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Aquel día tan gris, ni siquiera el mismo cielo se ponía de su parte.

Hace frío, el cielo pintado de tonalidades oscuras y el invierno amenazando con fundir la estación de tristeza. En su interior, no se encuentra mejor que las enormes nubes sobre él, cargadas con litros y litros de agua que tarde o temprano van a desbordarse por sus ojos cansados. Escucha los pájaros volar hacia sus nidos, las ultimas hojas caen de los árboles otoñales y son aplastadas por sus zapatos negros.

Llega a la bonita casa pintada de rosa pastel, una vez que admira todo a su alrededor. La luminosidad en el barrio que se encuentra, la alegría que viaja junto al viento y el ruido que jamás se detiene. Parece un carnaval.

Jaemin abre inmediatamente, siempre ha sido bastante atento cuando se trata de personas en su casa. Lo recibe con la típica sonrisa cariñosa que tiene desde los trece años y, sin dudarlo ni un segundo, lo abraza con fuerza para comprobar que se encuentra bien. Y lo está, al menos, físicamente.

─Por un momento creí que comenzaría a llover, estaba pensando en ir a buscarte.

─Pero no lo ha hecho aún. Además, dudo que tu padre quiera pasarte el auto...

Y como ha sucedido en esa familia involucrada completamente en la vida de su hijo, desde que Changbin tiene memoria, el recién nombrado habla desde la sala con la voz cargada en diversión.

─¡Y tienes toda la razón!

Jaemin lo invita a adentrarse un poco más a su hogar y así hace.

No entiende cómo funcionan las familias que no temen en demostrar cuan felices son, pero la decoración de esa casa es como un abrazo al corazón. Los tonos cálidos, las fotografías colgadas en la pared, las plantas ubicadas en los rincones y entre algunos muebles. Todo le recuerda a la primera vez que estuvo allí y lo pudo confirmar; cada mínimo detalle delataba la realidad en la que viven los Na.

No le sorprende que muchas personas, incluido él, se hayan sentido completamente como en casa.

─Buenas noches, Changbin. ¿Cómo has estado? ─esta vez, puede ver el casi perfecto rostro del padre de Jaemin. Le está sonriendo igual como suele hacer su hijo, mientras corre una de las sillas en el comedor para que se siente junto a él

─Un poco estresado, la verdad. ¿Qué hay de usted?

─No estoy mejor tampoco. Después de los cuarenta vienen todos los problemas.

Changbin ríe y Jaemin lleva los ojos hacia arriba. No entiende los problemas que acumulan los adultos, pero se ha dado cuenta que cualquier oportunidad con una persona menor, la aprovechan para quejarse. Su padre sabe muy bien de eso.

─Eres un exagerado.

─Yo escuché que los cuarenta son la mejor edad ─Changbin opina entre risas suaves─. Es como una segunda adolescencia, ¿no?

Y entonces, la conversación se ve interrumpida por la única mujer en aquella familia de tres. Jennie usa el cabello castaño hasta un poco arriba de las costillas, ondulado y es evidente que está bien cuidado. En una ocasión, Soojin le dijo que le pidiera el tratamiento capilar para ser igual de cool que ella. Es delgada y posee un rostro serio que asusta a cualquiera la primera vez, pero en realidad, es excesivamente cariñosa y cuando sonríe, siente que está viendo a Jaemin en una versión femenina.

─Esperemos que no sea así ─ella dice, molestando a su esposo e hijo─. Con el adolescente que tuvimos aquí hace un tiempo, nos sobra y nos basta

─Y que lo digas, Jaemin fue cosa seria.

─¡Oigan!

Un momento más tarde, los cuatro se encuentran cenando. Changbin le explica a ambos adultos sobre psicología y el cerebro humano, la manera tan fabulosa en que funciona y como le fascina su carrera. Ellos lo miran con atención, sonríen encantados y se meten totalmente en el tema, hacen preguntas que él no duda en responder, igual de animado como en un comienzo. Changbin solía preguntarse si lo hacían por respeto y costumbre, para no parecer desinteresados con las visitas, pero con el tiempo se dio cuenta de que realmente son muy atentos, especialmente con las personas que Jaemin lleva a su casa. Lo incluyen en la familia como uno más.

Dream BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora