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ESPAÑA, FEBRERO DEL 2016

Lo cierto fue que a ojos de la gente Daniel y yo llevábamos desde febrero del 2015 saliendo, es decir, un año. La verdad del asunto es que ni uno ni el otro sabíamos en qué punto se había formalizado para nosotros.

Fue a principios de junio de 2015 que empezó a ser más serio, parecíamos una pareja (no solo para que la gente lo viera y se lo creyera) si no para nosotros. Actuábamos como tal y creo que los dos nos sentíamos como una pareja debe sentirse.

¿Quién iba a saber que todo al principio fue una farsa para callar a mi madre?

Las únicas personas que sabían de esto eran: Julia, Guille, Rodrigo y mi padre.

Mi padre ha sido compinche de todo este asunto en todo momento, entendió por qué lo hacíamos y cómo me sentía. Me apoyó en todas las fases de esta supuesta relación.

No me sentía culpable de estar fallándole a nadie, ni me sentía mal por querer a una persona distinta a la que mi mente imaginaba. Querer a Daniel era un lugar bonito, a pesar de las diferencias que teníamos que no eran pocas.

Aunque la única persona a la que le contaba como me sentía en cada momento era Julia. Ella sabía que era importante este asunto para mí.

―No puedo creer que estemos a un año de acabar la universidad ―comentaba Julia, en uno de los bares mientras hacíamos tapeo todos.

―Tengo demasiadas ganas de dejar de estudiar ―suspiraba Daniel.

―Al menos nosotras ya trabajamos Julia ―le recordé.

―Sí pero luego llegaremos a otro nivel, ¿entiendes? ―Dijo con un brillo en los ojos―. Llevo toda mi vida preparándome para esto.

El balde de agua fría cayó encima de mí como si faltara una gota para que se derramara. Cierto es que Julia quería esto, ella quería hacerse un hueco en este mundo y demostrar a la gente que a pesar de que sus padres eran de clase media ella podía destacar.

Y, sin embargo, mi vida no ha sido ni es así. Sí es cierto que llevo toda la vida preparándome para esto, pero no me brillaban los ojos al contarlo ni lo decía tan emocionada como Julia. Ni si quiera sentía esas ganas de salir de la universidad, por mí me quedaría estudiando números eternamente para no tener que vivir una vida adulta en una empresa en la cual no me sentiría a gusto.

Así era la realidad, llegué a tal punto que me resigné a que así sería mi vida. Y no pasaba nada, porque cuando tienes una batalla que sabes que no puedes ganar está bien rendirse. También es una forma de ganar una guerra.

―Estoy convencida de que vas a ser la mejor de la empresa ―dije con sinceridad.

―¡Venga ya! ―Bufaba ella―. A ti se te da demasiado bien todo, eres como la perfección personificada.

―Julia... ―Negué con la cabeza―. Sabes de sobra que no es así.

―Pues yo coincido con ella ―apuntaba Daniel―. Creo que aún no te he visto hacer algo y que no se te dé bien.

―No sé dibujar ―puse de ejemplo.

―Pero te gusta el arte y te hace ver una chica interesante ―decía Julia encogiéndose de hombros―. Y te encanta ir a los museos, admirar los cuadros... te detienes siempre a leer cada mínima cosa que hay en ellos.

―Porque me gusta estar informada, ¿de qué me sirve ir a un museo y no admirar los cuadros como es debido? ―Fruncí el ceño.

―Se te dan bien muchas cosas ―decía Rodrigo―. Te conozco desde los dieciséis, así que hazme caso a mí.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora