ESPAÑA, JULIO DEL 2016
Y así fue como empecé a odiar las mudanzas. En aquel instante desee morirme con todas mis ganas y también no tener que mudarme nunca más en mi vida. Nunca. En mayúsculas.
Habían pasado cinco meses porque tuvimos algunos problemas con el tema del alquiler del piso que iba a compartir con Daniel. Se ofreció a empezar a pagarlo él hasta que yo acabase la universidad y mi trabajo fuera estable para tener dinero pues eso, estable vaya.
Julia ya había recogido sus pertenencias y el camión de las mudanzas se las había llevado hacía un par de días por lo que el piso estaba lleno de cajas que eran totalmente mías. No todas, había una en concreto que se iba a quedar ahí.
Tampoco fuimos tontas, había muebles que no íbamos a necesitar así que vendimos algunos que no íbamos a usar y con ese dinero compramos nuevos muebles para montar una oficina para cada una.
Así que básicamente mi cuarto era una pequeña cama, un pequeño armario, un escritorio con estanterías para todo lo de la universidad y para cuando tuviera que traerme ciertas cosas de trabajo.
Mantuvimos una cocina sencilla, al igual que el baño, pero el salón lo convertimos más en una sala para traer clientes o mantener reuniones. Nuestros despachos obviamente tenían llave. Aquí las desconfiadas.
―Odio las mudanzas ―dije mientras cargaban la última caja en el camión.
―No tendrás una en muchos años ―reía Daniel.
―Pues eso espero porque vaya coñazo por dios, ¿la gente que se cambia de casa como quien se cambia de bragas? ―Bufé―. Horrible.
Y así fue como de una casa a otra desempaquetamos todas las cosas. El piso en el que iba a vivir era bastante más grande que el que compartía con Julia.
El baño tenía dos picas; una habitación vacía que iba a ser un vestidor para los dos; una habitación bastante grande; la cocina estaba abierta al salón y un pequeño despacho que seguramente sería suyo ya que yo tenía mi propio piso para ello.
Y entonces empecé a vaciar todo. Empecé con la ropa porque me había autoconvencido de que debía hacer tres montones: lo que tiro porque anda solo, lo que donaría y lo que me quedaba. Con el paso de los años había acumulado demasiada ropa, quizá porque le tenía cariño y otra porque me gustaba mucho, pero a fin de cuentas no me la ponía nunca.
―¿Todas estas cajas es ropa? ―Señalaba Daniel, que ya había colocado la suya.
―Sí, pero esas tres cajas son para donar, tirar y quedarme ―las señalé.
―Pues pongámonos a ello porque no acabaremos nunca ―negaba con una sonrisa.
Estábamos los dos sentados en el suelo descartando bastante más ropa de la que pensaba. La caja de tirar apenas tenía ropa, pero en la de donar... había mucha ropa que me iba pequeña y otra que ya de verdad no me gustaba, solo ocupaba espacio.
―¿Esto a donar? ―Dijo levantando la camiseta de Avril Lavigne.
―No ―dije cogiéndola y guardándola en la caja de ropa que me quedaba.
―Perdón no sabía que...
―No, no pasa nada ―admití―. No recordaba que la tenía, debía estar muy al fondo, pero no quiero donarla.
Asintió y seguimos con la tarea. Después me dejó sola guardando la ropa a mi manera en los distintos compartimentos, si te plantabas de pie delante de ese armario abierto podías ver claramente a la Alicia del día a día y a la Alicia que tenía que ir a trabajar a una empresa.

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A TRAVÉS DEL TIEMPO
Novela JuvenilAlicia es una chica a la que le hace justicia el nombre. Siempre luchando contra el tiempo, como si tuviera un conejo blanco que le gritara a todas horas: "No hay tiempo, no hay tiempo Alicia". Encerrada en una jaula de la que debe aprender a salir...