13

11 3 0
                                        

ESPAÑA, JULIO DEL 2012

Faltaba una semana para que mis padres llegaran de su increíble viaje al Caribe (así me lo había dicho mi madre por mensaje), Leo y yo estábamos haciendo la comida. Le había cocinado pollo asado ya que había mirado un tutorial en YouTube y sinceramente no consideraba que tuviera mal sabor.

―Es una habilidad esto de que cocines tan bien mirando solo un tutorial ―decía Leo, engullendo el pollo.

―Llevo cocinando un tiempo ―me encogí de hombros―. La práctica.

―Solo me apetece tumbarme bajo ese maravilloso aire acondicionado y dormir toda la tarde ―dijo cuando acabó de comer.

―Te ha enamorado ese aire acondicionado ―me puse a reír.

―No lo dudes, es mi nuevo amante ―decía muy seriamente, aunque veías como asomaba una sonrisa.

Recogimos todo metiéndolo en el friegaplatos, doblamos el mantel y fuimos al cuarto. Cerramos la ventana, la puerta y encendimos el aire acondicionado.

―Podría vivir así perfectamente ―decía tumbándose en la cama.

―Ambos sabemos que estás hecho para ir de un sitio a otro ―sonreí.

―Ahí tienes razón, pequeña.

Pusimos música en un altavoz que trajo Leo, era pequeño, pero a nosotros nos servía. Podía jurar que estaba sonando Pitbull en esos momentos ya que habíamos puesto una playlist de los hits del verano así que como era lo que estaba de moda era lo que sonaba.

Y digo podía jurar porque en ese momento en el que Leo me besó mi mente desconectó, no era un beso cualquiera ni mucho menos inocente. Dejó de serlo en el momento en el que posó su mano en mi cintura acercándome a él con menos delicadeza de lo habitual, cuando su lengua viajaba a través de la mía con fiereza. No me aparté, ni si quiera me replantee esa opción, quería seguir adelante.

Yo llevaba un top de tirantes sin sujetador ya que era de andar por casa y unos pantaloncillos cortos. En un pestañeo tenía a Leo encima de mí y quisiera decir que sabría cómo avanzar, pero no sabía cómo proceder, él manejaba la situación con naturalidad y sabiduría en el asunto.

Su mano empezó a recorrerme el cuerpo en cuanto vio que estaba receptiva al asunto, introdujo una de sus manos en mis pechos, jugando delicadamente mientras no dejaba de besarme. Sentí una humedad ahí abajo y no dejaba de dar suaves gemidos ante el tacto de su piel contra la mía.

Él no llevaba camiseta, apenas un pantalón corto de chándal y mi pequeño top acabó tirado por algún lugar de la habitación. Se me erizó el bello en cuanto mis pechos tocaron su torso y yo que nunca me había planteado esta situación sentí la necesidad de seguir adelante.

―¿Quieres? ―Decía con la respiración agitada.

Asentí con la cabeza, no tenía palabras y tampoco experiencia. ¿Debía decirle algo?, ¿quizá moverme yo también? Mis padres nunca tuvieron esta charla conmigo y tampoco tuve amigos para hablar de asuntos así. Me sentía perdida, me sentía como que todo lo estaba haciendo mal y él iba a llevarse la mayor desilusión que haya podido experimentar en el sexo.

Leo se levantó y rebuscó en la mochila que trajo, sacó un preservativo y no sabía en qué momento había comprado la caja (estaba sin estrenar). Tampoco pregunté, dudaba fuera el momento. Se lo colocó y me quité la parte de abajo, ¿hice bien en hacerlo yo? Me sentía totalmente insegura ahí en ese momento, es cuando te das cuenta que haber tenido un poco más de información te hubiera venido bien.

―Es la primera vez, supongo ―decía mientras se ponía encima de mí.

Volví a asentir, parecía idiota o al menos así me sentía.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora