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ITALIA, DICIEMBRE DEL 2023

Hoy era veintidós de diciembre, para la gente un día normal o un día donde empiezan las vacaciones navideñas, pero para mí significaba que venían mi padre y mis mejores amigos a pasar unos días conmigo. Eso me llenaba muchísimo y estaba cual niña pequeña, desde mediados de septiembre que nos los veía y obviamente no era lo mismo que una videollamada. A parte de que también vendría María a pasar las navidades.

No sé por qué me daba que tendríamos problemas para dormir porque eran dos casas y éramos bastantes, pero eso era un problema de Alicia del futuro.

Yo pensé que vendrían en coche porque para llegar aquí había que hacer malabares, pero en palabras textuales de Julia: "Si tú has vivido esta aventura queremos vivirla también, lo haremos como tú". ¿Y quién era yo para impedírselo? Lo único que tuve que hacer es decirles qué trenes coger para poder venir a Vernazza.

Había decidido abrigarme bastante para ir a buscarlos a la estación. Mis tejanos con unas botas negras con cordones por debajo de la rodilla; una sudadera blanca con capucha; mi abrigo negro por encima de las caderas; una bufanda de esas peluditas que me había hecho Greta y unas orejeras.

Podría haberme puesto un gorro, pero eso no dejaba lugar a mi lazo y lo siento, pero antes muerta que sencilla. Me puse el lazo blanco y encima unas orejeras blancas. Igual sobraban, pero no sabéis el frío que hacía allí.

―¡Alicia! ―Exclamaba la madre de Leo.

Leo fue a buscarla en coche, así que ya había llegado hacía relativamente poco. Se acercó a mí para abrazarme fuertemente, esta mujer era un Sol y nadie me haría pensar lo contrario.

―¿Cómo estás María?

―Bien, ya he visto que te has hecho dos colaboraciones de esas en Instagram ―decía cogiéndome de las manos.

―Sí, pero porque me parecían bien y adecuadas ―negué con la cabeza―. Si supieras cuantas he rechazado...

―Todos quieren tener esa carita tuya Alicia, que vas a cumplir veintiocho y parece que te hayas congelado en el tiempo ―reía.

―Qué va ―me reí―. Quieren a la nueva sensación del momento, pero yo haré lo que me apetezca, es algo que deben saber.

―A parte, me he enterado que Leo te hace las fotos para las colaboraciones ―decía mirándolo de reojo como si no estuviera ahí.

―Es todo un profesional ―sonreí mirando a Leo―. Sin duda sabe lo que hace.

―¿Cuándo vienen? ―Preguntaba Leo, que se le veía algo incómodo.

Miré las notificaciones del móvil y vi que no tardarían en llegar.

―Pues ponle diez minutos ―dije guardando el móvil en mi bolsillo.

―Te acompañamos entonces ―decía Leo.

―Por supuesto, cómo de mayor debe estar ya Rodrigo... ―Suspiraba María―. Tengo muchas ganas de verle.

Nos encaminamos destino a la estación, aún recuerdo el día que me bajé de ahí con una bolsa de deporte en la mano y el corazón en un puño. Después de haber huido durante años de todo y de todos, esperando encontrarme por fin. Aunque fuera tarde, aunque hubieran pasado demasiados años.

Estuvimos diez minutos de pie esperando a que ese tren llegara, a que se bajaran por fin. Iban con un poco de retraso según me había comentado Julia, pero entonces los vi, cargados de maletas a los tres como si se fueran al fin del mundo.

Y sin que nadie me dijera nada corrí a abrazarlos a los tres entre lágrimas porque sí, quizá hubo un tiempo en el que me perdí, en el que no sabía quién era ni qué estaba destinada a ser, en que no dejaba que aquella Alicia sensible saliera a la luz. Y aquí estaba, abrazándolos a los tres como si no hubiera un mañana, sollozando a más no poder al igual que ellos.

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