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SEPTIEMBRE DEL 2011


Fuimos a mi cuarto y otra vez se detuvo a mirar todo. Tenía una cama individual en la esquina derecha de mi cuarto con su respectiva mesita de noche; en la pared de la izquierda había una ventana y debajo un escritorio con sus respectivos cajones (todos los muebles en aquel marrón clarito); un armario que hace esquina y una estantería grande para coleccionar varias cosas. Por descontado tenía varios posters pegados por la habitación.

―Muy tú ―dijo mirándola―. Que tengas moqueta en el suelo es cuanto menos intrigante.

―Me gusta sentarme en el suelo por ello ―apunté.

―Pues en el suelo ―dijo sentándose apoyando la espalda en la cama.

Eran las cuatro de la tarde y estábamos sentados mientras intentaba explicarle Lengua Castellana o al menos que empollara los conceptos de la Literatura. Él era más de números y según mis notas yo era un poco de noto, aunque los números no me hicieran gracia.

―No entiendo nada ―dijo pasándose las manos por la cara.

―Volvamos a empezar, no pasa nada ―dije para intentar tranquilizarlo.

―¿Cómo mierdas puede ser que lea libros pero la literatura se me dé tan mal? ―Bufó frustrado.

―No todos somos Einstein ―dije―. No te preocupes.

―Claro como tienes de media un sobresaliente.

―Me he currado el estudiar ―repliqué―. Invertí muchas horas para que eso fuera así.

―De acuerdo perdón, llevamos una maldita hora aquí y aunque haya hecho los ejercicios no lograré hacer el examen ―dijo recogiendo las cosas.

Leo realmente era listo y las cosas le salían bien, se distraía con facilidad, pero le costaba el hecho de tener que memorizar las cosas y si no fuera por eso estoy segura que se implicaría más.

―Seguiremos otro día ―propuse, odiaba que la gente se rindiera y más él que tenía potencial―. ¿Quieres merendar algo?

―No, vayamos a dar una vuelta.

―¿Ahora? ―Inquirí.

―Sí, vayamos a Callao o a Gran Vía.

―Tendría que llamar a mi madre y preguntarle si me deja, es entre semana.

―Pues te espero ―se encogió de hombros―. Prometo callarme.

Suspiré buscando el contacto de mi madre, le llamé porque ella si me cogería el teléfono a estas horas y no como mi padre.

―¿Ha pasado algo Alicia? ―Decía mi madre preocupada.

Veía la sonrisa de Leo a mi lado, estaba segura de lo que pensaba.

―No, no ha pasado nada, pero unas chicas de clase me han ofrecido ir a dar una vuelta a Callao o Gran Vía, sé que es entre semana, pero preguntaba si podía ir.

―Mientras sea un grupo de chicas claro que puedes, a las nueve estate en casa y como muy tarde a y media pero ya está que mañana hay clase ―decía mi madre.

―Gracias, nos vemos a la noche ―dije colgando.

Me metí la cartera, el MP3 y las llaves en la pequeña mochila que iba a llevarme. Menos mal ese día iba cómoda, con unos tejanos ajustados y rasgados; una camiseta de manga corta ancha y mis habituales Converse.

―Por favor, no preguntes ―dije mientras salíamos de mi casa.

―No tranquila, no tengo curiosidad acerca de que tus padres no te dejen quedar con chicos ―dijo con media sonrisa.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora