68

7 0 0
                                        

ITALIA, AGOSTO DEL 2024

Llevábamos una semana empaquetando toda la casa, habíamos contratado una empresa para que se lo llevaran a España y como contacto teníamos a Rodrigo que si llegaba antes que nosotros pues pudiera haber alguien para meter las cajas en el piso de Gran Vía. Teníamos una maleta con lo necesario y el resto se iba destino Madrid.

Alejandro también metió sus cosas en cajas con la misma empresa que nosotros, mi madre le estaba buscando un piso que fuera de lo más asequible posible por lo que estábamos moviendo los hilos desde Italia como podíamos con los contactos que teníamos en España. La cara de Alejandro mientras metía todo en cajas era una sensación agridulce, una parte de él pertenecería siempre a Italia, pero estaba emocionado por irse a España.

María vino ayer con su pareja para ayudar a Greta a transportar las cosas a Pisa, esa casa iban a modernizarla un poco para ponerla en alquiler sobre todo en verano. Así que con los ahorros que ella tenía la arreglarían y para verano siguiente la tendría lista.

Todo esto me llenaba el corazón porque una parte de mí también va a pertenecer a Vernazza, a esa playa que tanto he frecuentado. A los días de teñir a Greta o intentar hacer repostería, aunque a día de hoy siga siendo una negada. Un trozo de mí siempre estará aquí.

―Deberíamos irnos a despedirnos del abuelo de Alejandro ―dije dejando la maleta cerca de la entrada.

Dejamos todo en su sitio, la verdad es que me daba nostalgia dejar esta casa donde tanto he vivido este año. La casa ahora sería del abuelo de Alejandro, la podría alquilar siempre que quisiera y así también el hombre podía ganar un dinero extra. Gracias a que estos últimos días recomendé en las historias de Instagram que tenían que venir a este sitio en cualquier estación del año muchos comentaron de venir así que quién sabe si en pleno otoño esto se llenaba un mínimo.

Cuando llegamos a la heladería vimos a Alejandro charlando con su abuelo, al aproximarnos este no tardó en darnos un fuerte abrazo aparte de felicitarnos por el compromiso. Este hombre fue el primero en acogerme junto con Alejandro cuando llegué aquí desorientada y sin tener si quiera un plan de futuro.

―Así que os vais los tres a España ―decía su abuelo―. Gracias Alicia por ayudar tanto a mi nieto, no sé cómo agradecerte esta oportunidad.

―No has de agradecerme nada ―negué con la cabeza―. Solo he hecho lo que he podido por un amigo.

―Alejandro merece salir de aquí, viajar y vivir ―sonreía su abuelo con ternura―. Sin vosotros dos no hubiera sido posible ni se hubiera atrevido.

―¿Y qué harás tú? ―Preguntaba Leo mientras el abuelo de Alejandro nos preparaba unos helados antes de irnos.

―¿Yo? ―Reía―. Vivir como llevo haciendo muchos años hijo, mi vida es este pueblo. Suelo ir a Pisa porque mis hijos están ahí pero no quisiera irme de aquí para nada.

Nos comimos el helado mientras charlábamos, este fue mi primer trabajo cuando llegué aquí. El sueldo no era el mayor de todos, pero me hizo feliz poder hacer helados y aprender italiano cosa que jamás pensé que sucedería.

―¿Lo echarás de menos? ―Me decía el abuelo de Alejandro con media sonrisa.

―Fue mi primer trabajo ―dije con nostalgia.

―Aún recuerdo cuando mezclabas el español, el inglés y alguna palabra en italiano ―reía este―. Se te daba decente.

―Espera que creo que tengo una foto ―dijo Alejandro de la nada, rebuscando en el teléfono móvil.

Creo que sé a qué foto se refería, igual era el tercer día de trabajo y salía yo con un cucurucho de frutos rojos en la mano con cara de tonta o de felicidad o de perdida. Fueron muchas emociones, yo la tenía en el móvil, pero no salió de ahí en ningún momento.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora