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ESPAÑA, FEBRERO DEL 2015

Jueves universitario, así se llamaba y estaban todos como locos. No entendía el significado de salir de fiesta un jueves, es decir para eso estaban los viernes y los sábados. Tampoco iba a ser yo la que cuestionara este tipo de situaciones.

Gran Vía estaba a rebosar de universitarios de aquí para allá, chicas arregladas con sus diminutos vestidos y los chicos con sus respectivas camisas arremangadas. Muchos llevaban alcohol en bolsas, lo que daban a entender que las casas de algunos serían tarea de limpieza al día siguiente.

―¿Dónde vamos en concreto? ―Le pregunté a Julia.

―Es casa de un amigo de Daniel ―dijo mirando su móvil―. Nos vendrían a buscar en coche, creo que está a cuarenta minutos de aquí.

―¿Pero dónde mierdas vive? ―Inquirí abrazándome a mí misma.

―Pues si no recuerdo mal creo recordar que era en Vallecas, amigo humilde ―se encogió de hombros.

Vallecas.

Él.

Julia no fue consciente de que dijo algo que en mí despertó sentimientos que hacía un rato me prometí dejar enterrados en el difícil pasado. Desde lo que sucedió aquel año que no volví a aquel lugar, tampoco se me había perdido nada. Él ya no vive allí que yo sepa.

Seguía manteniendo el contacto con Rodrigo, de hecho, quedábamos de vez en cuando con Julia. Rodrigo estaba en contacto con él por lo que sí sabía que no vivía en España y por lo tanto me prometió no decirme absolutamente nada más. Lo agradecí. Aunque en su momento le dije que no quería saber ni si hablaban, pero bueno, no pasa nada.

―¿Alicia? ―Decía Julia―. Mierda, lo siento. He provocado que te pierdas en tus pensamientos de nuevo.

―No, no es tu culpa ―admití―. No te preocupes, perderme en ellos es costumbre. Llevo años así.

―Pero mencionar... ―Le interrumpí.

―Estoy bien, Rodrigo no tardará en venir ―dije secamente.

Y así fue como el nombrado apareció delante de nuestras narices, probablemente en breves vendrían Daniel y Guille a buscarnos.

―¡Buenas gente guapa! ―Exclamaba Rodrigo con los brazos abiertos.

Me dio un abrazo y luego dos besos a Julia. Mirándolos de reojo parecía que ahí saltaran chispas, pero quién era yo para decirles que esa tensión se cortaba hasta con un cuchillo de untar.

―Me dice Daniel que nos aproximemos al coche ―comuniqué yo mirando el móvil.

―Así que Daniel... ―Silbaba Rodrigo mientras andábamos.

―No empieces como Julia que ya tengo suficiente ―puse los ojos en blanco.

―En mis tiempos mozos eras una chica más simpática ―reía Rodrigo.

―No quiere invocarla ―decía Julia haciendo un puchero.

―Ni lo hará ―confirmaba este―. La nueva Alicia ha vuelto para quedarse.

―Daniel ―señalé el coche.

Nadie se pronunció más acerca del tema. Sí, había cambiado, pero lo extraño sería que no hubiera sido así.

―Buenas noches ―decía Daniel sonriente―. Seremos vuestros taxistas de confianza.

―De confianza no sé, pero taxistas seguro ―me encogí de hombros.

Noté un codazo por parte de mis dos grandes amigos, las frases sarcásticas me salían solas y era inevitables callármelas. Me dio pena Daniel que el pobre iba con todas sus buenas intenciones para yo romper la magia que envolvía este coche.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora