicidad, el estar en la cima y ser llamado por un nombre importante. ¿Acaso eso no se considera felicidad también? Ya sea a largo o a corto plazo.

Lo cierto es que las personas tienden a confundir el dicho amor o dinero, como si el amor no pueda atraer el dinero, o como si el dinero no pueda atraer el amor. Y, por supuesto, que haya inclinación por cualquiera de los dos, no significa que se sea ajeno al otro. Solo confusiones mundanas, la absurda necesidad de irse a los extremos y pensar que siempre debe haber una única opción entre varias. Como si no se pudiese tener ambas.

Así como la víctima y el victimario.

Zhong Chenle sabe que es el victimario en bastantes situaciones que se le han presentado esos últimos meses de su vida, no obstante, sería una mentira negar que es víctima también. De su propia cabeza.

Ha tenido que ver desde muy cerca como algunos pierden la cabeza, como caen de la cima del mundo y acaban arrastrándose por el suelo. Su propia familia ha cargado con el peso del éxito en sus hombros por bastantes décadas, siempre al borde de que las situaciones de estrés acaben en las crónicas de una muerte anunciada. Por lo mismo, cada vez que alguien mencionaba sobre su dinero y lo mucho que le hubiese gustado ser así de afortunado, Chenle solo podía sonreír y pensar que no tenía ni la menor idea de lo que estaba hablando.

Ahora solo mira el liso y elegante traje negro frente a él y le aterra recordar que es el fin.

El fin de él.

El fin de la diversión.

El fin de ellos.

─Luces bastante nervioso para que sea un matrimonio arreglado ─comenta Han Jisung detrás de Chenle, vestido con un traje azul que le retuerce el estómago. A pesar de todas sus malas decisiones y errores, él seguía junto a él. Incondicional, irremplazable.

─Supongo que las bodas ponen nervioso a cualquiera.

Han Jisung asiente con la cabeza, sonriendo de manera genuina, se acerca a Chenle para darle un abrazo, pero se detiene abruptamente.

Hay una marca en su cuello, rojiza, casi desapareciendo, y probablemente, con una capa de maquillaje sobre ella. Rodeando la delgada y pálida garganta, como si hubiese existido el impulso, pero faltó un poco de valor o Chenle llegó a la conclusión de que no iba a solucionar nada. Retrocede, sin poder apartar la mirada y dándose cuenta de que, al final de todo, es una cadena más. Una como el anillo que estaría en su dedo anular o como su propio apellido.

─Chenle... ─lo llama en un susurro.

Pero Chenle no responde, baja la mirada a los accesorios sobre una mesita y hace como si no entendiera nada. Últimamente es así, ajeno a cualquier malestar, ignorando la verdad de todo.

Él cambia de tema, llama a sus ayudantes y les pide que le alcancen el traje, porque ya era hora de comenzar con el espectáculo. Mientras más rápido acabe, mejor. Extiende sus manos y la verdad es que no pone en lo mínimo de su parte para arreglarse, una marioneta de su cabeza hasta el final, incapaz de adherirse a lo que él mismo había decidido. Lastimosamente, no pasa mucho tiempo cuando ya se encuentra frente al espejo, admirado lo que debería ser una buena vista y no el comienzo de una historia de terror.

Recuerdos de la última semana lo abrazan, similar a la muerte tocando su puerta. Con el corazón en una mano, recuerda perfectamente la manera en que había perdido el control, incapaz de mantenerse cuerdo, noches infinitas que no acababan nunca. Chenle no había experimentado jamás algo así; deseoso de morir, pero a la vez aterrado por la idea.

Dream BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora